Crónica de una mentira anunciada
Lo cierto es que mentía, así es, Ana mentía, pero no a ellos, se mentía a sí misma y desde mi silla la veía.
Una gota le bajaba desde la sien izquierda, bajaba por su pómulo deslizaba por su mentón. Sus manos entrelazadas sobre la mesa. De tanto en tanto tragaba saliva, como si quisiera disimular ante personas que esporádicas veces había visto.
Se mentía así misma de manera cínica y descarada, y en sus ojos el deseo era ferviente, y hasta desmesurado, estoy segura que en otro contexto hubiese saltado sobre su objeto de deseo sin tapujos ni etiquetas.
Esta era una mentira anunciada, no por mi, yo solo disfrutaba desde mi palco. -¡Señorita!- exclamó el mozo con la bandeja justo al lado de la débil Ana, la recién debutada en el infame mundo de las dietas.
Su sudor se emancipó y parecía un río de clamor por hincarle el diente a esa tarta de queso. Su sutil aroma llegaba hasta mi sitio, sin embargo mi carrera en las dietas la llevaba unas cuantas millas de recorrido.
Ana, deseosa, hambrienta, y hasta bruta en su actuar, le arrebató la bandeja al mozo y devoró cuanto pastelito había. Las miradas de primos qué jamás habíamos visto estaban posados sobre Ana, quien al final de cuentas parecía una cavernícola.
Esta era una crónica de mentiras anunciada ya que la supuesta fuerza de voluntad de Anita, sucumbió ante la bandeja de pasteles que ya no existía.