Marcelo, Beatriz, Mateo, Manuel y Oriana son amigos inseparables. Desde la infancia, sus padres los llevaban a lugares mágicos y lejanos que alimentaban su imaginación.
Marcelo, el curioso del grupo, le gustaba explorar y descubrir cosas nuevas. Un día, mientras jugaban en el parque, encontraron un viejo mapa escondido dentro de un libro olvidado sobre el césped. El mapa tenía dibujos extraños y marcaba un lugar desconocido para ellos. Beatriz inmediatamente propone:
-Movámonos allá.
Oriana, la menor del grupo, frunce el ceño.
-No me gusta. Esa idea me da miedo.
Los demás se entusiasmaron. Manuel, el de mayor edad, le contesta:
-Te irás sola para la casa. Los demás nos vamos.
-Bueno, iré con ustedes. Contesta Oriana a regañadientes.
Todos comenzaron la caminata. La aventura estaba en cada paso que daban. Coloridas aves gigantes surcaban el cielo. Los lagartos que aparecían, en todo momento, les hablaban indicándoles el camino. De repente, un intenso aroma a pino silvestre los desajustó. Por un instante se desviaron. Los ojos de Beatriz se agrandaron. Señalando a la derecha, dijo:
-Observen
Una casa se erguía, con sus paredes descascaradas y ventanas como ojos apagados, como un guardián de secretos olvidados. Todos, sin pensarlo, entraron.
Allí estaban dos seres. Uno, de cabeza cónica, grandes ojos violetas y brazos rojos y largos hasta el infinito, se identificó como oriundo del Planeta Marte. El otro, de piel esmeralda, calvo, con dos grandes ojos azules y… mascarilla.
Mateo no se lo podía creer. Y preguntó:
-¿Qué hace un venusiano con mascarilla?
-Tu planeta está muy contaminado y, yo, tengo que protegerme de este aire.
Todos asombrados preguntan a coro:
-¿Y tú de dónde lo conoces?
-Bueno, es mi amigo secreto.
La cara de Oriana se torna a rojo. Inmediatamente le reprochó:
-Pero el grupo no tenía secretos.
-Sí, pero hace tres años tú siempre nos delatabas con nuestros padres. Por eso me callé.
Inmediatamente, Ravenus, el venusiano, aclara:
-El marciano es mi amigo, Australis. Él tiene una misión que cumplir y, Mateo, me comentó que siempre quisieron conocer las auroras australes…
En ese momento interrumpe Manuel:
-Es cierto.
-Bien, continuo. Australis se ofreció a llevarlos, en su nave, hasta Ushuaia, en la Patagonia argentina. ¿Están de acuerdo?
Un silencio sepulcral se plasma en el ambiente. Los adolescentes se enmudecen, se miran con los ojos parpadeantes. Enseguida salta la chispa del recuerdo.
-¿Al Parque Nacional Tierra del Fuego? Pregunta, Mateo.
-Sí. Responde Australis.
Con voz temblorosa, Oriana preguntó
-¿Y cómo le avisamos a nuestros padres?
-No hay problema. El tiempo terrestre lo podemos cambiar. De esa manera, el lapso de la ausencia no se notará.
-Me encanta la idea, pero… Si lo que nos dices es cierto, ¿también podríamos conocer al Planeta Marte? Está cerca de la Tierra. Pregunta Beatriz
-Eso dependerá de ustedes. De sus emociones. En Marte está prohibido hablar y estar triste o tener miedo.
Manuel está pensativo. De repente surgen recuerdos de películas sobre extraterrestres de mala calaña. Rápidamente indaga
-¿Y cómo nos comunicaremos?
-Entre ustedes mediante señas o escritura. Con nosotros no hay problema. Les adivinamos sus pensamientos. Contesta Australis.
Luego de percibir la incertidumbre, interviene Ravenus:
-Tranquilos, yo viajaré con ustedes.
Los adolescentes aplaudieron. La nave de color azul metálico los esperaba. Ya, todos adentro, se ubican en asientos tapizados con una tela desconocida. Al sentarse, sienten una suave caricia que combate el estrés. En una pantalla de cine detallan la travesía. Al llegar se abre la escotilla. Bajan poco a poco. Ya va a anochecer. Se paran mirando al cielo. Al rato el firmamento se oscurece para luego dar paso al espectáculo esperado; unas luces fantasmales comienzan a danzar en lo infinito. Ushuaia se vistió de colores rosados, rojos y anaranjados que cautivaron a los espectadores.
NOCHE DE AURORA AUSTRAL por María del Carmen Sánchez Copyright© 2025
julio 15, 2025