La imagen fue tomada con mi teléfono móvil
Los primeros destellos violáceos se alzaron sobre las nubes, Albert había ordenado liberar la toxina en grandes cantidades a la atmósfera, pronto el aire sería irrespirable. En Ciudad Extraña no quedaban personas en pie, varias tuberías habían sido instaladas previamente por Albert con vistas a facilitar la matanza. El gas cubría gran parte de la urbe, pero tarde o temprano se extendería por todo el planeta. Pretendía que varios científicos conocidos por Fred lograsen replicar el antídoto, llegamos tarde. Muchos murieron asfixiados, al recorrer las calles notamos el terrible escenario, los cadáveres pululaban otra vez en Ciudad Extraña. Al regresar a la facción de Albert encontramos más de lo mismo, centenares de cadáveres tirados por doquier, víctimas de la venganza personal, gente miserable y sin culpa. Aquí mueren los inocentes y se salvan los criminales. Subí a la azotea de un edificio en el ocaso, Martha no paraba de llorar. El viento seguía soplando y esparciendo el gas. ¿Habría algo más después del horizonte? La luna se escondió inalcanzable, mientras que un enorme cilindro de O ‘Neil descendía lentamente tapando las estrellas. Así comenzó nuestra decadencia. Si estamos aquí es porque hemos tenido esperanzas siempre, Martha se colocó a mi lado mientras la colosal estructura cubría gran parte del cielo. En él se encendieron luces naranjas y azules. Hemos vivido siempre expectantes a la llegada de este momento, es una lástima que hallan tan pocos para presenciarlo. Comenzaron a salir máquinas voladoras del cilindro y rápidamente inspeccionaron la zona. Mientras el tiempo siga corriendo más difícil será liberar el horizonte. Los seres bajaron del cilindro huyendo de una guerra en su planeta, viajaron doscientos años luz para llegar a su nuevo hogar. Los humanos seríamos para ellos como lo son las hormigas para nosotros, pasamos a ser irrelevantes.
