Como en la novela "1984" de George Orwell, en Venezuela se ha agudizado el doblepensar, esa actitud que permite usar argumentos opuestos entre sí a conveniencia, recordando y olvidando en el momento preciso, cambiando la historia a la luz del momento y calificando una situación dependiendo de lo que te rodea.
En Telesur son expertos en eso. Están a favor y en contra del extractivismo según quién sea el explotador. Así pueden denunciar a partidos de derecha por querer derogar la ley que prohíbe la minería metálica, sancionada el 29 de marzo de 2016 y que provino del acuerdo de todos los partidos políticos con representación en el parlamento del país centroamericano. La primera nación del mundo en hacerlo. En el reportaje se puede escuchar a un vocero de un movimiento social que se moviliza en contra de la pretención política decir: "la minería verde, ecológica o responsable no existe, es publicidad. No se puede restituir el daño causado por la extracción".
El mismo canal que, financiado con dinero del gobierno de Venezuela, defiende el lanzamiento del Petro bajo la premisa de estar respaldado en los yacimientos petroleros, de diamante y oro, y califica de logros las inversiones extranjeras en el Arco Minero del Orinoco. El extractivismo es calificado entonces por el ministro de Desarrollo Minero Ecológico, también único en el mundo, y otros voceros oficiales, como "con respeto de los Derechos Humanos y el ambiente", usando la más avanzada tecnología para causar el menor daño posible pero además recuperar los territorios ya dañados por la minería ilegal.
Es el mismo pensamiento de los autobuses cuánticos: muy llenos si vas montado, vacío si quieres subir.
En materia ambiental pasan cosas similares: quemar la basura aunque dices saber que el humo es muy dañino pero que crees que es mejor que dejarla podrirse al frente de tu casa. Un dilema difícil de solucionar. Igual que hervir el agua contaminada con cloro, lo que la hace potencialmente más cancerígena, o no hacerlo pero arriesgándote a morir de disentería.
Este doblepensar se ha extendido también al precio de la gasolina, los servicios en general, comerse la luz roja del semáforo y más recientemente, al precio del dólar. Desde los raspacupos caché contra el bachaquero "que atenta contra el propio vecino", DólarToday como especulación o precio justo, y preferir una divisa barata para comprar insumos para vender o reparar (aunque los precios sigan subiendo por las malas políticas económicas) o que sea cara y siga subiendo porque recibes remesas que quieres rendir cada vez más.
Así nos convertimos en lo que he llamado "socialistas ultraindividualistas": derechos exigidos, deberes extraviados. Queremos que nos cumplan pero no hacer lo mismo. Es el tipo que comete una infracción vial pero manda al policía a echarse tiros al barrio, y se alegra cuando pasa eso "porque matan malandros" pero dice que la PNB/policía son unos asesinos, represores y violadores de DDHH por como tratan a los estudiantes. Porque quieres que el mismo tipo en uniforme, graduado en tres meses, sea una bestia con el malo o pobre, ese no es tu problema, y bueno con los del centro de estudiantes de la UCAB. Es decir, un policía clasista y con moral cambiante. Viva Donald Trun.
Socialistas porque queremos que el gobierno cumpla: haga la cancha y también la repare. Algunos podrán opinar que debe hacerlo con la comunidad, y pagarles, pero si se complica mucho, que lleven los materiales y sus obreros.
Ultraindividualistas porque como pasa en los vertederos de basura, quienes trabajan allí por necesidad o conveniencia, están bajo el mando del Rey Zamuro. El tipo que está en la punta de la montaña de basura, manejando o permitiendo la distribución de drogas así como la extracción de lo reciclable. Arriba no hay espacio para nadie más, salvo para su bendecida y afortunada.
Los demás están abajo en la jerarquía, hasta que -como pasa en los pranatos de minería, carcelarios o de la cola de gasolina- sea sustituido. No por elecciones o diálogos, sino bajo la ley de la selva. Cambia la cara y algunas reglas, pero prosigue el sistema malandro. Pueden cambiar también las relaciones de conflicto y acuerdo con otros poderes: bandas adversarias y autoridades.
Ese rey del vertedero ha dicho frases que todos conocemos: si no trabajo no como, yo no me meto en política para evitar peos y yo no me puedo joder por los demás. Otros han dicho: tú también eres rey zamuro, para hacer creer a los de abajo -a quienes les da con el pie en la frente si aspiran subir- que él encarna el espíritu de todos, el bienestar de la manada. Los hemos conocido por siglos, son bravos militares, con labia, simpatía populachera y malotes. Los hay pequeños y presidenciales, los hay que aspiran a inmortalizarte y otros quedarse en su parcela del barrio. Él también es Rey Zamuro en un vertedero más pequeño.
Por eso no quiere pasarse al reciclaje, sino que promete que aplanará la basura para que todos estemos en el mismo nivel, menos él y su "carro" que debe tener -por razones de seguridad- un poquito más. No quiere que se acabe la basura donde él reina. Es el rentismo en forma de productos aprovechables que aparecen para vivir sin producir. Revendo petróleo o cobre de los cables que me robo aunque te deje sin Internet para que me transfieras "porque no hay efectivo en este país que es un desastre por culpa del gobierno". El reciclaje implicaría trabajar, formarme, ordenarme y transformar esto en un sistema en que hay que saber más, no ser más malo.
El constante cambio de monarcas del desastre trae el cortoplacismo. Hay que vivir ya, porque no sabes qué va a pasar mañana. Quema la basura, hierve el agua, extrae el oro, roba lo que puedas, gasta como loco, paga el soborno, coléate y no te dejes joder, que mi mamá no cría pendejo. Por tanto, aplasta cualquier intento de derrocarlo o de cambio de su sistema, como un narcotraficante que asesina a un líder social que siembra valores, quitándole potenciales clientes a futuro.
Entonces viene el miedo, que te hace pensar que no vale la pena ser distinto si los demás no lo hacen, que una protesta es inútil a menos que vayan todos los demás y que tú eres el único que separa vidrio, metal y papel pero no reduces el vertedero, que los ideales son poco importantes porque los demás no te acompañan y tu liderazgo no quiere ser ejemplo sino una revolución que lo cambie todo, ahora sí, de verdaíta.
Te adaptas, para no ser aplastado, o decides irte porque todo es muy difícil y le va mal a alguien como tú, que no eres como los demás, pero en serio, no como los que sólo lo dicen y tienen doblepensar. Tú si eres bueno, no como los demás que creen que lo son y los demás son malos. Tú lo mereces todo y no vale la pena hacer algo porque los demás también lo disfruten.
A pesar del horror vivido y las ruinas que había que levantar, tras la Segunda Guerra Mundial no todos abandonaron París, Roma o Berlín, tampoco todos se fueron cuando había un muro en esa ciudad alemana ni todos se fueron por el conflicto colombiano, las dictaduras del Cono Sur o de la pobreza de Ecuador, Bolivia y México. Algunos (muchos, a veces la mayoría) se queda. Como me dijo Alejandro Luy, de Tierra Viva, si 4 de cada 10 se quieren ir es que 6 de cada 10 se quieren quedar. "3 de cada 5", le dije, "si quieres que las estadísticas sigan reales y suene mejor".
Porque, como les dije antes, yo he decidido quedarme en el país, por mis contactos, por lo construido y por mi papel aquí. Asumo mi parte de doblepensar, asumo mi nombre que me hace bien venezolano y abono a lo que creo importante. Construir más ciudadanía y civismo, olvidarnos del heroismo militar, que no se construyan más estatuas al Rey Zamuro, y que después de todo eso, más hábiles y unidos, vivamos en el mejor destino posible.