¿Quién eres?
Yara
¿Y si la leyenda no fuese como nos la contaron a través de los años? Nadie nunca la vio y solo se especulaba por su supuesta frase lastimera. La lloronaasí la llamaron, y su leyenda saltó de país en país, y hasta parecía que en cada uno estaba su versión, pero, ¿acaso habían tantas de ellas? ¿Era cien por ciento real? O quizás fue el método de algunos padres hace años de mantener a raya a sus propios hijos.
Recuerdo, que hacía años, mi prima mayor, Aura, nos había contado la historia de la llorona. Una mujer que había perdido a sus hijos y deambulaba por las calles llamándolos, se los habían arrebatado y ella no había podido protegerlos, su culpa en el pecho la llevó al suicidio y como alma errante en un plano que no le pertenece, continúa buscando el alma de sus niños. Sin embargo, por más que deambula, nunca los ha podido encontrar y por eso llora, pero con un llanto que rompe el silencio y crea el frío más poderoso que pueda existir.
-Aunque hay algo más-…dijo Aura en ese entonces. Cuando la lluvia cae y ella llora, el cielo oculta su llanto y sus gritos y así puede acercarse a sus hijos, es cuando hay que tener cuidado, porque quién sabe qué pueda pasar. Cuando Aura, nos contó esa leyenda, nos causó pesadillas por varias semanas y los padres, tíos y abuelos, la regañaron por aquello y ya no la dejaban a solas con los más pequeños.
Pero el tiempo había transcurrido, y de esa niña miedosa no quedaba nada, ahora era una mujer de treinta años, hecha y derecha, esposa y madre de un precioso niño de siete años, su nombre es Diego, y es mi adoración.
Vivíamos en una casa algo apartada, un jardín amplio, una vista hermosa. Habían sido años de completa felicidad, sin embargo algo ocurrió en una noche de intensa lluvia. Diego, se había ido a dormir. Juan Pablo, mi esposo, estaba fuera por motivos laborales, así que éramos solo nosotros dos en la casa, algo que había ocurrido en varias ocasiones, así que estábamos acostumbrados a estas rutinas.
Hice algunas tareas pendientes y al acabar fui a darle las buenas noches a mi pequeño, supongo se había quedado dormido mirando la lluvia por la ventana, ya que estaba tendido sobre la alfombra. Lo cargué y metí a su cama, aunque su expresión me llamó la atención. Cuando sintió sus cobijas se acurrucó y pensé que no era nada importante. Me fui a mi habitación y dormí sin preocuparme de nada, no había motivos.
Diego
Se había puesto a llover, y le dije a mamá que tenía algo de sueño, esta noche estábamos solos, papá, estaba trabajando y al día siguiente llegaría, siempre me traía un regalo al volver de su trabajo y esta vez me había dicho que traería un tren de juguete, uno que habíamos visto hace mucho tiempo.
Creo que eso me tenía emocionado, quería jugar con mi papá y el tren lo antes posible y pensé que si dormía rápido, más rápido llegaría la mañana. Mi habitación estaba pintada de azul, tenía mi cama, y una lámpara de naves espaciales para no sentirme a oscuras. La lluvia caía cada vez más fuerte, la cortina estaba entreabierta y caminé descalzo a cerrarla.
Mire tras el cristal, las gotas caían unas tras otras, cada vez más rápido y fuerte, el sonido fuera de casa era enorme, pero no me asustaban las tormentas, mamá siempre me dijo que era un niño valiente. Mientras miraba fijamente como deslizaba el agua por la ventana vi una silueta en la acera de enfrente.
Caminaba bajo la lluvia, aunque no se podía ver con claridad lograba ver que no usaba paraguas, aunque sí se distinguía su silueta. De pronto estaba justo delante de mí, solo el cristal nos separaba. El agua parecía que se abría como cortinas y allí la vi. Era una mujer, vestida de blanco, su cabello largo y grisáceo, sus ojos en los míos y los míos en los suyos, de repente su mano apoyada en el cristal, como si quisiera saludar o algo así.
Cuando desperté, ya era de mañana, estaba en mi cama y me dolía mucho la cabeza, me levanté y fui a la habitación de mamá, papá aun no llegaba y me metí a la cama con ella, me acurruque en su brazo y ella me abrazó, tenía miedo y frío pero no sabía de qué.
Yara
Me desperté con mi niño acurrucado en mi pecho, su cabeza hervía de fiebre, lo acomode en la cama y fui a buscar la medicina. Le puse compresas tibias en la frente y pecho. En medio de su fiebre deliraba y balbuceaba algo sobre “la señora de la lluvia”, pensé que quizás en la escuela alguien le había contado alguna historia de terror o era algún personaje de algún videojuego.
Estuve horas entre toma de temperaturas y compresas hasta que por fin le bajó la fiebre. A eso de las diez de la mañana, mi marido Juan Pablo regresaba a casa, como era su costumbre traía un regalo para nuestro hijo, pero en esta ocasión, nuestro pequeño estaba enfermo y entre ambos lo cuidamos.
Aquel día, la fiebre iba y venía, hasta que al llegar la noche, por fin estaba más relajado. Esa noche durmió bien y al día siguiente estaba animoso y con gran apetito. Juan Pablo y Diego, jugaron con el tren y reían y pensé que era algo normal, los niños se enferman y curan rápido y así mismo había pasado.
Sin embargo, unas semanas después, Diego volvió a tener fiebre, pero venía posterior a tener pesadillas, recuerdo una noche despertó gritando qué la señora de la lluvia lo llamaba. Se ponía tenso, el cuerpo rígido y aquellos episodios en lugar de sesar se volvían peores.
Seis meses transcurrieron entre días normales, pesadillas, desmayos y convulsiones. En reiteradas ocasiones corrimos a urgencias, donde cada diagnóstico decía que todo estaba bien, pero mi hijo no estaba bien y era algo que yo sabía como madre.
Diego
Mis días eran extraños, a veces estaba bien y otros mal, aunque muchos episodios de lo que hacía durante los días se borraban, era como si alguien usará una goma de borrar y sacara cosas de mis recuerdos. Aunque, mamá y papá, decían que estaba todo bien y yo les creía a medias, sabía que ellos me protegerían de cualquier cosa que estuviese mal.
Sin embargo, en esos episodios de falta de memoria me ponía mal, pero era una sensación extraña, tan extraña que ni yo sabía cómo describirlo.
Había dejado de ir a la escuela y por lo regular estaba en cama o en el sofá, mamá ponía todo de sí para animarme y papá había pedido vacaciones y jamás lo había hecho en estas fechas, así que sentía que algo no estaba bien.
Yara
Había llegado diciembre, se acercaba navidad, casi siete meses desde que el extraño padecimiento de Diego había empezado. Me daba miedo dejarlo solo y al ver que tardaba en el baño, me asuste y fui a verlo, allí estaba desmayado, tendido en el pasillo. Me abalancé sobre él, tomé sus manos mientras lloraba y afortunadamente abrió sus ojos.
Sus ojos en los míos y los míos en los suyos. Me soltó de las manos y su mirada refleja pánico, un terror que jamás había visto y no sabía cómo ayudarlo, le grite a mi marido y corrió a nosotros, le pedí que lo cargará y llevara a su habitación, mientras lloraba sintiendo que le había provocado un miedo iracundo a mi pequeño. En cuclillas lloré como una niña, tanto que me ahogaba y sollozaba al mismo tiempo sin entender nada.
Diego
Me asombré de ver a la señora de la lluvia en los ojos de mi madre, y ahí fue que empecé a recordar cada uno de los sueños y pesadillas que había tenido. Esa señora cada vez se acercaba un poco más a mí, pero sabía que el cristal de la ventana no la dejaría entrar. Pensé entonces que quizás mi madre no lo era y comencé a evitarla, solo me sentía seguro con mi padre y llegué al punto de pedirle que durmiera en mi habitación.
Así fue, no dijo nada y en silencio puso un saco de dormir en mi habitación parecía que estábamos en un campamento solo de dos. Mientras tanto, mi madre, parecía suponer que le temía y ella misma se alejaba, aunque no se si era una trampa o de verdad me protegía.
Yara
Mi pequeño me tenía miedo y por su salud me mantenía alejada,era un dolor que me carcomia desde adentro. Preparaba su comida, sin embargo Juan Pablo, se preocupaba de él, no era fácil ya que los tres estábamos en un estado de caos y ansiedad constante. Sentía culpa sin saber de qué y solo quería que mi niño estuviera bien de nuevo.
Pero todo estaba llegando al fin. Aquella noche del quince de diciembre, se largó una tormenta qué parecía no dar tregua. Diego comenzó a mostrar síntomas de fiebre y en el botiquín no quedaba medicina para estos casos. Juan Pablo, decidió ir a la farmacia ya que yo no sabía conducir. Mi hijo estaba acostado en su cama y yo sentada al pie de esta. La lluvia incesante caía sin querer parar.
Nerviosa camine a la ventana para ver si mi marido había llegado. Allí veía cómo las gotas de lluvia caían deslizando una tras otra. De pronto el agua en la ventana se abrió como una persiana y dejó ver una silueta bajo la tormenta.
Caminaba lento, tambaleante, pensé que podría ser mi marido, pero no lo era. Aquella figura era femenina, de pronto estaba justo frente a mi, una mujer extraña, cabello grisáceo. Alzó su mano al cristal y con su dedo indico a mi niño en la cama con una mirada inquietante.
En medio de un trueno se ahogó su grito y la historia de Aura, mi prima vino a mi memoria, ella era la llorona, reclamando a mi hijo como el suyo que estaba perdido. Sus lágrimas bajaban por sus mejillas casi extintas, me abalance sobre mi hijo y lo abracé. Lo tomé en mis brazos como queriendo volver a meterlo a mi vientre y grite a aquella cosa en la ventana que lo que en mis brazos estaba era mi sangre.
De repente me vi a misma mordiéndome la muñeca, sentía que debía hacer algo, brotó entonces un hilo de sangre y con esta manche a mi hijo.
Mi sangre, mi carne, este niño es mío así que vete de mi hogar, porque aquí nadie será tuyo.
De pronto la lluvia cesó como si hubiesen cerrado la canilla de la ducha y mi hijo despertó llamándome mami y mirándome con sus ojitos claros como siempre lo había hecho.
Desde aquella instancia, que no dejo que Diego mire por la ventana cuando llueve, porque quizás la llorona esté ahí, escondida tratando de robarse a un niño que no le pertenece.
English
Who are you?
Yara
What if the legend wasn't as we had been told over the years? No one ever saw her, and there was only speculation about her supposed mournful phrase. La Llorona, as she was called, and her legend spread from country to country, and it seemed that each one had its own version, but were there really so many of them? Was it 100% real? Or perhaps it was a method used by some parents years ago to keep their own children in line.
I remember that years ago, my older cousin, Aura, had told us the story of La Llorona. **A woman who had lost her children and wandered the streets calling for them, they had been taken from her and she had not been able to protect them, her guilt led her to suicide and as a wandering soul in a plane that does not belong to her, she continues to search for the souls of her children. However, no matter how much she wanders, she has never been able to find them, and that is why she cries, but with a cry that breaks the silence and creates the most powerful cold that can exist.
"Although there is something else..." Aura said at the time. When the rain falls and she cries, the sky hides her tears and screams, and she can get closer to her children. That's when you have to be careful, because who knows what might happen. When Aura told us that legend, it gave us nightmares for several weeks, and our parents, uncles, and grandparents scolded her for it and no longer left her alone with the little ones.
But time had passed, and nothing remained of that fearful little girl. Now she was a thirty-year-old woman, fully grown, wife and mother of a beautiful seven-year-old boy named Diego, whom I adore.
We lived in a somewhat secluded house with a large garden and a beautiful view. It had been years of complete happiness, but something happened on a night of heavy rain. Diego had gone to bed. Juan Pablo, my husband, was away on business, so it was just the two of us at home, something that had happened on several occasions, so we were used to these routines.
I did some pending tasks and when I finished I went to say goodnight to my little boy. I guess he had fallen asleep watching the rain through the window, as he was lying on the carpet. I picked him up and put him in his bed, although his expression caught my attention. When he felt his blankets, he curled up, and I thought it was nothing important. I went to my room and slept without worrying about anything; there was no reason to.
Diego
It had started to rain, and I told Mom that I was a little sleepy. Tonight we were alone. Dad was working and would arrive the next day. He always brought me a gift when he came home from work, and this time he had told me he would bring a toy train, one we had seen a long time ago.
I think that made me excited. I wanted to play with my dad and the train as soon as possible, and I thought that if I fell asleep quickly, morning would come faster. My room was painted blue. It had my bed and a spaceship lamp so I wouldn't feel like I was in the dark. The rain was falling harder and harder. The curtain was half open, and I walked barefoot to close it.
I looked out the window, the raindrops falling one after another, faster and harder, the sound outside the house was enormous, but storms didn't scare me, my mom always told me I was a brave boy. As I stared at the water sliding down the window, I saw a silhouette on the sidewalk across the street.
She was walking in the rain, and although I couldn't see her clearly, I could tell she wasn't using an umbrella, although her silhouette was distinct. Suddenly she was right in front of me, with only the glass separating us. The water seemed to part like curtains, and there I saw her. She was a woman, dressed in white, with long gray hair, her eyes on mine and mine on hers. Suddenly, she rested her hand on the glass, as if to say hello or something.
When I woke up, it was morning, I was in my bed and my head hurt a lot. I got up and went to my mom's room. Dad wasn't home yet, so I got into bed with her, curled up in her arms, and she hugged me. I was scared and cold, but I didn't know why.
Yara
I woke up with my child curled up on my chest, his head burning with fever. I settled him in bed and went to get the medicine. I put warm compresses on his forehead and chest. In the midst of his fever, he was delirious and babbling something about "the rain lady." I thought that maybe someone at school had told him a scary story or that it was a character from a video game.
I spent hours taking his temperature and applying compresses until his fever finally broke. At around ten in the morning, my husband Juan Pablo came home, as usual bringing a gift for our son, but on this occasion, our little boy was sick and we both took care of him.
That day, his fever came and went, until nightfall, when he was finally more relaxed. He slept well that night, and the next day he was cheerful and had a big appetite. Juan Pablo and Diego played with the train and laughed, and I thought it was normal; children get sick and recover quickly, and that's what had happened.
However, a few weeks later, Diego had a fever again, but it came after he had nightmares. I remember one night he woke up screaming that the rain lady was calling him. He became tense, his body stiff, and those episodes, instead of stopping, got worse.
Six months passed between normal days, nightmares, fainting spells, and seizures. We repeatedly rushed to the emergency room, where each diagnosis said that everything was fine, but my son was not fine, and that was something I knew as a mother.
Diego
My days were strange. Sometimes I was fine and other times I wasn't. Although many episodes of what I did during the day were erased, it was as if someone had used an eraser and removed things from my memories. Although Mom and Dad said everything was fine, and I half believed them, I knew they would protect me from anything that was wrong.
However, during those episodes of memory loss, I felt bad, but it was a strange feeling, so strange that I didn't even know how to describe it.
I had stopped going to school and was usually in bed or on the sofa. Mom did her best to cheer me up, and Dad had taken a vacation, which he had never done at this time of year, so I felt that something was not right.
Yara
December had arrived, Christmas was approaching, almost seven months since Diego's strange condition had begun. I was afraid to leave him alone, and when I saw that he was taking a long time in the bathroom, I got scared and went to check on him. There he was, lying unconscious in the hallway. I rushed over to him, took his hands while crying, and fortunately, he opened his eyes.
His eyes were on mine and mine were on his. He let go of my hands and his gaze reflected panic, a terror I had never seen before, and I didn't know how to help him. I shouted to my husband and he ran to us. I asked him to carry him to his room, while I cried, feeling that I had caused my little boy to be so afraid. Crouching down, I cried like a child, so much that I was choking and sobbing at the same time, not understanding anything.
Diego
I was amazed to see the lady of the rain in my mother's eyes, and that's when I began to remember every dream and nightmare I had ever had. That lady was getting closer and closer to me, but I knew the windowpane would keep her out. I then thought that maybe my mother wasn't my mother, and I began to avoid her. I only felt safe with my father, and I even asked him to sleep in my room.
That's how it was. He didn't say anything and silently put a sleeping bag in my room. It was as if we were camping, just the two of us. Meanwhile, my mother seemed to assume that I was afraid of her and she distanced herself, although I don't know if it was a trap or if she was really protecting me.
Yara
My little boy was afraid of me and for his health I kept my distance, it was a pain that ate away at me from the inside. I prepared his food, but Juan Pablo took care of him. It wasn't easy, as the three of us were in a state of constant chaos and anxiety. I felt guilty without knowing why, and I just wanted my child to be well again.
But everything was coming to an end. That night, December 15, a storm broke out that seemed to show no sign of letting up. Diego began to show signs of fever, and there was no medicine for such cases in the medicine cabinet. Juan Pablo decided to go to the pharmacy since I didn't know how to drive. My son was lying in his bed, and I was sitting at the foot of it. The incessant rain fell without stopping.
Nervously, I walked to the window to see if my husband had arrived. There I saw the raindrops falling one after another. Suddenly, the water on the window opened like a blind and revealed a silhouette under the storm.
It was walking slowly, unsteadily, and I thought it might be my husband, but it wasn't. That figure was female, and suddenly it was right in front of me, a strange woman with gray hair. She raised her hand to the glass and pointed her finger at my child in bed with a disturbing look.
In the midst of thunder, her cry was drowned out, and the story of Aura, my cousin, came to my mind. She was the weeping woman, claiming my son as her own who was lost. Her tears ran down her almost exti