Salud mental: visto desde la atención, la concentración y la meditación (SPA-ENG)

En la era de las redes sociales, escucho y leo sobre la destrucción de la concentración. Sí, la mayoría estamos embaucados en contenido breve e intrascendente que lleva a pasar horas y horas «escroleando» en el celular o en el computador para matar el tiempo, callar o engañar a la mente ante las adversidades de la vida, o para procrastinar aquellas tareas o actividades que incomodan. Por ejemplo, esta mañana, el algoritmo de YouTube me sedujo por alrededor de una hora, y si bien los vídeos eran interesantes, estaban lejos de coadyuvar a mis objetivos, tales como escribir este post que lees. En cierta manera, el supuesto antídoto o remedio para acallar a la azotea loca, expresión que posiblemente se originó de los pensamientos de la religiosa del siglo XVI, Teresa de Jesús, termina siendo peor que la enfermedad. Lo cierto del caso es que tal barullo perturba la ansiada paz interior. Por otro lado, veo un problema metafísico al disgregar nuestro ser en cuerpo y mente. Claro, entiendo que esto deviene de una tradición cientificista que procura superar las limitaciones cognitivas del ser humano. Y dirán: ¿cuál es el problema? No ves que existen disciplinas del saber que se especializan en la mente, tales como la sociología (mente colectiva), la psicología (mente individual) y la psiquiatría (en el sustrato material de la mente). Sí, claro… Pero si indagan bien, la mente sigue siendo un territorio tan desconocido e inexplorado como el universo mismo. Incluso no hay consenso pleno sobre lo que es la mente. ¿Es sustancia o es inmaterial? Díganme: ¿Quién ha visto un pensamiento o lo ha pesado? Entienden, por un lado, que descomponer el todo en sus partes para estudiarlo también podría limitar el correcto entendimiento y la solución ante un desorden. Bueno, pararé aquí, en la disquisición filosófica, para no entrar en un debate al respecto. Al final, lo relevante para la salud mental está en los efectos sobre lo cotidiano, en el diario vivir de las personas en sociedad. Lanzaré con temeridad una idea al ruedo. ¿Y si, en parte, la salud mental está determinada por la atención? Esa... la que se disputan las grandes corporaciones tecnológicas con sus apps invasivas y adictivas, y que estimula la secreción de hormonas tales como la dopamina. En la actualidad, el mindfulness está de moda y se centra en prestar atención al aquí y al ahora.  Usa prácticas, principalmente budistas, como la meditación y el yoga con fines terapéuticos para superar la frustración, la soledad, el desconcierto, la amargura y hasta para aumentar la productividad del trabajo. En el pasado reciente, fieles al legado ancestral, estas prácticas eran un medio para reconectar lo humano con la naturaleza y alcanzar la espiritualidad. ¿Veis la diferencia? Sutil y abismal. Estarán de acuerdo en que la atención es clave para la salud mental. No es que la quiera hacer coincidir a la fuerza. Para mí resulta evidente que la atención está hermanada con la consciencia. Es más, creo que indivisible, como todo lo que mantiene su esencia en la vida. Asimismo, nos hemos acostumbrado a oír sin distinción sobre la atención, la concentración y la meditación. Vocablos íntimamente relacionados. Pero poco discernimos cómo (me incluyo entre los ignorantes). ¿Por qué? En virtud del arrastre de la sociedad en las vorágines modernas de sus fines colectivos, centrados en postulados de lo material y en el afán de la máxima productividad. Por supuesto que son importantes, mas no suficientes y por ello tanta toxicidad y estrés afectando a la gente. Además, el paradigma dominante no es el único ni mucho menos el mejor. A ver… prestar atención es focalizarse en conectar con el momento. Ya sea en el contexto o hacia el interior del ser. Y aquí entre el segundo gran término, la concentración, cuando conscientemente se elige en dónde fijarse. Si es abierta, se sigue el ritmo que nos marca el devenir, dejándonos fluir, o podríamos fijar la mente en algo con absoluta exclusión de lo demás. Una acción deliberada. Ven el significado de estar concentrado. En cambio, la mayoría del contenido y la dinámica de las redes sociales rompen con tal propósito, trayendo más caos a nuestra azotea, volviéndola más loca de lo aceptable. Entonces, la meditación entra al auxilio. Como herramienta para recuperar el foco y desarrollar la atención concentrada. Quien no medita vive en automático, por lo general. A los compases de los pensamientos, en un ruido que, tarde o temprano, lo desestabilizará hasta caer en la enfermedad: mental o física; siendo pragmático. A esta altura, me dirán ahora: «… ¡Pamplinas, no me has dicho nada nuevo!». Y tienen mucha razón… Entonces, si lo saben… ¿Por qué viven atados a los teléfonos inteligentes? Bueno, debería decir: estamos. Lo admito, yo también caigo muy a menudo. ¿Debería salir corriendo a una escuela de mindfulness?

Quizás… pero creo que bastaría (para empezar) con prestar más atención en detalles aparentemente triviales que son realmente importantes, tales como, por ejemplo: el acto mismo de respirar, el sentir el peso y la textura de la ropa sobre la piel, el olfatear el aroma de la comida mientras es preparada, el ver con foco los objetos que a diario usamos, el escuchar cada sonido alrededor, el saborear cada plato de comida sin prisa. Nada místico ni extraordinario. Esto sería una atención concentrada libre. Hace un rato, antes de sentarme a escribir. Apagué el monitor y cerré los ojos. Por cinco minutos, sentado en mi silla de trabajo, relajé los músculos y enfoqué mi mente en las sensaciones de mis manos posadas sobre la mesa. Sin pensar, ni divagar, ni razonar. Solo en sentir el flujo de mi sangre por debajo de la piel de mis yemas, de los dedos que palpaban la lisa y fría superficie. Luego me detuve en la contemplación del ritmo de mi respiración. Justo en el momento del cambio de la aspiración y la exhalación, para notar la oscilación en la temperatura. Breves minutos valiosos para reenfocarme en mis objetivos, sin ni siquiera esforzarme en algo extraordinario. Ahora, si quieres adentrarte en las profundidades de tu ser. Esto escalaría de nivel. Tal vez, necesitarás de un guía. No tiene que ser externo. Sospecho que lo hallarás en la voz interior. Uno que se ha formado a porrazos y se esconde en las fronteras entre lo consciente y lo que no lo es, pero que está allí, debajo de la superficie. Un guía que habla sin palabras y que se mantiene inaccesible. Quizás sea este el fin del camino de los sabios antiguos de occidente y del oriente: el encuentro con nuestra esencia espiritual, en donde la sanidad emana al cuerpo. Saben, viene a mi mente, la afirmación o revelación de que toda enfermedad (de cuerpo o de la mente) es sola la manifestación externa de una perturbación espiritual (una falta de armonía entre el yo y el universo). No sé qué tendrá de cierto, pero resuena fuerte en mi alma. Al final, creo que la salud requiere de la atención al pensar, hablar y actuar para vivir significativamente en armonía. Es decir, ser coherente y consciente. Claro, en un mundo como el nuestro, pareciera no ser tan fácil. Los invito a prestar más atención a los detalles importantes de la vida, a concentrarse en el bien, a practicar la meditación para mantenernos vibrando en la zona de bienestar y a actuar en consecuencia sin dañar a los demás. Por otro lado, en cuanto a la exposición a las redes sociales, no requieren volverse ascetas digitales ni exiliar a las redes sociales. En cierta manera, son ventanas al mundo y deben ser abordadas con inteligencia. Limiten el tiempo que les dedican y busquen contenido de calidad en la información más allá del mero entretenimiento. Por supuesto, esto requerirá de prudencia y sabiduría. Y en los casos extremos, si se sienten desbordados y afectados en lo mental, no duden en buscar ayuda profesional. Saludos.

In the age of social media, I hear and read about the destruction of concentration. Yes, most of us are enthralled by short, inconsequential content that leads us to spend hours scrolling on our phones or computers, killing time, silencing or deceiving our minds in the face of life's adversities, or procrastinating on tasks or activities that make us uncomfortable. For example, this morning, YouTube's algorithm seduced me for about an hour, and while the videos were interesting, they were far from helping me achieve my goals, such as writing this post you're reading. In a way, the supposed antidote or remedy to silence the crazy rooftop, a term that possibly originated from the thoughts of the 16th-century nun Teresa of Jesus, ends up being worse than the disease. The truth is that such noise disturbs our longed-for inner peace. On the other hand, I see a metaphysical problem in disaggregating our being into body and mind. Of course, I understand that this stems from a scientific tradition that seeks to overcome human cognitive limitations. And you might say, 'What's the problem?' Don't you see that there are disciplines of knowledge that specialize in the mind, such as sociology (the collective mind), psychology (the individual mind), and psychiatry (the material substratum of the mind)? Yes, of course... But if you investigate closely, the mind remains a territory as unknown and unexplored as the universe itself. There's not even a full consensus on what the mind is. Is it substance or immaterial? Tell me: Who has ever seen a thought or pondered it? You understand, on the one hand, that breaking down the whole into its parts to study it could also limit proper understanding and solutions to a disorder. Well, I'll stop here, in the philosophical disquisition, so as not to enter into a debate on the matter. In the end, what's relevant for mental health lies in the effects on everyday life, on people's daily lives in society. I'll boldly throw an idea into the ring. What if, in part, mental health is determined by attention? That... the kind that large technology corporations are fighting over with their invasive and addictive apps, which stimulates the secretion of hormones such as dopamine. Currently, mindfulness is all the rage and focuses on paying attention to the here and now. It uses practices, primarily Buddhist, such as meditation and yoga, for therapeutic purposes to overcome frustration, loneliness, bewilderment, bitterness, and even to increase work productivity. In the recent past, faithful to ancestral heritage, these practices were a means to reconnect humanity with nature and achieve spirituality. See the difference? Subtle and profound. You'll agree that attention is key to mental health. I don't want to force it to coincide. It's clear to me that attention is closely linked to consciousness. What's more, I believe it's indivisible, like everything that maintains its essence in life. Likewise, we've become accustomed to hearing indiscriminately about attention, concentration, and meditation. These words are closely related. But we hardly discern how (I include myself among the ignorant). Why? Because society is dragging itself into the modern vortex of its collective goals, centered on postulates of materialism and the pursuit of maximum productivity. Of course, they're important, but not sufficient, and that's why so much toxicity and stress affect people. Furthermore, the dominant paradigm isn't the only one, nor is it the best. Let's see... paying attention means focusing on connecting with the moment. Whether in the context or within one's being. And here comes the second great term, concentration, when one consciously chooses where to focus. If it's open, one follows the rhythm that the future sets for us, letting ourselves flow, or we could focus our mind on something to the absolute exclusion of everything else. A deliberate action. They see the meaning of being focused. Instead, most of the content and dynamics of social media break with that purpose, bringing more chaos to our lives, making it crazier than acceptable. Then, meditation comes to the rescue. As a tool to regain focus and develop concentrated attention. Those who don't meditate generally live on automatic. At the pace of their thoughts, in a noise that, sooner or later, will destabilize them until they fall into illness: mental or physical, being pragmatic. At this point, you'll tell me now: "...Nonsense, you haven't told me anything new!" And you're quite right... So, if they know... Why do they live tied to their smartphones? Well, I should say: we are. I admit, I fall into it very often, too. Should I run away to a mindfulness school?

Perhaps... but I think it would be enough (to start) to pay more attention to truly important and seemingly trivial details, such as, for example: the very act of breathing, feeling the weight and texture of clothes on your skin, smelling the aroma of food as it's being prepared, focusing on the objects we use every day, listening to every sound around us, savoring each plate of food without rushing. Nothing mystical or extraordinary. This would be free, concentrated attention. A little while ago, before sitting down to write, I turned off the monitor and closed my eyes. For five minutes, sitting in my work chair, I relaxed my muscles and focused my mind on the sensations of my hands resting on the table. Without thinking, wandering, or reasoning. Only feeling the flow of my blood beneath the skin of my fingertips, of my fingers touching the smooth, cold surface. Then I paused to contemplate the rhythm of my breathing. Right at the moment of the change between inhalation and exhalation, notice the oscillation in temperature. Brief, precious minutes to refocus on my goals, without even striving for anything extraordinary. Now, if you want to delve into the depths of your being, this would take things to a higher level. Perhaps you'll need a guide. It doesn't have to be external. I suspect you'll find it in your inner voice. One that has been formed through hard work and lurks on the borders between the conscious and the unconscious, but is there, beneath the surface. A guide who speaks without words and remains inaccessible. Perhaps this is the end of the path of the ancient sages of the West and the East: the encounter with our spiritual essence, where healing emanates from the body. You know, the affirmation or revelation comes to mind that all illness (of the body or the mind) is merely the external manifestation of a spiritual disturbance (a lack of harmony between the self and the universe). I don't know how much of this is true, but it resonates strongly in my soul. Ultimately, I believe that health requires attention to how we think, speak, and act to live meaningfully in harmony. That is, to be coherent and conscious. Of course, in a world like ours, it doesn't seem so easy. I invite you to pay more attention to the important details of life, to focus on what's good, to practice meditation to keep ourselves vibrating in the zone of well-being, and to act accordingly without harming others. On the other hand, regarding exposure to social media, you don't need to become a digital ascetic or exile yourself from social media. In a way, they are windows to the world and should be approached intelligently. Limit the time you spend on them and seek quality content beyond mere entertainment. Of course, this will require prudence and wisdom. And in extreme cases, if you feel overwhelmed and mentally affected, don't hesitate to seek professional help. Greetings.