Another of the great architectural landmarks that contribute to enriching and, in addition, enhancing the rich historical, artistic, and cultural heritage of the Land and Town of Pedraza can be found a few kilometers beyond a village called El Arenal, in this beautiful 12th-century Romanesque temple. Standing alone on the side of a little-traveled country road, it is an orphan of the medieval village where it was born, now lost: Orejana.
We are talking about a temple dedicated to the figure of the one who had to decrease so that Christ could grow: that is, to that figure who, on occasion, has even been depicted with web-footed feet, where the medieval stonemason was influenced by popular imagination, which, in this case, always imagined him with his feet in the water, hence the detail, at least in its Orthodox version: Saint John the Baptist.
Although it has been renovated over different historical periods, which has evidently influenced its current curious appearance, this temple still preserves numerous original elements, including its porticoed gallery, whose sculptures are familiar to the workshops that worked in the Sepúlveda and Duratón areas. Furthermore, the west door, which provides access to said gallery, shows us a detail completely unknown in Segovia's Romanesque style: this interesting selection of faces of different figures from the period, which encourages us to consider another of the qualities that distinguished these meticulous stone artisans: that of also being, consciously or not, undisputed chroniclers of their time.
Otro de los grandes hitos arquitectónicos que contribuyen a enriquecer y por añadidura, a engrandecer el rico patrimonio histórico, artístico y cultural de la Tierra y Villa de Pedraza, lo encontramos algunos kilómetros más allá de un pueblo llamado El Arenal, en este hermoso templo románico del siglo XII, que, solitario a la vera de una poco frecuentada carreterilla comarcal, es huérfano del pueblo que le vio nacer en época medieval y hoy en día desaparecido: Orejana.
Hablamos de un templo dedicado a la figura de aquel que debía menguar para que Cristo creciera: es decir, de aquel personaje, que, en ocasiones, ha sido incluso representado con patas de palmípeda, donde el cantero medieval se dejaba influir por la imaginación popular, que, en este caso, lo imaginaba siempre con los pies metidos en el agua y de ahí el detalle, cuando menos, en su versión ortodoxa: San Juan Bautista.
Aun habiendo sido reformado a lo largo de diferentes periodos históricos, lo cual, evidentemente, ha influido en el curioso aspecto que muestra ahora, este templo todavía conserva numerosos elementos originales, incluida su galería porticada, cuyas esculturas se familiarizan con los talleres que laboraron en la zona de Sepúlveda y el Duratón y donde, además, en la puerta de poniente, que da, precisamente, acceso a dicha galería, nos muestra un detalle, en absoluto desconocido en el románico de Segovia, como es esa interesante selección de rostros, de diferentes personajes de la época, que animan a pensar, además, en otra de las cualidades que distinguían a estos esmerados artesanos de la piedra: la de ser también, conscientemente o no, cronistas indiscutibles de su época.
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