It was the trembling of the earth, then barking nearby that woke him. But it was the rancid meat mixed with other garbage that tore through his nostrils and threatened to return the late supper he'd enjoyed with his wife Bianca that confirmed he was still alive.
Instinct forced Jeremiah to reach for his mouth, but his hands refused to leave his side. If I'm not dead, then where am I? and how did I end up here? he cried silently. Answering those questions hurt as crimson dripped from the wound on the side of his head. Just as searching for clarity proved daunting as earlier events of the night danced through his memory like the spinning moves he so happily joined.
I must think. In order to do that, I must calm down. Always the sensible gent in matters of business, he willed his mind to focus.
Still groggy, he searched his body. Still fully clothed. At least inhabitants in the soil can be kept at bay while I devise a plan to unearth myself from this predicament.
That he'd been taken by force either for ransom or other nefarious means he considered. Only thoughts of returning to his wife spurred him into action. So he inched his head slowly sideways to avoid dirt from falling through holes in the cloth while allowing a few breaths to penetrate it.
Finally, he gained control of his hands. Although the soil above weighed on his body like a slab of cement, the shallowness allowed him to dig slowly with caution.
He dug and pushed with both hands and feet until the soil fell away. Once freed, sat upright and peered into the darkness attempting to locate any familiar landmarks. The moon's long shadows cast upon the ground around him revealed distorted shapes but provided no hint of his location.
**Not quite dead**, he rose and brushed off his suit coat. Good thing only a light burlap sack covered his body. Slowly, his senses returned as he wobbled toward a nearby tree.
Sinking to the ground, his pulse quickened as he touched his bloody temple. His entire body hurt.
Attempted murder, plain and simple, he hissed, his shoulders heaving as his nostrils flared. This attempt to permanently remove me from this world was no random act, he deduced. To leave a victim not completely dead and expect payment would be ludicrous. Whoever attempted to bury me did a shabby job, he sneered. I'd not recommend him for any project I desired professionally handled. For a quick second, he chuckled.
He knew he'd made numerous enemies throughout the years in business due his high standards in dealings. All of all the individuals he'd kept a list locked in his secretary, not once did Bianca cross his thoughts.
Finding the perpetrator would take time and money. That will come later, he promised. Immediately, he reached into his pocket. Surprised the wallet remained, he sighed. Another blunder. He shook his head now realizing this attempt was the work of an amateur.
With the stench of trash nearby waffling in his direction, he rose to leave. My wife must be worried sick at me not returning home from work. For an hour he walked until he reached the home on the cobbled street where he resided.
He leaned against the lamppost.
Bloodshot eyes gaped at the upstairs window of his home. All dark and quiet as though he were lying in bed asleep. Why wasn't Bianca up and stirring with the house lit up with activity. Where were the police that came to investigate his disappearance?
Sharp jabs in his heart continued as he stared for a long moment at the eagle-crested, shiny black carriage meant to impress parked below hugged the sidewalk as though it belonged there. And the crest owner's face materialized.
Suspicions not voiced by him were finally confirmed.
What he couldn't see but imagined in vivid detail was that beyond the crimson-flowered velvet curtains, on their bed the touch of soft crimson petals caressed Bianca's face as her lover's hand traced its outline. Knowing Bianca's proclivities for the past five years conjured up familiar images between the white satin sheets as her seductive laugh interrupted the moments between thrusts.
Were they laughing at my naivete? Did he assist in her plan to rid me of my life? He'd no doubt on both counts. After all, warnings from several sources questioned her background and intentions. But love overshadowed all. Or, was it her long, sable hair, dark as midnight, that fell below her shoulders and long eyelashes covering sultry eyes. Or perhaps, the lure of her shapely figure as she strolled across a room.
Jeremiah jerked his head around. He'd no need for a confrontation. He knew. If truth be told, he'd have to admit that he always knew her love didn't lie with him.
Cold and shivering, he canvassed the cobbled road in each direction. Revenge is best reserved for a later dance. His naivety shed from his mind like the dirt that fell from the shallow grave she'd dug for him.
He buried the hurt to his body. He buried his deep, intense love. He buried the past five years. Anything she asked, he gave willingly. No questions asked. But no more. He'd done nothing to deserve this betrayal, he reasoned.
She'll not waste my fortunate on that charlatan, he promised as he turned and headed slowly first toward the mortuary.
For my theme, I was inspired by and utilized the @daily.prompt's publishing of [22 August 2025, @mariannewest's Freewrite Writing Prompt Day 2837: not quite dead](https://peakd.com/hive-161155/@daily.prompt/22-august-2025-mariannewests-freewrite-writing-prompt-day-2837-not-quite-dead).
[Source...](https://www.pexels.com/photo/historic-european-mansion-under-blue-sky-33432715/)
**Nada profesional**
Fue el temblor de la tierra, luego los ladridos cercanos lo despertaron. Pero fue la carne rancia mezclada con otros desechos que le invadió las fosas nasales y amenazó con devolverle la cena tardía que había disfrutado con su esposa Bianca lo que le confirmó que aún estaba vivo.
El instinto obligó a Jeremiah a llevarse las manos a la boca, pero estas se negaron a moverse. «Si no estoy muerto, ¿dónde estoy? ¿Y cómo he acabado aquí?», se preguntó en silencio. Responder a esas preguntas le dolía tanto como el sangre que goteaba de la herida en un lado de la cabeza. Buscar una respuesta era tan difícil como recordar los acontecimientos de la noche anterior, que bailaban en su memoria como los giros a los que se había unido tan felizmente.
Debo pensar. Para ello, debo calmarme. Siempre sensato en cuestiones de negocios, se obligó a concentrarse.
Aún aturdido, se palpó el cuerpo. Seguía completamente vestido. Al menos los habitantes del suelo pueden mantenerse a raya mientras ideo un plan para salir de esta situación.
Consideró la posibilidad de que lo hubieran secuestrado por dinero u otros motivos maliciosos. Solo el pensamiento de volver con su esposa lo impulsó a actuar. Así que movió lentamente la cabeza hacia un lado para evitar que la tierra cayera por los agujeros de la tela, al tiempo que permitía que entrara un poco de aire.
Finalmente, recuperó el control de sus manos. Aunque la tierra que tenía encima pesaba sobre su cuerpo como una losa de cemento, la poca profundidad le permitió excavar lentamente con precaución.
Cavó y empujó con ambas manos y pies hasta que la tierra se desprendió. Una vez liberado, se sentó erguido y miró fijamente en la oscuridad, tratando de localizar algún punto de referencia familiar. Las largas sombras de la luna proyectadas sobre el suelo a su alrededor revelaban formas distorsionadas, pero no le daban ninguna pista sobre su ubicación.
**No estaba del todo muerto**, se levantó y se sacudió el traje. Menos mal que solo llevaba un saco de arpillera ligero cubriéndole el cuerpo. Poco a poco, recuperó los sentidos mientras se tambaleaba hacia un árbol cercano.
Se desplomó en el suelo y su pulso se aceleró al tocarse la sien ensangrentada. Le dolía todo el cuerpo.
Intento de asesinato, simple y llanamente, siseó, con los hombros agitándose y las fosas nasales dilatadas. Este intento de eliminarme permanentemente de este mundo no fue un acto aleatorio, dedujo. Dejar a una víctima sin matar del todo y esperar un pago sería ridículo. Quienquiera que intentara enterrarme hizo un trabajo pésimo, se burló. No lo recomendaría para ningún proyecto que quisiera que se manejara profesionalmente. Por un breve instante, se rió entre dientes.
Sabía que se había ganado numerosos enemigos a lo largo de los años en los negocios debido a sus altos estándares en las transacciones. De todas las personas que había incluido en una lista guardada bajo llave en su secretaría, Bianca no se le había pasado por la cabeza ni una sola vez.
Encontrar al autor del crimen llevaría tiempo y dinero. Eso vendría después, se prometió. Inmediatamente, metió la mano en el bolsillo. Sorprendido de que la cartera siguiera allí, suspiró. Otro error garrafal. Sacudió la cabeza al darse cuenta de que este intento era obra de un aficionado.
Con el hedor de la basura cercana flotando en su dirección, se levantó para marcharse. Mi esposa debe estar muy preocupada porque no he vuelto a casa del trabajo. Caminó durante una hora hasta llegar a la casa en la calle empedrada donde residía.
Se apoyó en la farola.
Sus ojos inyectados en sangre se fijaron en la ventana del piso superior de su casa. Todo estaba oscuro y en silencio, como si estuviera acostado en la cama durmiendo. ¿Por qué Bianca no estaba despierta y moviéndose con la casa iluminada y llena de actividad? ¿Dónde estaba la policía que había venido a investigar su desaparición?
Las punzadas en su corazón continuaron mientras miraba fijamente durante un largo momento el brillante carruaje negro con el escudo del águila, destinado a impresionar, aparcado debajo, pegado a la acera como si fuera su lugar. Y la cara del propietario del escudo se materializó.
Las sospechas que no había expresado finalmente se confirmaron.
Lo que no podía ver, pero imaginaba con vívidos detalles, era que, más allá de las cortinas de terciopelo con flores carmesí, en su cama, el tacto de suaves pétalos carmesí acariciaba el rostro de Bianca mientras la mano de su amante trazaba su contorno. Conocer las inclinaciones de Bianca durante los últimos cinco años le evocaba imágenes familiares entre las sábanas de satén blanco, mientras su seductora risa interrumpía los momentos entre embestidas.
Jeremiah giró bruscamente la cabeza. No necesitaba una confrontación. Lo sabía. A decir verdad, tenía que admitir que siempre había sabido que ella no lo amaba.
Temblando de frío, recorrió la calle empedrada en todas direcciones. La venganza es mejor reservarla para más adelante. Su ingenuidad se desprendió de su mente como la tierra que cayó de la tumba poco profunda que ella había cavado para él.
Enterró el dolor de su cuerpo. Enterró su profundo e intenso amor. Enterró los últimos cinco años. Todo lo que ella le pedía, él se lo daba de buena gana. Sin hacer preguntas. Pero ya no más. No había hecho nada para merecer esta traición, razonó.
Ella no malgastará mi fortuna en ese charlatán, se prometió mientras se daba la vuelta y se dirigía lentamente hacia la funeraria.
Para mi tema, me inspiré y utilicé la publicación de @daily.prompt de [22 August 2025, @mariannewest's Freewrite Writing Prompt Day 2837: not quite dead](https://peakd.com/hive-161155/@daily.prompt/22-august-2025-mariannewests-freewrite-writing-prompt-day-2837-not-quite-dead).
[Source...](https://www.pexels.com/photo/historic-european-mansion-under-blue-sky-33432715/)
**Nada profesional**
Fue el temblor de la tierra, luego los ladridos cercanos lo despertaron. Pero fue la carne rancia mezclada con otros desechos que le invadió las fosas nasales y amenazó con devolverle la cena tardía que había disfrutado con su esposa Bianca lo que le confirmó que aún estaba vivo.
El instinto obligó a Jeremiah a llevarse las manos a la boca, pero estas se negaron a moverse. «Si no estoy muerto, ¿dónde estoy? ¿Y cómo he acabado aquí?», se preguntó en silencio. Responder a esas preguntas le dolía tanto como el sangre que goteaba de la herida en un lado de la cabeza. Buscar una respuesta era tan difícil como recordar los acontecimientos de la noche anterior, que bailaban en su memoria como los giros a los que se había unido tan felizmente.
Debo pensar. Para ello, debo calmarme. Siempre sensato en cuestiones de negocios, se obligó a concentrarse.
Aún aturdido, se palpó el cuerpo. Seguía completamente vestido. Al menos los habitantes del suelo pueden mantenerse a raya mientras ideo un plan para salir de esta situación.
Consideró la posibilidad de que lo hubieran secuestrado por dinero u otros motivos maliciosos. Solo el pensamiento de volver con su esposa lo impulsó a actuar. Así que movió lentamente la cabeza hacia un lado para evitar que la tierra cayera por los agujeros de la tela, al tiempo que permitía que entrara un poco de aire.
Finalmente, recuperó el control de sus manos. Aunque la tierra que tenía encima pesaba sobre su cuerpo como una losa de cemento, la poca profundidad le permitió excavar lentamente con precaución.
Cavó y empujó con ambas manos y pies hasta que la tierra se desprendió. Una vez liberado, se sentó erguido y miró fijamente en la oscuridad, tratando de localizar algún punto de referencia familiar. Las largas sombras de la luna proyectadas sobre el suelo a su alrededor revelaban formas distorsionadas, pero no le daban ninguna pista sobre su ubicación.
**No estaba del todo muerto**, se levantó y se sacudió el traje. Menos mal que solo llevaba un saco de arpillera ligero cubriéndole el cuerpo. Poco a poco, recuperó los sentidos mientras se tambaleaba hacia un árbol cercano.
Se desplomó en el suelo y su pulso se aceleró al tocarse la sien ensangrentada. Le dolía todo el cuerpo.
Intento de asesinato, simple y llanamente, siseó, con los hombros agitándose y las fosas nasales dilatadas. Este intento de eliminarme permanentemente de este mundo no fue un acto aleatorio, dedujo. Dejar a una víctima sin matar del todo y esperar un pago sería ridículo. Quienquiera que intentara enterrarme hizo un trabajo pésimo, se burló. No lo recomendaría para ningún proyecto que quisiera que se manejara profesionalmente. Por un breve instante, se rió entre dientes.
Sabía que se había ganado numerosos enemigos a lo largo de los años en los negocios debido a sus altos estándares en las transacciones. De todas las personas que había incluido en una lista guardada bajo llave en su secretaría, Bianca no se le había pasado por la cabeza ni una sola vez.
Encontrar al autor del crimen llevaría tiempo y dinero. Eso vendría después, se prometió. Inmediatamente, metió la mano en el bolsillo. Sorprendido de que la cartera siguiera allí, suspiró. Otro error garrafal. Sacudió la cabeza al darse cuenta de que este intento era obra de un aficionado.
Con el hedor de la basura cercana flotando en su dirección, se levantó para marcharse. Mi esposa debe estar muy preocupada porque no he vuelto a casa del trabajo. Caminó durante una hora hasta llegar a la casa en la calle empedrada donde residía.
Se apoyó en la farola.
Sus ojos inyectados en sangre se fijaron en la ventana del piso superior de su casa. Todo estaba oscuro y en silencio, como si estuviera acostado en la cama durmiendo. ¿Por qué Bianca no estaba despierta y moviéndose con la casa iluminada y llena de actividad? ¿Dónde estaba la policía que había venido a investigar su desaparición?
Las punzadas en su corazón continuaron mientras miraba fijamente durante un largo momento el brillante carruaje negro con el escudo del águila, destinado a impresionar, aparcado debajo, pegado a la acera como si fuera su lugar. Y la cara del propietario del escudo se materializó.
Las sospechas que no había expresado finalmente se confirmaron.
Lo que no podía ver, pero imaginaba con vívidos detalles, era que, más allá de las cortinas de terciopelo con flores carmesí, en su cama, el tacto de suaves pétalos carmesí acariciaba el rostro de Bianca mientras la mano de su amante trazaba su contorno. Conocer las inclinaciones de Bianca durante los últimos cinco años le evocaba imágenes familiares entre las sábanas de satén blanco, mientras su seductora risa interrumpía los momentos entre embestidas.
Jeremiah giró bruscamente la cabeza. No necesitaba una confrontación. Lo sabía. A decir verdad, tenía que admitir que siempre había sabido que ella no lo amaba.
Temblando de frío, recorrió la calle empedrada en todas direcciones. La venganza es mejor reservarla para más adelante. Su ingenuidad se desprendió de su mente como la tierra que cayó de la tumba poco profunda que ella había cavado para él.
Enterró el dolor de su cuerpo. Enterró su profundo e intenso amor. Enterró los últimos cinco años. Todo lo que ella le pedía, él se lo daba de buena gana. Sin hacer preguntas. Pero ya no más. No había hecho nada para merecer esta traición, razonó.
Ella no malgastará mi fortuna en ese charlatán, se prometió mientras se daba la vuelta y se dirigía lentamente hacia la funeraria.
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