En estos días releía, para un artículo, el libro del enigmático escritor inglés Thomas de Quincey, Del asesinato considerado como una de las bellas artes. Su fuerza irónica me llevó a pensar en los asesinatos simulados y no reconocidos de los últimos años. Se me ocurrió este ejercicio prosaico y muy poco poético (en el sentido convencional).
Se lanzó por el balcón
Una bomba lacrimógena lo golpeó
Se ahorcó con la sábana en su celda
Un infarto producto del COVID
Simulacros de muertes autoinfligidas
o accidentales o naturales
esconden la ominosa verdad
del poder soberbio y verdugo
Aquí o allá
el asesinato se hace arte
mentira edulcorada o ficcionada
mientras todo pasa
Gracias por su lectura.