Life is full of anecdotes, of unexpected encounters, where the truly unusual thing, after all, might be to reach the mistaken conclusion that serendipity, like any good legend, has no basis in truth, beyond the constraints of that accepted rule that compels us to see, in enlightened objectivity, the undisputed heir to the sovereign realm of Reason.
Strange relationships, as Philip José Farmer might say, though entirely devoid of the extraterrestrial eroticism he displayed in his science fiction novels, can be those, for example, in which a small robin—a bird of symbolic chthonic charisma—approaches you without hesitation to delight you with its song in the depths of a natural canyon, where, just a few meters from a grotto where the figure of the Mother Goddess was venerated in ancient times, those castaways of orthodoxy, the Templars, erected a spectacular transitional hermitage, already demonstrating their knowledge of an art revolutionary for the time, as was undoubtedly the Gothic style.
The charming cat that suddenly appears out of nowhere in a remote village in the misty valleys of Cantabria and decides to adopt you while you're trying to take the most detailed photographs possible of a forgotten Romanesque church. On its tympanum, a warrior and a dragon settle their differences in an eternal struggle that, beyond Good and Evil, also seems to represent that shadowy array of biases that prevent us from moving forward. Or that mischievous finch, a libertine inhabitant of those shady crags in the Europe Peaks, who every season introduces his new family to the guardian of the pre-Romanesque church of Santa María de Lebeña, demanding sustenance. These are just a few of the countless examples that should teach us that, indeed, as the French surrealist poet Paul Éluard affirmed, there are other worlds within this one, and these charming examples could well be, after all, part of their transcendent signs.
La vida está llena de anécdotas, de encuentros inesperados, donde lo insólito, después de todo, puede ser llegar a la errónea conclusión de que la serendipia, como toda buena leyenda, no tenga un fondo de veracidad, más allá de las cadenas de esa aceptada regla que nos obliga a ver, en la ilustrada objetividad, el heredero indiscutible del reino soberano de la Razón.
Relaciones extrañas, como diría Phllip José Farmer, si bien, por completo ajenas al erotismo extra galáctico del que éste hacía gala en sus novelas de anticipación, pueden ser aquellas, por ejemplo, en las que un pequeño petirrojo –ave de simbólico carisma ctónico- se acerca sin complejos a deleitarte con su canto en lo más profundo de un cañón natural, donde, a escasos metros de una gruta en la que ancestralmente se veneraba la figura de la Diosa Madre, aquellos náufragos de la ortodoxia, que fueron los templarios, levantaron una espectacular ermita de transición, en la que ya mostraban los conocimientos de un arte revolucionario para la época, como lo fue, sin duda, el Gótico.
El gato zalamero, que aparece repentinamente de la nada, en un pueblo perdido de los neblinosos valles de Cantabria y decide adoptarte, mientras intentas sacar un reportaje fotográfico, lo más detallado posible, de una iglesia románica olvidada, en cuyo tímpano, un guerrero y un dragón dirimen sus diferencias en una lucha eterna, que, más allá del Bien y del Mal, parece también querer representar ese sombrío conjunto de sesgos que nos impiden avanzar o ese pícaro pinzón, habitante libertino de esos umbríos riscos de los Picos de Europa, que todas las temporadas presenta a su nueva familia a la guardiana de la iglesia prerrománica de Santa María de Lebeña, reclamándole el sustento, son sólo algunos de los innumerables ejemplos que deberían enseñarnos, que, en efecto, como afirmaba el poeta surrealista francés, Paul Eluard, hay otros mundos que están en éste y estos simpáticos ejemplos, bien podrían ser, al fin y al cabo, parte de sus trascendentes señales.
NOTICE: Both the text and the accompanying images are my exclusive intellectual property and are therefore subject to my copyright. AVISO: Tanto el texto, como las imágenes que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.
