¡Hola Steemians!
Siempre es un placer que pasen sus ojos por estas palabras. En muchas ocasiones he sentido en mí una resistencia bastante sutil que ha impedido el disfrute pleno de grandes experiencias. Esta reflexión es la que quiero compartirles hoy.
Sin dar más rodeos, empecemos…
La Torre Blanca del Engaño: La Humildad
Recuerdo una _delicadísima_ pared que contemplaba con grandes ojos, y en la que se encontraban tallados los rostros venerables de santos monásticos, ascetas, errantes, intelectuales y personajes literarios, todos ellos recubiertos por una _sombra cristiana de sufrimiento y renuncia_. Encima de esta blanca y pequeña estructura, parado sobre un pequeño ladrillo blanco, podía visualizar todos los pastizales mundanos, y no perdía oportunidad alguna en disparar _flechas envenenadas de juicio_ a todos los hombres y mujeres que se divertían en el fango mientras yo, por mi parte, apenas si rozaba las espigas frondosas del campo.
Con el paso del tiempo fui _reafirmando el sueño_. Desde mi **blanca y liviana torre** fui cultivando el rechazo, la superioridad y la enajenación del mundo natural, discriminando seres por vulgares, grotescos e indignos de la vestimenta angelical que me poseía al entrar en la recámara oscura ubicada en la cima de la cada vez más monumental torre. _Sin un gesto al sol_, sólo las plateadas noches me alimentaban de la palidez necesaria para arar, al igual que aquellos lejanos y grabados renunciantes, la creencia en la democratización, en el mundo mejor, en la igualdad, en la tolerancia, en la feminización, en la castración y aceptación, en la negociación, en la inclusión y la paz.

**[La Torre. Salvador Dalí. 1934.](https://imgur.com/a/u1Vih)**

>“Un hombre que se miente a sí mismo y cree en sus propias mentiras, se vuelve incapaz de reconocer la verdad, tanto en sí mismo como en cualquier otro, y acaba perdiendo todo respeto para sí mismo y para los otros. Cuando no tiene respeto, ya no puede amar, y acaba cediendo a sus impulsos, indulge en la forma más baja del placer y se comporta como un animal satisfaciendo sus vicios. Y todo se produce por la mentira -a otros y a uno mismo-.” **Los hermanos Kamarazov. Fiódor Dostoyevski.**

Dotado del bellísimo color de la austeridad, evitaba, no sin antes dedicarme al correcto padecimiento, los placeres de las gentes. Hinchado de vapor de nube, procuraba no desear los bienes que tan alegres hacían a todos, escogiendo el peor trapo, la peor pocilga y el peor tratamiento al cuerpo. A este maltrecho y deformado vehículo que me intentaba apresar a través de la sensualidad y el placer, yo le respondía con dolor y hambre, con una sonriente saciedad de repulsión, tal como me indicaban aquellos **venerables maestros de torres blancas** en libros, discursos, sermones, canciones y entrevistas, todos ellos señalando el camino a través de su _mano izquierda_.
Recuerdo que _mi primer maestro_ fue un dibujo en un libro de catecismo, un hombre de cabellos largos vestido con una bata estirada que ocultaba sus pies descalzos. Este hombre con una sonrisa sublime señalaba siniestramente **la pobreza, la renuncia y la obediencia**. Recuerdo a mi lastimosa maestra enseñando moral y ética, una señora bella en su debilidad. Recuerdo a grandes profesores iluminados con _la vela de la academia_ promulgarse sobre **la igualdad y el derecho de los desvalidos y discriminados**, decían lacerarse por los **pobres y mendigos**, decían conocer **la inocencia y la creatividad de los infantes así como la sinceridad de los políticos**. Estos altísimos me enseñaron sus propias torres blancas. Allí percibí a grandes renunciantes de la vida, maravillosos hombres y mujeres _sufrientes_, creadores de movimientos, de luchas contra la riqueza y la razón, grandes pastores de _gente entregada y sumisa_ al considerarse _indigna, errada y culpable_. Recuerdo también solicitar como todos un _rescate_. Recuerdo que el rescate tenía el costo de mi _parte derecha_, no asegurando el éxito sino hasta haber renunciado a todo, menos a la escucha de las palabras de los señores blancos.

**[La Gran Torre. Giorgio de Chirico. 1914.](https://www.aparences.net/es/periodos/arte-moderno-anexos/chirico-metafisico/)**
Fue así la **creación de mi beatitud**, de mi superioridad basada en _la pobreza, en la blancura de la renuncia y la sonrisa condescendiente de la miseria propia_. Así inició la construcción de **la fortaleza blanca** que apartaba de mí la abundancia y experiencia ganada por virtudes y convicciones nobles.
A través de las pequeñas mirillas de la torre todo me resultaba plausible: cualquier medida, cualquier discurso, cualquier evento era sonreído por considerarlo ganancia en inocencia y no idiotez. Mientras admiraba las luchas sociales desde mi encierro, la aridez de mi propio concreto se impregnaba de los persistentes musgos que no se rendían a vivir aun cuando yo consideraba viva a la muerte. **Me encantaba ver la propia insistencia en morir reflejada en las masas**. Recuerdo también el frío, la soledad y _el nacimiento de mi sombra_ con cada iluminación externa; recuerdo haber odiado la luz por ello y haber maldecido cada aliento floral, cada bella curvatura femenina, cada manifestación viril de la vida. Recuerdo el temor al ascender a la recamara oscura de la blanca torre, así como el pavor al color del cielo.

>“¿Quién te robó la vida? ¿Quién te volvió tan en contra tuya?
¿Quién fue el ladrón, quien te rasuró los dientes, aceptando solo la virtud?
¿Y actuó solo? ¿Había más cómplices?
Cuando cantaba y ofrecía el anillo ¿Qué voz antigua decía, "bésalo"?” **Naiads, Cassadies. Fleet Foxes.**

Paulatinamente, sufriendo y carcomido por la insistencia de la vida en mí, me encontraba sordo de _los cantos de las aves_ y solo podía escuchar _el lenguaje metálico de la cultura del hierro_, del poder y el odio de los resentidos y querientes por ascender a la fuerza. La insania y la miseria me eran conocidas como medios para controlar a los indignos, al bagaje humano que pretendía celebrar la estupidez sin conocer el sufrimiento, el verdadero dolor de **los hombres de las murallas blancas**. No me importaban. A través de las grietas de mi torre observaba de madrugada el constante avance de la sombra de deseos que me atormentaba y golpeaba constantemente, mientras, al mismo tiempo, me encontraba apuñalado siempre por un _corazón furioso_, por una naturaleza creativa reprimida e indetenible.
Recuerdo sentirme escaso, preso, sin potencia mientras los poco reconocibles grabados de los renunciantes me llamaban a la completa entrega a los señores blancos, los cuales se encontraban en una condición opuesta a la mía: se les veía vigorosos y sonrientes en sus grandes y opulentas torres, mientras conducían y convencían a todos de que _la miseria era redención social y el plan divino_, mientras sus trajes angelicales se transformaban en _sangrientos ropajes de animales_.

**[La nostalgia del infinito. Giorgio de Chirico. 1912.](https://www.aparences.net/es/periodos/arte-moderno-anexos/chirico-metafisico/)**
Muriendo, en los últimos alientos, observando el cambio en la piel de los hechiceros, **mi corazón soltó un último grito de vitalidad** que retumbó en mí como una reminiscencia de una _sonrisa encantadora_, de una luz purísima y reveladora que, como un beso suave, impregnó de calor mi cuerpo y salió como una lágrima por mi pasmado ojo derecho. Ese _grito cardiaco_ retumbó en toda la torre, cuyas bases parecían fragmentarse al mismo tiempo en que recordaba los pastizales y el fango de las riveras.

>“Todo rezumaba engaño y simulaba tener sentido, felicidad y belleza, cuando no era más que podredumbre encubierta. El mundo tenía un gusto amargo. Una tortura era la vida”. **Siddhartha. Hermann Hesse.**

Recuerdo entreabrir los ojos y ver las ruinas oscuras de la construcción, salvo por **un ladrillo blanco** que había sido el primero en apoyarme para ascender, siendo además el que le diera el olvidado nombre a mi **inexistente torre blanca**. En dicho ladrillo se podía ver difícilmente una palabra que al leerla en voz alta desboronó el elemento en mis manos.
Tal es la resistencia eterna que se oponía a la vivencia perfecta de la realidad. Tal es la creación sutil de engaño e ilusión que me provocó la muerte en la mazmorra que llevaba por nombre **la falsa virtud de la Humildad**.
¡Por el Amor a la Vida!
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