Hay mujeres poetas a las que amaré para siempre, y volveré a ellas sin ningún prejuicio de viejo enamorado. Así será con Emily Dickinson, Anna Ajmatova, Anne Sexton, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Hanni Ossott, ... La lista es del tamaño del corazón que las guarda.
Entre ellas está la querida poeta peruana Blanca Varela, a la que dediqué un post hace unos años (ver *), quien naciera el 10 de agosto de 1926.
No volveré a comentar poemas esta vez, como ya lo hice, sino a resaltar frases-versos de algunos de sus poemas, que me parecen de especial atención
Dulce animal, tiernísima bestia que te repliegas en el olvido para asaltarme siempre.
(..)
(...) esta íntima y rebelde herida de tiempo que soy
(...)
otra vez esta casa vacía
que es mi cuerpo
adonde no has de volver
(...)
No habrá testigos.
Se nos ha advertido que el cielo es mudo.
Sobran los comentarios. Solo la abierta y receptiva apreciación ante tan honda sensibilidad y pensar poético.
Referencia:
Varela, Blanca (1993). Poesía escogida 1949-1991. España: Icaria Editorial.