I have many acquaintances who have moved dozens of times for work. A job we shared, by the way. But fortunately, that wasn't my case. Now that I think about it, it's a complete rarity. Although I'll be honest, on a couple of occasions, my wife also pressured me to move from where we've lived for more than thirty years, due to water leaks in the residential building. A disagreement I'd rather forget. And why do I resist moving? Perhaps because of the peacefulness of the area, and because two of my children were born here. It also saves me all the stress involved in organizing and packing the belongings I've gathered over the years. Yes, I've probably missed out on excellent real estate opportunities in better areas. I don't doubt it.
On the other hand, of course, I moved once! I ruled out temporary moves to be with my grandmother. A suitcase full of clothes isn't like trucks or containers with all your belongings. Here, I think about the advantages of a frugal life with a minimalist approach. In the best digital nomad style. I even think of forced immigrants, who have left everything behind: homes, families, and friends, shedding emotional attachments. Fortunately, we now have simultaneous audio and video technological links, which, while they don't replace the warmth of a hug, at least they ease the pain.
I remember that, when I was twelve years old, my parents left a house right on the town's main avenue. It was rented, but my parents wanted to buy it, and they made offers to the owner on more than one occasion. The man, whose last name was Rosendo, declined. You didn't think we moved because of that? No. The event that prompted the move was the collapse of part of the roof. In the construction of the house, the masons used water from a nearby open lake (connected to the sea) in the mixture of cement and stones. So, over the years, the internal rebar corroded, weakening the structure. In that sense, I think my parents were very fortunate not to invest in that beautiful house of my memories.
Yes, the house was modest, but also beautiful. The covered porch, about 30 meters long, was bordered by a concrete fence with carved silver metal floral figures that reached to an adult's waist. The gate led to a six-inch-high path, whose black and white granite floor divided two portions of land planted with flowers in the center. The path led to the main entrance area. The white oval wall with vertical medium-sized windows broke into another straight wall for the entrance door, divided down the center, and at the other end, a large vertical window with orange and greenish corrugated glass framed in wood. Adjacent, on the right side, was the covered garage, just large enough for one vehicle and with recessed light fixtures in the style of the sixties. Perhaps from the fifties. Forgive me for the description in place of the photos, which are surely in black and white in some album on the shelf of the house we moved to, and which, after my mother went to live with my sister abroad, is cared for by one of my relatives.
By the way, my parents' permanent home, much larger and with fruit trees (mango, medlar, and lemon), was also our last move together. It was built on land that belonged to my maternal grandparents, which they had divided into plots and distributed among their children (fifteen). So, you can imagine how large the land was. I'll leave that story aside, as it would be too much to tell. Imagine that an entire town sprang up from there. Even more so, I can tell you that I enjoyed spending time with my uncles and cousins. Memories I treasure in my heart.
However, circumstances have changed abruptly now, with the failing economy and the rise of crime, and what was once a family refuge has now, some say, become a ghost town.
Moving back there, in the final stretch of my life, is out of the question for the time being. Who knows? Maybe fate will force me to return. Remember, I don't really like moving. Despite that, I don't keep bad experiences in my mind. On the contrary, they were always for the better.
I hope you enjoyed my memories, and perhaps even empathized with yours.
##### Thanks for reading to me. I hope this writing is to your liking. I would very much like to read your comments and enrich myself with your criticism.
Tengo muchos conocidos que se mudaron decenas de veces por motivo de trabajo. Por cierto, un trabajo que compartíamos. Pero, por fortuna, ese no fue mi caso. Ahora que lo pienso, una total extrañeza. Aunque, seré honesto, también en un par de ocasiones mi esposa presionó para mudarnos de donde vivimos hace más de treinta años, por algunas filtraciones de agua en edificios residenciales. Una bronca que prefiero olvidar. ¿Y, por qué me resisto a mudarme? Quizás, por la tranquilidad de la zona, y porque aquí nacieron dos de mis hijos. Además de ahorrarme todo el estrés que implica el proceso de organizar y empaquetar los enseres reunidos con los años. Sí, probablemente haya perdido excelentes oportunidades inmobiliarias en mejores zonas. No lo dudo.
Por otro lado, ¡claro que me mudé alguna vez! Descartó las mudanzas temporales para estar con mi abuela. Una maleta llena de ropa, no se asemeja a camiones o contenedores con todos tus bienes. Aquí pienso, en lo conveniente de una vida frugal con un enfoque minimalista. Al mejor estilo de los nómadas digitales. Incluso, pienso en los inmigrantes a la fuerza, que han dejado todo atrás: casas, familias y amigos, deslastrándose de los apegos emocionales. Por fortuna, en la actualidad contamos con enlaces tecnológicos de audio y vídeo simultáneos, que, si bien, no reemplazan el calor de un abrazo. Al menos, alivian las penas.
Recuerdo que, a mis doce años, mis padres dejaron una casa en plena avenida principal del pueblo. Esta era rentada, pero mis padres querían comprarla, y le hicieron ofertas al dueño en más de una ocasión. El señor, de apellido Rosendo, no aceptó. No creíste que nos mudamos por ello, no. El evento que incentivó la mudanza fue el desplome de parte del techo. En la construcción de la casa, los albañiles usaron agua de un cercano lago abierto (conectado con el mar) en la mezcla con el cemento y las piedras. Así que, con los años, las cabillas internas, al corroerse, debilitaron la estructura. En tal sentido, creo que mis padres fueron muy afortunados de no invertir en aquella hermosa casa de mis recuerdos.
Sí, la casa era modesta pero también hermosa. El porche techado, de unos treinta metros, estaba delimitado por una cerca de concreto con labradas figuras florales de metal en color plata que llegaba hasta la cintura de un adulto. El portón daba acceso a un sendero de quince centímetros de altura, cuyo piso de granito blanco y negro dividía dos porciones de tierras con flores en el centro. El sendero llevaba al área principal de la entrada. La pared oval blanca con ventanas medianas verticales rompía en otra recta para la puerta de entrada dividida por el centro, y al otro extremo, una gran ventana vertical con vidrios anaranjados y verdosos de superficie corrugada enmarcados en madera. Adyacente, en el lado derecho, el garaje techado, justo para un vehículo y con lámparas empotradas al estilo de los años sesenta. Tal vez, de los años cincuenta. Dispénseme la descripción en reemplazo de las fotos, las que de seguro estarán en blanco y negro en algún álbum en la estantería de la casa al que nos mudamos, y que ahora, luego de que mi madre se fuese a vivir con mi hermana en el extranjero, es cuidada por uno de mis parientes.
Por cierto, esa, la casa definitiva de mis padres, mucho más grandes y con árboles frutales (de mango, nísperos y limón) fue también la última mudanza en común. Esta fue erigida en un terreno que era de mis abuelos maternos, y que ellos habían parcelado y repartido entre sus hijos (quince). Así que, podrás imaginar lo grande del terreno. Dejaré de lado esa historia, pues daría mucho que contar. Imaginen que, de allí, surgió todo un poblado. Más si puedo contarles, de que disfruté mucho al lado de mis tíos y mis primos. Recuerdos que atesoró en mi corazón.
Sin embargo, en la actualidad, las circunstancias cambiaron abruptamente, con la menguada economía y el avance de la delincuencia, y lo que fue refugio familiar, ahora hay quienes dicen, que se ha tornado en un pueblo fantasma.
Mudarme de nuevo allí, en el trayecto final de mis días, está descartado por los momentos. ¿Quién sabe? Si el destino me obligue a retornar. Recuerden, no me gustan mucho las mudanzas. A pesar, de no guardar malas experiencias en mi mente. Al contrario, siempre fue para mejor.
Confío en que mis memorias hayan sido de tu agrado, y quizás hasta empatizado con las tuyas.
##### Gracias por leerme. Espero que este escrito sea de su agrado. Me gustaría mucho leer sus comentarios al respecto para enriquecerme con sus críticas.