El día que Sara se detuvo
Una autoimpuesta rutina había adquirido la joven Sara Ortega, estudiante de odontología en el instituto La Araucana,. Le había costado entrar ya que por temas monetarios su única opción era una beca completa. Su propósito fue realizado y a base de estudio y buenas notas gozaba de dicha beca, sin embargo, no podía bajar su nivel de rendimiento ya que eso sería lapidario y el beneficio sería revocado.
Día y noche, Sara se paseaba por sus labores, entre el estudio y el trabajo de medio tiempo en una reconocida cadena de comida rápida tenían sus fuerzas por el piso. Sara parecía un zombie que caminaba solo por caminar, la mirada fija en su meta, pero aquella meta la estaba llevando a un precipicio sinuoso y profundo.
Sus noches de estudio extenso solían recurrir al café negro y amargo, en un comienzo el brebaje humeante surtia efecto, sin embargo al paso del tiempo este se adapto a su organismo y ya no servía como antes lo hacía. Buscando nuevos salvavidas para estar despierta por las noches recurrió a la infusión verde, el mate se volvió en su amigo, la mantenía despierta y le quitaba el hambre, era un componente dos en uno para la joven que cada día estaba más delgada y ojerosa.
Sin darse cuenta, Sara había completado un semestre completo, sus notas de excelencia renovaron su beca y con esto sus ilusiones, sin embargo su salud se deterioraba silenciosamente sin siquiera dar una señal de pronta alerta.
A pesar de saber que iba muy bien en sus estudios esto no hizo que se relajará, a decir verdad la presión por la excelencia se hizo presente nublando su razón.
Una tarde de miércoles, Sara se hallaba en su puesto de trabajo, la cadena de comida rápida rotaba a sus trabajadores y pasaban de la caja registradora a la freidora no sin antes pasar por el punto de helados. Sara, se hallaba en la freidora con su mente nublada en sus estudios. -Una orden de papas medianas, un hot dog estilo ranchero y seis mini empanadas ¡ahora!- gritó la encargada del local a Sara, quien se dispuso a la faena de freír.
Sólo se escuchó un grito iracundo en medio del estruendo en la cocina, Sara, débil y cansada había perdido el equilibrio cayendo con un brazo dentro de la freidora. Los clientes en el local se amotinaron a la puerta viendo el espectáculo de la joven que yacía desmayada por el dolor.
Muchachas y muchachos en uniforme de trabajo corrían con Sara fuera de la diminuta cocina, su brazo enrojecido, repleto de ampollas que se reventaban solas y volvían a crecer era traumaticamente grotesco. Luego de varios minutos de gritos incesantes, curiosos grabando con sus celulares, por fin llevaron a Sara a un hospital. Mientras tanto la jefa de local gritaba que limpiarán y que retomarán la faena, que acá no había pasado nada.
Mientras tanto en el hospital la joven Sara, tendida en una camilla, sola, adolorida, veía su vida pasar, sus esfuerzos truncados y las lágrimas pronto aparecieron en sus ojos. Internada en el hospital con hipoglucemia, desnutrición, colon irritable por el exceso de café y mala alimentación hicieron que por fin Sara parara de esa rutina extenuante qué ella misma había creado.
En medio de su rehabilitación, tanto física como mental, hoy Sara comprende que los esfuerzos son buenos siempre y cuando su salud no se deteriore en el proceso y la marca en su brazo derecho, será el recordatorio de por vida de saberse viva en medio del caos.
English
The day Sara stopped
Young Sara Ortega, a dentistry student at La Araucana Institute, had developed a self-imposed routine. It had been difficult for her to get in, as her only option due to financial issues was a full scholarship. She achieved her goal and, thanks to her hard work and good grades, she enjoyed the scholarship. However, she couldn't let her performance slip, as that would be disastrous and the scholarship would be revoked.
Day and night, Sara went about her tasks, juggling her studies and a part-time job at a well-known fast food chain, leaving her completely exhausted. Sara looked like a zombie walking just for the sake of walking, her gaze fixed on her goal, but that goal was leading her to a winding and deep precipice.
Her long nights of studying often involved black, bitter coffee. At first, the steaming brew had the desired effect, but over time, her body adapted to it, and it no longer worked as it once did. Looking for new lifelines to stay awake at night, she turned to green tea. Mate became her friend, keeping her awake and taking away her hunger. It was a two-in-one solution for the young woman who was getting thinner and more haggard every day.
Without realizing it, Sara had completed a full semester. Her excellent grades renewed her scholarship and with it her hopes, but her health was silently deteriorating without even a warning sign.
Despite knowing that she was doing very well in her studies, this did not make her relax. In fact, the pressure to excel clouded her judgment.
One Wednesday afternoon, Sara was at her job. The fast-food chain rotated its workers, moving them from the cash register to the fryer, but not before passing through the ice cream station. Sara was at the fryer, her mind clouded by her studies. "One order of medium fries, one ranchero-style hot dog, and six mini empanadas, now!" shouted the manager to Sara, who set about frying.
All that could be heard was an angry shout amid the din in the kitchen. Sara, weak and tired, had lost her balance and fallen with one arm into the fryer. The customers in the restaurant gathered at the door, watching the spectacle of the young woman lying unconscious from the pain.
Girls and boys in work uniforms rushed Sara out of the tiny kitchen. Her arm was red, covered with blisters that burst on their own and grew back, a traumatically grotesque sight. After several minutes of incessant screaming and onlookers recording with their cell phones, Sara was finally taken to a hospital. Meanwhile, the restaurant manager shouted that they would clean up and resume work, that nothing had happened here.
Meanwhile, at the hospital, young Sara lay alone on a stretcher, in pain, watching her life pass her by, her efforts cut short, and tears soon appeared in her eyes. Admitted to the hospital with hypoglycemia, malnutrition, and irritable bowel syndrome from excessive coffee consumption and poor diet, Sara finally stopped the grueling routine she had created for herself.
In the midst of her physical and mental rehabilitation, Sara now understands that hard work is good as long as her health does not deteriorate in the process, and the scar on her right arm will be a lifelong reminder of knowing she is alive in the midst of chaos.
Relato: issymarie.
Imagen creada en Ideograma AI.
Texto traducido en deepl versión free.
Gracias por tu visita 💕