Hola, mis amigos. Un saludo cordial para todos. Hoy seguimos con la historia de Maura. Muchas gracias por la lectura y por su tiempo.
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Pabellón. Capitulo ll
Leonor, la señora de los ojos tristes, vivía sola en una bella mansión rodeada de plantas, en la zona residencial del Casino Deportivo. Por esas fatalidades de la vida, Ernesto, su único hijo, un joven culto y preparado, mató, en defensa propia, a un hombre en una pelea callejera cuando este quiso asaltarlo. Un suceso fatal e inesperado que cambió sus vidas para siempre.
Es increíble como en un instante pueden moverse los hilos del destino, ya sean para bien o para mal. Y como regla, a los muertos hay que pagarlos aunque la razón te asista. Así que Ernesto fue condenado a diez años de privación de libertad, pero por buena conducta, por no tener antecedentes penales y por toda una ensarta de beneficios que dan en las prisiones, su pena se redujo a seis años y por suerte ya tenía uno a su favor.
No fue casualidad aquél encuentro con Maura, Leonor trabajaba cerca de su barrio, la había visto muchas veces y la hizo investigar. Supo de su eterno rodar por alquileres, de manera que le propuso un negocio justo y redondo. A su amado hijo le faltaban cinco años para salir de prisión y tenía derecho a dos pabellones por mes, la novia que tenía antes de caer preso, se desentendió y ahí quedó la historia. Como buena madre, Leonor quería que su unigénito lo pasara lo mejor posible en el hostil lugar.
Si Maura se comprometía a no tener relaciones con otros hombres y a ir a los mensionados pabellones, le daría 250 dólares cada vez, dinero suficiente para pagar su renta, alimentarse como Dios manda y de paso, ahorrar algo con vista a comprarse una casita. Al concluir los cinco años, Leonor le habría dado 30000. 00 dólares, una cifra nada despreciable.
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Maura no creía que eso le estuviera sucediendo, pero los caminos de Dios son indescifrables y no iba a presentar la menor objeción ante esta oportunidad. Aunque eso de tener sexo solo dos veces al mes no le hacía mucha gracias, nació lista y dispuesta. ¡A la hora que me llamen voy! Esa era su consigna, pero en este caso valía la pena un poco de abstinencia, como medida extrema, para alcanzar, al menos, uno de sus sueños, tener una casa propia. Era el inicio de una etapa de sosiego y menos problemática en su recorrido por este mundo.
Luego de haber puesto los puntos sobres las ies, Leonor pidió a Maura sus datos personales para enviarlos a la unidad penitenciaria, de forma que no hubiesen inconvenientes el día de la visita "conyugal". Por supuesto que la muchacha también tuvo que hacerse pruebas de todo tipo para comprobar su estado de salud y lo fundamental, que estuviera libre de enfermedades venéreas.
El anunciado pabellón duraba veinticuatro horas a partir de las diez de la mañana. Maura tendría que pernoctar con un hombre extraño, alguien con quién nunca conversó y de quien sólo había visto una foto. Por cierto, Ernesto era un sujeto bien parecido, con una mirada dulce como la voz de su madre, así que quizás no sería necesario fingir orgasmos.
La pobre Maura, con su mala alimentación a base de picadillo y perros calientes, probablemente no aguantaría ni dos round con aquél hombre que llevaba tanto tiempo sin actividad de pareja, lo más probable es que quisiera irle arriba con fuerza de huracán categoría cinco.
Nuestra "heroína" no quería predisponerse ante el asunto, pero era inevitable. Su entusiasmo iba en alza solo cuando recordaba los ansiados dociento cincuenta dólares. Sus espectativas solo podían ser comparadas con las de la Cucarachita Martina:
¿Qué me compraré? pensaba.
Continuará...
Hello, my friends. Warm greetings to you all. Today we continue with Maura’s story. Thank you for reading and for your time.
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CELLBLOCK. Chapter II
Leonor, the woman with sad eyes, lived alone in a beautiful mansion surrounded by plants in the residential area of the Casino Deportivo. Through one of life’s cruel twists of fate, Ernesto, her only son—a cultured and educated young man—killed a man in self-defense during a street fight when the man tried to rob him. A fatal and unexpected event that changed their lives forever.
It’s incredible how the threads of destiny can shift in an instant, for better or for worse. And as a rule, the dead must be paid for, even when you’re in the right. So Ernesto was sentenced to ten years of imprisonment. However, due to good behavior, his clean criminal record, and a series of benefits granted in prisons, his sentence was reduced to six years—and luckily, he had already served one.
Leonor’s meeting with Maura was no coincidence. Leonor worked near Maura’s neighborhood, had seen her many times, and had her investigated. She learned about Maura’s endless struggle to find rentals, so she proposed a straightforward and solid deal. Her beloved son had five years left before release and was entitled to two conjugal visits per month. His girlfriend from before his imprisonment had walked away, and that was that. Like any good mother, Leonor wanted her only child to endure that hostile place as comfortably as possible.
If Maura committed to abstaining from relations with other men and attending these visits, Leonor would give her $250 each time—enough to pay rent, eat properly, and even save toward buying a small house. After five years, Leonor would have paid her $30,000—no small sum.
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Maura couldn’t believe this was happening, but God’s ways are unfathomable, and she wouldn’t raise a single objection to this opportunity. Though having sex just twice a month didn’t thrill her, she was clever and game by nature. "Whenever they call, I go!" was her motto. But here, a little abstinence was an extreme measure worth taking to achieve at least one dream: owning a home. It marked the start of a calmer, less troubled chapter in her life.
After dotting the i’s and crossing the t’s, Leonor collected Maura’s personal details to send to the prison, ensuring no issues on the day of the "conjugal" visit. Of course, Maura also underwent every test imaginable to confirm her health and, crucially, prove she was free of venereal diseases.
The conjugal visit lasted twenty-four hours starting at 10 a.m. Maura would spend the night with a stranger she’d never spoken to, having seen only a photo. Ernesto, admittedly, was handsome—with a gentle gaze like his mother’s voice—so faking orgasms might not be necessary.
Poor Maura, fueled by a diet of ground meat and hot dogs, likely wouldn’t last two rounds with a man who’d gone so long without a partner. He’d probably come at her like a Category Five hurricane.
Our "heroine" tried not to prejudge, but it was inevitable. Her enthusiasm only soared when she remembered the coveted $250. Her expectations rivaled those of La Cucarachita Martina:
What will I buy? she wondered.
To be continued...