La mujer

@jcaguila · 2025-05-13 02:06 · Literatos


Link de referencia de la foto: https://pixabay.com/photos/woman-portrait-model-hairstyle-837156/


Al anunciar nuestra incursión, muchos ciudadanos se negaron a ver a Fred fuera de Ciudad Extraña. Cayó sobre nuestros hombros precisamente la tarea de descubrir lo tramado por Albert y sus seguidores. Entramos por tierra, en una sección en construcción del muro divisorio. Nuestras armas iban debajo de la ropa y desechamos los uniformes. El crepúsculo iluminaba tenuemente la zona. Al finalizar el día nos topamos con varios soldados, estos realizaban un recorrido por todo el perímetro en busca de anomalías. Los convencí sobre nuestro trabajo como ingenieros, aproveché los conocimientos que tenía respecto al tema. Uno de los sargentos quedó muy impresionado con mis palabras e insistió en que visitáramos a Albert. Aquella propuesta no convenía, sin embargo, Han creía que por ser Albert muy importante podría tener la mayoría de la información o quien sabe, un antídoto. El sargento y varios soldados nos escoltaron hacia la residencia de Albert, tenía miedo de ver a Will y este me reconociera, por fortuna no se encontraba. Albert nos invitó a pasar a su sala de estar, nos sentamos en sillones: -El sargento Balmer tiene buen ojo, siempre acepto las visitas que trae – dijo el dictador mientras bebía vino blanco. -Nuestro trabajo es garantizar el orden señor – dije con ese acento prepotente que lo caracteriza, quería simpatizar con su personalidad. -Curioso, en esa sección del muro no se trabaja desde hace mucho tiempo – miró al sargento Balmer y sonrió. -Un cargamento de andamios estaba atrasado, eso nos hizo perder todo ese tiempo – me encontraba nervioso, estaba casi seguro que nos descubrirían. -Tu rostro me parece conocido – dijo Albert al verme de cerca, se colocó unas gafas de lentes redondos. -Es la primera vez que lo veo señor – respondí irónicamente. -Sí, pero yo te he visto antes – insistía – no logró recordar dónde. -Y el también – miró a Han. -¡Sargento Balmer! Llevemos a estas personas al cuartel donde está mi hijo, él me ayudará a recordar quienes son. Mi memoria se deteriora – ordenó Albert. Fuimos introducidos en un transporte ligero, Albert iba sentado en uno de los asientos delanteros. Por suerte nadie nos inspeccionó. Era un suicidio encontrarse con Will, aceptamos que la incursión había sido un completo desastre. Han pensaba en la forma de detener el vehículo sin tener que confrontar a los cinco soldados que nos acompañaban en la parte trasera. Han sacó su arma y disparó al conductor, este perdió el control del vehículo. El transporte comenzó a girar descontroladamente y se volcó a un lado de la carretera. Todos quedaron impresionados, en ese lapso intercambiamos disparos con los soldados y salimos del vehículo. Cuando quisimos capturar a Albert un tanque mediano se aproximó cortando el avance con fuego directo. Will se bajó del tanque y llegaron más refuerzos a la posición. Nos escondimos tras las rocas grandes que interrumpían lo llano del terreno. Saqué el radio y solicité apoyo cercano, luego una extracción. Resistimos hasta la llegada de un helicóptero de combate, este neutralizó totalmente el tanque mediano y la infantería. Minutos después descendió y sin que llegase a tocar el suelo, subimos. -¿Qué demonios pasa? – preguntó el piloto. -Todo salió mal capitán – le respondió Han. -¿Dónde está ese laboratorio? – pregunté. -Está en una isla fuera de la facción, hay que seguir la línea divisoria mucho más allá del océano. -Es hora de improvisar – me acerqué al piloto – capitán, siga la línea. No pienso quedarme con las manos vacías. -Como usted ordene mayor – dijo el piloto girando el helicóptero. La isla estuvo a la vista, era pequeña y en el centro tenía una colina puntiaguda. Varios aviones de reconocimientos pasaron por encima de nosotros: -Debemos abortar mayor – decía el piloto. -Negativo, capitán. Es muy tarde para regresar – dije. Uno de los aviones nos disparó con misiles logrando romper toda la parte trasera del transporte, salté al mar envuelto en llamas. Nadé hacia la orilla y descansé unos minutos, estaba exhausto. No divisé ningún cuerpo sobre las olas, pensé lo peor. Seguramente confirmarían nuestra muerte, se dejó de escuchar el sonido de las turbinas. En la cima de la colina se alzaba un edificio con forma cilíndrica, al compararlo con las casas de madera de los habitantes supe que se trataba del laboratorio. Las laderas eran muy pronunciadas, escalé la mayoría de las veces para llegar a la cima. Allí todo parecía estar abandonado, las ventanas de vidrio rotas, plantas creciendo en las paredes del edificio y tuberías oxidadas. En el techo había una pista de aterrizaje. Entré con cautela al lugar, buscaba indicios de un local donde pudiera estar el científico, definitivamente lo hallé. Al abrir la puerta de un pequeño vestíbulo lo vi, era esbelto y con ojos verdes: -¿Qué te trae por aquí? No pareces ser de este lugar – dijo al verme. Cerré la puerta. -Cuéntame sobre el componente tóxico – dije furioso. -Pocas personas saben de él – respondió con tranquilidad. -No intentes ganar tiempo, dime, ¿cuál es su uso? – insistí. -Lo siento, Albert me prohibió hablar – sonrió. En ese instante arremetí contra el hombre, lo lancé al suelo y lo golpeé varias veces en el rostro con los puños cerrados. -¿Qué harán con él? – pregunté coléricamente. -No lo sé – reía mientras la sangre corría por su nariz. -Maldito loco – comencé a registrar el vestíbulo, dentro de un baño había una mujer: -Ayúdenme – gritaba. -¿Todo esto te lo ha hecho él? – pregunté al ver marcas en su piel. -Sí, lleva días inyectándome cosas – respondió. Levanté a Green del suelo: -¿Qué le inyectabas? – pregunté. El reía: -Ella es nuestra salvación, por su sangre corre el antídoto a la toxina. -Desgraciado – lo solté, tomé una silla metálica y lo golpeé en la cabeza. La mujer tomó una jeringa y me inyectó un líquido amarillo: -Tranquilo, es el antídoto, liberarán pronto la toxina en el aire – dijo. Tomé varias muestras. -Salgamos de aquí – salimos del laboratorio. Se llamaba Martha y era muy joven, fue seleccionada entre diez para los experimentos. Uno de los niños nativos de la isla nos regaló un bote para salir.


El texto es de mi autoría.

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