An unforgettable character? What a question to encourage writing this time! I confess that at first, I faced a blank wall while processing the scope of the prompt. But crystal clarity soon tore it down. Well, I correct myself, not tore it down. In fact, I began to paint it with ideas and feelings backed by memories. And then, the wall took on meaning. Without a doubt, maternal figures have great relevance in our lives. Of course, I don't deny the exceptions, just as every rule has them. The love we receive from our mothers transcends and strengthens over the years, making them, generally, the most endearing character in our lives. Now, beyond the emotional and immediate, we also encounter, on our journey, gigantic figures who even overshadow our own mothers, yet who, nevertheless, do not displace them from their place in our own existence. On the contrary, they illuminate them. I still remember, as if it were yesterday, the black and white television images I watched at an early age during the Catholic Easter celebrations, recreating the lives of biblical figures. Moses and Jesus of Nazareth made a strong impression on me, to the point that I wanted to imitate them at just seven years old, in their essence of humility and compassion. Imagine my mother's face when I questioned her about why we were at the beach during Holy Week, instead of being at home meditating on the biblical messages. In the hammock, I rocked gently, while the breeze from the lake blew, and the bustle and laughter of people enjoying their time spread over the sand and rocks. Under the palm trees, my imagination soared. Of course, with time and the routine of civilizing, the uneasiness of the doubts generated by the divergence between the conceptual and the experiential gradually faded without being resolved, and other models emerged. Important, but less benign. Already in my adolescence, immersed in classical literature and history, the giant figure of Alexander the Great of Macedonia captured my attention. I read several biographies, and the warrior spirit took hold of me. Curious, isn't it? How easily one can change one's mind and attitude! Over time, I spent a good amount of time in my country's armed forces. And despite the strong indoctrination, deep inside, the pacifist always took control. My ideal was always to defend the helpless and weak. Although, to be honest, the environment of manipulation by ideals and symbols distances us from our purpose. In the end, I returned to my main role model. Of course, knowing that it was necessary to dismantle and undo the web of power that had been woven around the figure of the Nazarene for centuries. Consequently, I stopped perceiving myself as a member of any religion, even though I was born and raised in a non-practicing, ecumenical Catholic environment, permeable and tolerant of certain customs. I no longer feel fully represented. So, I could say I'm a heretic to any religion. I opened my mind and heart to the message, beyond the messenger. I understood that love is the supreme purpose of every living being, and that everything else is an imperfect manifestation of it. Now, I see the world around me through different eyes. I never cease to marvel, I don't deny my past, I don't hold a grudge in my heart, although, at times, I momentarily stumble upon a toxic thought or two. A fragile being on the path to experiencing the ultimate love. Perhaps an unattainable ideal, but worthy and desirable. Thank you for following my chronicles, and I trust they have been to your liking. Greetings, my dear SilverBloggers. See you soon, God willing.

##### Thanks for reading to me. I hope this writing is to your liking. I would very much like to read your comments and enrich myself with your criticism.

¿Un personaje inolvidable? ¡Vaya pregunta para incentivar las crónicas en esta oportunidad! Confieso que al principio me enfrenté a una pared en blanco, mientras procesaba el alcance del prompt. Pero pronto la claridad meridiana la derribó. Bueno, corrijo, no la derribo. En realidad, empecé a pintarla con ideas y sentimientos respaldados en recuerdos. Y entonces, la pared tomó significado. Sin duda, las figuras maternas tienen gran relevancia en nuestras vidas. Claro, no niego las excepciones, como toda regla. Y es que el amor que recibimos de nuestras madres trasciende y se fortalece con los años, haciéndolas, por lo general, el personaje más entrañable de nuestras vidas. Ahora, más allá de lo afectivo e inmediato, también encontramos, en el peregrinar, con personajes gigantescos que, incluso, opacan a nuestras propias madres, y que no, por ende, las desplazan del sitio que les damos en nuestra propia existencia. Al contrario, las iluminan. Aún recuerdo, como si fuera ayer, las imágenes en blanco y negro de la televisión que a temprana edad veía durante la conmemoración de la Pascua católica que recreaban las vidas de personajes bíblicos. Moisés y Jesús de Nazaret causaron una fuerte impresión en mí, hasta el punto de querer imitarlos con apenas siete años, en su esencia de humildad y de compasión. Imagina la cara de mi madre cuando la interpelé sobre por qué estábamos en la playa en plena Semana Santa, en vez de estar en casa meditando sobre los mensajes bíblicos. En el chinchorro me mecía con suavidad, mientras la brisa del lago soplaba, y el bullicio y risas de personas que disfrutaban del asueto se esparcían sobre las arenas y los pedruscos. Debajo de las palmeras volaba mi imaginación. Claro, con el tiempo y la rutina civilizadora, los desasosiegos de las dudas generadas por la divergencia entre lo conceptual y lo experiencial fueron diluyéndose sin resolverse y aparecieron otros modelos. Importantes, pero menos benignos. Ya en la adolescencia, inmerso en la literatura e historia clásica, la figura gigante de Alejandro Magno de Macedonia captó mi atención. Leí varias biografías, y el espíritu guerrero se apoderó de mí. Curioso, ¿no? ¡Qué fácil uno puede cambiar de parecer y actitud! Con el tiempo, pasé un buen rato en las fuerzas armadas de mi país. Y a pesar del fuerte adoctrinamiento, en mi interior, el pacifista siempre tomó el control. Mi ideal siempre fue el de defender al desvalido y débil. Aunque, para ser honesto, el ambiente de manipulación por ideales y símbolos nos aleja del propósito. Al final, regresé a mi principal modelo seguido. Por supuesto, a sabiendas de que era necesario desmantelar y deshacerse del entramado de poder que durante siglos se había tejido sobre la figura del Nazareno. En consecuencia, dejé de autopercibirme como integrante de alguna religión, aunque nací y crecí en un entorno católico no practicante y ecuménico, permeable y tolerante de ciertas costumbres. Ya no me siento plenamente representado. Así que podría afirmar que soy hereje a cualquier religión. Abrí mi mente y mi corazón al mensaje, más allá del mensajero. Entendí que el amor es el propósito supremo de todo ser viviente, y que lo demás es una manifestación imperfecta de este. Ahora, veo el mundo que me rodea con otros ojos. No dejo de maravillarme, no reniego de mi pasado, no guardo rencor en mi corazón, aunque, a veces, tropecé momentáneamente con uno que otro pensamiento tóxico. Un ser frágil en la senda de experimentar el máximo amor. Quizás un ideal inalcanzable, pero digno y deseable. Gracias por acompañarme en mis crónicas y confío en que hayan sido de su agrado. Saludos, mis queridos SilverBloggers. Nos veremos pronto, con el favor de Dios.

##### Gracias por leerme. Espero que este escrito sea de su agrado. Me gustaría mucho leer sus comentarios al respecto para enriquecerme con sus críticas.