Una densa oscuridad con su manto negro lo cubría todo. El silencio era envolvente y lo único que lo quebraba eran los latidos apenas audibles de lo que debía ser mi corazón. Sospecho que era el mío, aunque no podría asegurarlo, pues no sabía dónde estaba, y la absoluta penumbra me impedía ver siquiera mi propia mano extendida ante mis ojos
De a poco, vacilante y tímidamente mi conciencia, que había despertado ¿o nacía?, recordaba. Recordaba un nombre, sí, mi nombre. Pero extrañamente, todo lo que venía a mi memoria me parecía lejano e indiferente. Como si fuera una película o parte de un sueño que no recordaba bien.
Sabía que eran sucesos de mi vida. Buenos y malos. Imágenes de cosas que hice porque debía hacer. Y de otras que hubiera querido hacer y que por falta de tiempo relegaba para después.
Rostros, algunos sonrientes, algunos enojados, algunos tristes, otros indiferentes. Todos de personas cercanas a mí. Algunos eran de parientes, otros de amigos, colegas o compañeros y vecinos. Las emociones reflejadas en sus caras eran producto de mi paso por sus vidas.
Sí, si hubiera sabido, si me hubieran avisado antes, tal vez, quién sabe, habría tratado de comprender mejor a los que me rodeaban, y de ser una persona más paciente, más generosa, más justa, menos interesada en tener que en ser.
Ahora soy consciente de que la mayor parte de mi existencia no fue de provecho para mí y tampoco para los que el destino puso en mi camino.
Y por lo tanto es necesario volver...
Fragmento de Cuentos Tontos Imagen generada por Copilot