Hola amigos de @MundoHispano, he visto esta iniciativa de @hive-117341 y me ha tentado hablar con mi niña interior*.
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En una parte de la memoria, donde el tiempo se pliega sobre sí mismo, habita una niña pequeña, absorta en el ritual de recortar "cuquitas" con tijera que nunca pierde su filo porque es la tijera de mamá. Quiero que esa niña persista intacta, en los recovecos de mi ser adulto.
Con ella quiero comversar, no es un fantasma, ni una sombra, sino una presencia viva que resiste al paso de los años, arraigada en gestos y suspiros que el tiempo no ha logrado borrar. Muchos dicen que estoy aferrada al pasado, a ello vine, a recordar y volver sobre lo que fui para ser lo que deseo ser.
Si de algo no quiero desprenderme es de mi niñez, de esa niña que quizás era la más tranqiiila de los seis chicos de mis padres, y que a escondidas tomaba la tijera de su madre para, mientras recortaba figuras, perderse en un mundo, a saber cuál.
Pixabay
Mi niña interior no necesita cambiar, porque su esencia es pura e inmutable. Cada experiencia, cada herida o risa, fue un ladrillo en el camino que la llevó a crecer, a despojarse de capas como si la vida fuera una cebolla transparente. Su entorno la moldeó, sí, pero también la hizo dueña de una sabiduría frágil, la de quien aprendió a sobrevivir en los intersticios del cariño ausente y la incomprensión.
A esa niña que llevo dentro la siguen lastimando las cosas que nadie ve, detalles sencillos para otros, para mi son importantes. Una vez lloré al ser regañada por haber visto a mi padre desnudo, al abrir accidentalmente la puerta endeble de un baño rústico. No es solo una anécdota íntima, sino una grieta que revela la compleja relación entre cuerpo, pudor y poder en la dinámica familiar en la que me crié.
Esta anécdota me trae una paradoja, la desnudez, en su estado más natural, se convierte en un territorio de culpa y conflicto cuando es mediada por la mirada adulta y esa misma figura paterna que me protegió y resguardó mientra crecí.
Miro hacia atrás y recuerdo el mismo cuerpo que 30 años después lavé varias veces antes de transcender. Allí no hubo sexualidad ni erotismo. El regaño severo tras el incidente no protegió mi inocencia, sino que la manchó: me enseñó que había algo sucio en un cuerpo desvestido.
El trauma no reside en lo visto, sino en la interpretación impuesta. Mi padre, al reaccionar con furia, proyectó sobre mi su propio conflicto, la sexualización adulta de un cuerpo que, para mi era solo el padre. Lloré por vergüenza y por la injusticia de ser castigada por un acto que no comprendía.
Mi voz adulta quisiera borrar esas nubes sobre la cabeza de una niña ingenua, quitar una herida doble, la del evento en sí y la de su resignificación con los años. El deseo de limpiar el pasado no es solo nostalgia, sino un duelo por la inocencia perdida. Poner a un niño el peso de significados ajenos, el pecado, el tabú, la sombra de lo que otros decidieron que ese instante debía significar, es desastroso.
Mi niña interior clama no por olvidar, sino por reescribir ese momento desde la compasión. Entender que lo que se rompió aquel día no fue mi pureza, sino la falsa idea de que la verdad del cuerpo debe esconderse.
Hay días en que esa niña salía de su rincón y hunde los pies en la tierra caliente, buscando en el sol la fuerza y la verdad. Se alejaba de las ventanas donde el padre dormitaba, porque su corazón, aún ingenuo, prefiería verlo sereno, nunca distante, nunca enojado.
Esa es la paradoja de esa niña que llevo dentro, sabe que el mundo duele, pero insiste en habitarlo con la misma ternura con la que compartía un caramelo entre los seis hermanos.
Esa niña es mi raíz y mi brújula. En la tijera con que recortaba "cuquita" está el símbolo de su madre. La niña que llevo dentro no es un lastre, sino la guardiana de una verdad esencial: que crecer no significa traicionar lo que fuimos, sino aprender a convivir con todas las versiones de nosotros mismos.
Al final, quizá mi tarea no sea sanarla, sino escucharla. Porque en sus murmullos y suspiros late la clave de quién soy: una mujer que camina por el mundo, pero que a veces necesita detenerse y volver a ser, por un instante, la niña que juega tapando el sol con sombrilla de higuereta y marca huellas de sus pies en la tierra cálida.
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Gracias por visitar mi blog, soy Critica de arte e Investigadora Social, amante de la cocina. Te invito a conocer más de mi, de mi país y de lo que escribo.Esta publicación ha sido escrita y documentada por mí.