A veces quisiera dedicarme a escribir para siempre, pero me ocupo mucho en leer. Aunque en estos días me ha dado por mojar la pluma, sin resultados, como es de esperarse cuando uno está en modo escasez. Quisiera creer que los dioses me abandonaron; que Homero, el poeta griego que más admiro se cansó de mis fracasos y me dejó a mi suerte; a mi impredecible suerte.
Lo he intentado; pero, repito, me ha caído la maldición de la escasez; he querido parir una bendita idea, pequeña, aunque con fuego para sacarle mecha, y nada; no se me ocurre escribir sobre los buques de guerra frente a las costas de Venezuela, ni de Gaza, ni de Ucrania y eso que cada vez mueren más inocentes; tampoco hilo palabras acerca de los últimos libros que he leído: *El mundo perdido; Las minas del rey Salomón; Madame Bobary; Dailan Kifki; Los buscadores de tesoro; Romeo y Julieta; Bartleby, el escribiente; El sabueso de los Baskerville; Noches Blancas; El maravilloso mago de Oz; La Batracomiomaquia; Esmeraldina, la pequeña fantasma; El gato Mog.*
He intentado en todo, hasta en el cine, pero no puedo plasmar una sola idea de las películas que he visto; se han trancado los dedos y para colmo el perro dengue me mandó a la cama y a una dieta de agua de coco y de patas de pollo que las consigo caminando hasta en mis pesadillas.
Si no tuviera la otra escasez, innecesaria, la económica, juro que me iría a una playa del mediterráneo, a beber cerveza como veo que beben los que se dedican a oficios más importantes y mejor pagados que el de inventor de ficciones. Menos mal y mi mujer no depende de mi literatura porque hace tiempo que hubiera tenido que darme de baja; en cambio es tan noble que hasta le llena el tanque de gasolina a Troya, mi motocicleta.
Pienso en mi mujer y me alegro de tener a alguien para compartir las benditas patas de pollo y la sabrosa agua de coco; pienso en el cine y celebró por las imágenes maravillosas que me transmiten; pienso en la literatura y no me imagino un mundo sin ficción y, por último, pienso en la abominable escasez porque gracias a ella no espero nada de la suerte, ni de los dioses que nunca abandonan, ni de Homero porque entre él y yo, el ciego no es él; por eso debo continuar hasta que la luz (si algún día alcanzo un poco) me dé la experiencia que me sirva para usar mejor el lenguaje, en mis ficciones y ante las abominables injusticias del mundo.
La abominable escasez
@jesuspsoto
· 2025-08-28 17:07
· Literatos
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