Para alguien como yo el valle era todo asombro en los primeros días de vivir aquí en Mayarí Arriba ¡que digo los primeros días! aún después de 6 años lo sigue siendo. Y es que vivir más de 25 años en el lugar más estrecho de la geografía de tu país, en el lugar más llano y para rematar en la costa (a unos escasos metros del mar, aunque tiene su encanto) hace que te pierdas parte de las maravillas que te puede brindar el valle y las sierras.
Todo me parecía raro: las altas montañas, la intensa niebla (a la que le dedicaré una o varias entregas), los ríos que parecen en ocasiones minúsculos e inofensivos pero que en segundos pueden convertirse en algo letal - peligroso, los hermosos paisajes que rodean estos lugares, su gente, su fauna, los infinitos palmares, su cultura, sus tradiciones, su flora exuberante; en fin, un sinnúmero de cosas que hicieron volar mi percepción y enriquecieron el futuro material fotográfico para muchas series.
Justo cuando me mudé aquí (a Mayarí Arriba en Santiago de Cuba) comenzaba mi camino en la fotografía y así complementé mi asombro por el lugar con los comienzos de una documentación fotográfica de lo que me rodeaba por trivial que pareciera. Por aquellos días de asombros y re-comienzos comprendí al Apóstol cuando reconocía en uno de sus versos que el arroyo de la sierra lo complacía más que el mar.
Y es que para los lugareños los ríos representan o representaban: desarrollo de actividad económica, recreación y disfrute, abasto inagotable de agua (para campos y para consumo), para limpiar la ropa u otras tareas. Pero, otra de las verdades es que adornar el valle, le confieren una vida increíble aunque existan historias de personas desaparecidas en sus crecientes, de lugareños incomunicados porque a su paso y cuando muestran su fiereza arrasan con todo (arrancado puentes de cuajo) y cambie a su antojo la geografía del lugar.
Basta explorarlos para encontrar maravillas en ellos, lugares de ensueño que te harán llenar los pulmones de aire puro en cada supiro.