Relato: El Eco Silente de las Oportunidades Perdidas.

@jere03 · 2025-05-04 03:12 · Literatos
![132423421.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/nerdvana/EqFraqhf1t6igYSZQ9eRN3BKanajn4YCB6wQTKnoi5dNH5zAyuV6bD8y6TCgh3X8BKs.jpg) Fotografía tomada con mi teléfono HONOR X, lugar donde fluyó la inspiración para este post *** ***     El aroma a tierra mojada se elevaba desde el jardín, un recuerdo olfativo que siempre transportaba a Mateo a las tardes despreocupadas de su adolescencia en Cabudare. Diecisiete años, la energía bullía en sus venas como el Caroní en su cauce, pero su enfoque se dispersaba en la inmediatez del ocio, en la camaradería ruidosa, en la efímera gloria de los videojuegos. Los libros apilados en el escritorio eran meros objetos inertes, las conversaciones sobre el futuro, un murmullo distante que no lograba penetrar la burbuja de su presente. Sus padres, con la paciencia de los Andes erosionándose lentamente, intentaban sembrar la semilla de la responsabilidad. "Mateo, los estudios son tu ahora, la base de tu mañana," le decían una y otra vez, con la cadencia suave del español larense. Pero sus palabras caían en tierra árida. Las tareas escolares se postergaban hasta la agonía de la noche anterior, los proyectos grupales dependían del esfuerzo ajeno, y las oportunidades de explorar sus incipientes talentos se desvanecían en la bruma de la desidia. El tiempo, ese río silencioso que todo lo arrastra, fluyó sin que Mateo realmente lo sintiera. Los "luegos" se acumularon, las promesas incumplidas se sedimentaron en su interior como una culpa larvada. La universidad llegó como una obligación impuesta, un escalón más que sortear con la misma indolencia. Eligió una carrera por descarte, sin pasión, sin la brújula de un interés genuino que lo guiara. Ahora, a sus cincuenta y cinco años, la vista desde la ventana de su pequeño apartamento en Barquisimeto ofrecía una perspectiva diferente. El bullicio de la ciudad no tenía la misma ligereza que el de sus años mozos. Trabajaba en una oficina gris, realizando tareas rutinarias que apenas despertaban una chispa de su potencial. Observaba a sus colegas, algunos con carreras florecientes, otros con proyectos personales vibrantes, y una punzada de algo parecido al remordimiento le atravesaba el pecho. Recordaba las charlas de sus amigos sobre sus pasiones adolescentes, ahora convertidas en profesiones exitosas: la fotografía que a él le daba pereza practicar, la escritura que consideraba tediosa, el emprendimiento que le parecía una carga innecesaria. Ellos habían cultivado sus talentos en la juventud, regando las semillas de sus intereses con esfuerzo y dedicación. Él, en cambio, había preferido la sombra cómoda de la postergación. Una tarde, hojeando un viejo álbum de fotos, encontró una imagen de sí mismo a los dieciséis, con una sonrisa despreocupada y un brillo ingenuo en los ojos. En el reverso, la letra de su madre, ahora fallecida, decía: "Mi niño, el tiempo es un tesoro que se agota. No lo malgastes en la orilla." La frase lo golpeó con la fuerza de un rayo en la sabana. Comprendió, con la claridad dolorosa de la adultez, la verdad que había ignorado en su juventud. Las responsabilidades obviadas en la adolescencia no desaparecen; simplemente se transforman en las limitaciones silenciosas de la vida adulta. Las oportunidades no aprovechadas se convierten en un eco fantasmal de lo que pudo haber sido. No había un gran drama, ni un evento catastrófico. Solo la realización tardía de que las pequeñas negligencias de ayer habían tejido una tela de mediocridad en su presente. La energía juvenil, malgastada en la inacción, no se recuperaba con la edad. La inercia se había convertido en un pesado lastre. Mateo suspiró, mirando el atardecer que teñía el cielo de Barquisimeto con tonos rojizos. No había un botón de "reinicio". El tiempo perdido era irrecuperable. La lección, grabada a fuego en su madurez, era tan simple como cruel: la adolescencia no es una prórroga infinita, sino la siembra de la cosecha que se recogerá en la adultez. Y a veces, demasiado tarde, nos damos cuenta de que hemos olvidado cultivar la tierra. ![images424.png](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/nerdvana/23xKvmrC8R6voCEj1hGEQj2wJuMEGsHcai5gN8tCj5GexNdd82NC2b2HA5XJbzcbQh3Du.png) Mateo junto a su hija mayor y su actual esposa
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