Hasta ese día, la verdad salió a la luz junto con unos tragos de tequila. # Era su cumpleaños número veintiuno y ella había tomado la decisión de celebrarlo con sus amigos más cercanos, incluyéndome. Su plan más personal: hacer de Cupido. Aurora tenía esta idea retorcida de quererme emparejar con su mejor amigo. Decía que su cumpleaños era el momento perfecto y que lo iba a adorar. Si tan solo supiera lo equivocada que estaba. Mi confusión había empezado desde que besé a mi vecina mientras jugábamos a la casita, y siguió en la prepa cuando la chica menos social de mi clase me robó un beso en la sala de informática. Sin embargo, nada parecido volvió suceder y traté de convencerme de lo que sentí en esas dos ocasiones fue solo producto de mi imaginación y mis hormonas. Pero, ahora todo era diferente. Habíamos sido compañeras de cuarto desde hace dos años y medio, y nunca me planteé que me gustara. No fue hasta que empezó a desvestirse frente a mí, que algo en mi cuerpo despertó. Cuando hacía eso, evitaba mirarla directamente, pero me era sumamente difícil cuando ella me preguntaba cómo se veía. Como si no supiera que lo hermosa que era. En las noches, me descubría a mí misma mirándola mientras dormía. Era el único momento en el que podía hacerlo sin que ella me descubriese. Entonces podía grabarme en la mente su hermoso cabello azabache, sus labios ligeramente rosados y su piel clara, con lunares que adornaban su espalda. Toda su belleza me invitaba a robarle un beso mientras ella yacía en los brazos de Morfeo, pero me contenía porque sabía que no era correcto. Ella había decidido que el mejor lugar para celebrar su cumpleaños era en el pub más concurrido de la ciudad. Todos nuestros amigos irían y eso significaba que Ryan, su mejor amigo, estaría allí. Mientras íbamos en su auto, no podía dejar de pensar en una excusa para que Aurora desistiera con su idea de emparejarme con su amigo. No me interesaba en lo absoluto conocerlo, menos cuando a quien quería besar era a otra persona. —No sabes lo emocionada que estoy de que conozcas a Ryan. Te va a encantar. —Lo dudaba. —Claro. —No sabía que otra cosa decir. Ella siguió hablando de lo encantador que era su amigo, que era el mejor prospecto para mí y que lo iba a adorar. No sabía por qué insistía tanto en decirme las cualidades de Ryan. Nada de lo que pudiera decir iba a cambiar el hecho de que estaba enamorada de ella en secreto. Llegamos al pub y ahí estaban todos esperando a la protagonista de la noche. La ronda de abrazos y felicitaciones me pareció que duró una eternidad, hasta que llegó el momento del reencuentro de Aurora y Ryan. Ambos gritaron de emoción al verse y aunque me pareció tierno, por un momento me sentí desplazada. Luego, como si mis pensamientos fueran muy evidentes, Aurora volteó a verme y tomó mi mano, lo que hizo que mi corazón se acelerara estúpidamente. —Ryan, ella es Amalia. No sabes las ganas que tenía de que se conocieran. —Él era guapo; tenía unos ojos cristalinos como el agua, y no su físico era bastante proporcionado. Sin embargo, no me provocaba absolutamente nada. Sonreí por pura cortesía. —Aurora me habló mucho de ti —dijo él con una sonrisa. —Es un gusto conocerte. —Me pareció que de mi boca salía la mentira más grande mi vida. —¡Qué hermoso es tener a mis dos personas favoritas en el mismo lugar! —No sabía si reírme por la ironía o alegrarme por ella—. Vamos por unos chupitos. No se cumplen veintiún años todos los días. Aurora nos arrastró hasta el reservado donde estaban todos nuestros amigos y fue entonces que la fiesta comenzó. Había risas por doquier, dos bandejas de nachos con queso, y mucho licor. Aurora no se separaba de Ryan, lo que me parecía molesto, pero al mismo tiempo no dejaba de mirarme lo cual consideraba extraño. Supuse que seguía hablándole de mí y de cómo él y yo podíamos hacer una linda pareja, puaj. Intenté no enfocarme en ellos, tenía que hacer de cuenta que mis sentimientos no existían. Esta noche se trataba de Aurora y no de mí, así que hice lo más normal, beber con mis amigos hasta perder la conciencia, o al menos eso esperaba. Vi que Aurora también empezó a beber sin moderación y por un segundo me preocupé. Por otro lado, no podía decir ni hacer nada al respecto. Ryan sugirió jugar al beer pong, y ella saltó con emoción ante la idea. Me gustaba ese juego porque era buena en ello, pero Aurora era fatal y sabía en menos de lo que cantaba un gallo estaría totalmente borracha. El grupo armó la mesa con los vasos y pronto empezó el juego. Ella era la protagonista de la noche, por lo que decidió participar de primera. Las rondas fueron de grupos de dos, y aunque veía a todo el mundo disfrutando y riendo, por dentro, yo tenía ganas de desaparecer cada vez que Ryan se me acercaba a preguntarme algo random. Para quitármelo de encima me pegué como una garrapata a una de nuestras amigas. De reojo vi que Aurora me miraba con fastidio y suspiré. Sus ojos ya se veían rojos por el alcohol, mientras que yo intentaba ser moderada, cosa en la que estaba fallando porque ya me sentía mareada. —Iré al baño un momento —dije a mi amiga. —¿Quieres que vaya contigo? —preguntó con amabilidad. —No, no hace falta. Divierte. Me dirigí a los baños, y por suerte, no había cola. Entré y de inmediato sentí el olor a desinfectante. Mi miré en el espejo y mi reflejo me decía que estaba a unos cuantos chupitos de perder la cabeza. A través del espejo vi un cubículo vacío y me metí para poder liberar mi vejiga de tanto alcohol. Intentaba no pensar en nada, cuando un golpe en la puerta me hizo saltar. —¿Ya vas a salir? —Era su voz. —Sí. Dame un momento. —Me acomodé los pantalones y salí. Aurora estaba sentada en la encimera del lavabo y yo fui a lavarme las manos. Sentía su mirada atravesándome. —¿Te pasa algo? —No. —Ryan dice que no le das ni la hora. —Vaya. Lo siento. Espero que no la esté pasando mal. —Me escurrí las manos y tomé un pedazo de papel para secarlas. —¿Por qué estás siendo sarcástica? Pensé que te gustaría. El mareo se me estaba subiendo, y verla ahí sentada con esa cara de enojo me estaba provocando más cosas de las que debería. —No sé por qué creíste eso. ¿Acaso eres ciega? —¿Qué estaba diciendo? —¿A qué te refieres? —Obviamente, estaba confundida. —Olvídalo. Tiré la bola de papel al cesto y me dirigí a la puerta. De pronto, una corriente eléctrica subió por mi espalda. Ella sujetó mi brazo y yo sentí que no iba a aguantar más. —¿Te gusta alguien más? —Es tu cumpleaños. Deberías enfocarte en ti, no en mí. —Tú eres mi mejor amiga. —Esas palabras se sintieron como cuchillos en mi espalda. —Lo sé. —Respiré profundo y me di la vuelta para encararla—. Volvamos a la fiesta. —Dime quién te gusta. —No tiene caso seguir hablando del tema, Aurora. —¿Por qué? —Porque es lo mejor. —¿Para quién? —Para las dos. Y en ese momento no sé si ella entendió lo que trataba de decir, pero sus ojos me miraron con una profundidad que antes no había visto. No quería malinterpretarlo. Ella estaba ebria, y yo estaba siendo una terrible amiga. Lo mejor que podía hacer era huir. Pero justo cuando quise hacerlo, cuando había decidido cortar la conversación y escabullirme como una cobarde, la mano de Aurora apretó mi brazo con fuerza, atrayéndome a ella y por consiguiente, robarme el beso que tantas noches había anhelado robarle yo a ella.