Saorín
La venganza de los grillos
Era el cumpleaños número trece de la dulce y pequeña Saorín, su aspecto débil, mejillas pálidas pintadas con pecas le daban un sutil toque a una muñeca de porcelana; su cabellera negra como la noche y brillante como la luna caía por sus hombros, un flequillo espeso muchas veces cubría sus ojos, más cuando rodeaban las lágrimas por alguna cosa.
Saorín, tenía fobia extrema a los grillos, el solo escuchar su sonido le provocaba urticaria y sus padres debían dar vuelta todos los muebles hasta hallarlo. Esta fobia se había desarrollado a sus cuatro años. En un paseo a la casa de su abuela, sus primas gemelas , Rina y Lina, tres años mayores que Saorín, le habían puesto grillos en sus zapatos.
Desde ese entonces aquella fobia vivía con ella, pero no la molestaba mucho ya que vivía en la ciudad. Sin embargo, para su desgracia, sus primas gemelas, llegaron a vivir muy cerca de su casa, y para remate, ambas molestias habían sido inscritas en la misma escuela de Saorín. Desde ese día, sus días de paz acabaron y fue blanco de burlas por su fobia.
Apodado como “la niña grillo”, Saorín, se convirtió en una niña retraída y solitaria, una vuelta extrema a la Saorín qué había sido hasta sus once años. Aquel año fue caótico, solitaria con vergüenza y una ira reprimida continuó con su rutina, su cumpleaños número doce pasó desapercibido, sus primas y amigas habían puesto grillos en una caja de regalo y al abrirlas, esos insectos saltaron sobre ella provocando un colapso profundo.
Aquella instancia provocó que la venganza emergiera en la pequeña, se mantuvo sumergida en su propósito haciendo creer a todos que todo estaba bien, nadie sabía que la pequeña Saorín, creaba una fachada a un plan que urdió con calma una calma tan fría que podría quemar.
Sus ojos negros observaban a sus víctimas, niñas, más bien alimañas ponzsoñosas, odiasas, malignas y despiadadas qué merecían un castigo y Saorín lo preparaba con dedicación.
Al llegar el cumpleaños número trece de Saorín, ella vestía un vestido en satin rosa, un lazo en su cintura, calcetines con holanes, zapatos de charol y su cabello suelto, tan suave y brillante. Sus padres mientras tanto se esforzaba en dejar todo listo, Saorín quería un cumpleaños sin padres, su coartada era que ya casi era una adolescente y sus padres asintieron al petitorio.
Su cumpleaños estuvo sin dificultades y la calma se mantuvo muy presente a cada instante, la comida estaba deliciosa, música del gusto de todas y para finalizar, una pijamada con películas y palomitas.
Saorín, sabía que sus primas amaban las pijamas, pero sabía de antemano que estas pijamada siempre las celebraban en el sótano, esto, para poder crear el ambiente preciso para las películas e historias de terror, así que como suponía, Rina y Lina, insistieron en que esto fuese así.
La pequeña aceptó sin reparos, y con sacos en mano bajaron las escaleras sin que los padres de Saorín se dieran cuenta. Ocho niñas además de la cumpleañera acomodaron sacos y comenzaron a contar historias de terror, Lina, contó la historia de los grillos asesinos, Saotome contigo su miedo y no quitó la sonrisa de sus labios, mientras su prima se frustraba por no poder llegar a su cometidos.
Siendo las tres de la madrugada, comenzaron a acomodarse para dormir, unas acomodadas al lado de las otras. Saorín, al ver que todas las dormían se levantó sigilosa. Cubrió las ventanas con cinta tal cual había lo había planeado, deliberadamente abrió la llave del gas en el calentador, su plan estaba en la cúspide.
Se sentó en su saco observando por si alguna despertaba, el olor a gas se hizo cada vez más fuerte y al ver que nadie despertaba salió del sótano con una sonrisa inverosímil en sus labios. Subió al baño, entró a su habitación y se acomodó para dormir con la satisfacción en su ser.
A la mañana siguiente el aroma a gas había llegado hasta la planta alta, Estela, madre de Saorín salió a revisar todo, abrió la puerta de la habitación de su hija, con curiosidad le preguntó por las otras niñas y allí Saorín le relató su historia. Rina y Lina habían incitado a realizar la pijamada en el sótano, posterior a eso Lina, había contado historias de grillo, se había asustado y salió al baño, allí lloró largo rato y decidió quedarse en su habitación.
Estela, molesta por lo que su sobrina había hecho a su hija bajo molesta a buscarla, para cuando abrió la puerta vio a las ocho niñas tumbadas en el piso sobre sus sacos. Llamó a emergencia, la ambulancia no tardó en llegar, pero era demasiado tarde, las ocho niñas yacían en el piso, mientras Saorín lloraba cubriendo su boca para que nadie notará qué su llanto era de satisfacción y no de dolor por la tragedia.
English
Saorín
The revenge of the crickets
It was sweet little Saorín's thirteenth birthday. Her delicate appearance and pale cheeks dotted with freckles gave her the subtle air of a porcelain doll. Her hair, black as night and shiny as the moon, fell over her shoulders, and thick bangs often covered her eyes, especially when they were filled with tears.
Saorín had an extreme phobia of crickets. Just hearing their sound gave her hives, and her parents had to turn over all the furniture to find them. This phobia had developed when she was four years old. On a trip to her grandmother's house, her twin cousins, Rina and Lina, three years older than Saorín, had put crickets in her shoes.
Since then, that phobia had lived with her, but it didn't bother her much since she lived in the city. However, unfortunately for her, her twin cousins came to live very close to her house, and to top it off, both nuisances had been enrolled in the same school as Saorín. From that day on, her days of peace were over, and she was the target of teasing because of her phobia.
Nicknamed "the cricket girl," Saorín became a withdrawn and lonely child, a complete turnaround from the Saorín she had been until the age of eleven. That year was chaotic. Lonely, ashamed, and filled with repressed anger, she continued with her routine. Her twelfth birthday went unnoticed. Her cousins and friends had put crickets in a gift box, and when she opened it, the insects jumped on her, causing her to break down.
That incident caused revenge to emerge in the little girl. She remained immersed in her purpose, making everyone believe that everything was fine. No one knew that little Saorín was creating a facade for a plan that she calmly devised with a coldness that could burn.
Her black eyes watched her victims, girls, or rather poisonous, hateful, evil, and ruthless vermin who deserved punishment, and Saorín prepared it with dedication.
When Saorín's thirteenth birthday arrived, she wore a pink satin dress, a bow at her waist, ruffled socks, patent leather shoes, and her hair down, so soft and shiny. Meanwhile, her parents were busy getting everything ready. Saorín wanted a birthday without her parents. Her excuse was that she was almost a teenager, and her parents agreed to her request.
Her birthday went smoothly, and calm prevailed at all times. The food was delicious, the music was to everyone's liking, and to top it all off, there was a sleepover with movies and popcorn.
Saorín knew that her cousins loved pajamas, but she also knew that they always held their sleepovers in the basement to create the right atmosphere for horror movies and stories. So, as she expected, Rina and Lina insisted that this be the case.
The little girl agreed without hesitation, and with sleeping bags in hand, they went downstairs without Saorín's parents noticing. Eight girls, in addition to the birthday girl, settled into their sleeping bags and began telling horror stories. Lina told the story of the killer crickets, Saotome shared her fear and kept a smile on her lips, while her cousin became frustrated at not being able to achieve her goals.
At three in the morning, they began to settle down to sleep, some next to each other. Saorín, seeing that they were all asleep, got up quietly. She covered the windows with tape as she had planned, deliberately turned on the gas valve on the heater, her plan was at its peak.
She sat on her bag, watching to see if anyone would wake up. The smell of gas grew stronger and stronger, and when she saw that no one was waking up, she left the basement with an unlikely smile on her lips. She went up to the bathroom, entered her room, and settled down to sleep with satisfaction in her heart.
The next morning, the smell of gas had reached the upper floor. Estela, Saorín's mother, went to check on everything. She opened her daughter's bedroom door and curiously asked her about the other girls. Saorín told her the whole story. Rina and Lina had encouraged them to have a sleepover in the basement. After that, Lina had told scary stories, got scared, and went to the bathroom, where she cried for a long time and decided to stay in her room.
Estela, upset by what her niece had done to her daughter, went to look for her. When she opened the door, she saw the eight girls lying on the floor on top of their sleeping bags. She called emergency services, and the ambulance arrived quickly, but it was too late. The eight girls were lying on the floor, while Saorín cried, covering her mouth so that no one would notice that her tears were of satisfaction and not of pain over the tragedy.
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