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### legaron los marcianos,
con una invitación para que nos sumemos al reto literario de la comunidad [Literatos](https://peakd.com/c/hive-179291/created) en este mes de julio. La ciencia ficción se incluye entre los géneros narrativos de mi preferencia, por tal motivo fue grato y divertido participar.
Gracias por la propuesta.

#### Los huéspedes verdes de la casona
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En el pueblo no se armaba tamaño revuelo, desde el día en que Santa regresara buscando el perdón de su esposo. Arrepentida por abandonar a sus hijos, decidió renunciar a su sueño de rumbera, que la llevó a enrolarse en un circo ambulante de paso.
Fue precisamente Santa la que regó la noticia, cuando pasó temprano por la bodega del barrio. Toribio, su marido, unos días atrás, recibió un telegrama anunciando la llegada de un matrimonio, para hospedarse en la casona, donde trabajaba de encargado. La comunicación no daba muchos detalles, salvo que venían *“de afuera”* y se llamaban los Marcianos. Hasta esta mañana, Santa desconocía del asunto.
Los huéspedes ya estaban instalados. Llegaron de madrugada, mientras en el pueblo todos dormían. Nadie los había visto, y eso, a Santa, le parecía muy extraño.
-Todo está claro, si se hacen llamar los marcianos, tienen que haber llegado de Marte- aseguró muy serio el bodeguero y concluyó - Los extraterrestres hace rato que están entre nosotros.
Fue suficiente para que los reunidos en la bodega comenzaran una apasionada discusión. Una parte, le daba la razón al bodeguero, y la otra, se burlaba de la idea, creyéndola un disparate.
Cuando Clotilde se unió al grupo, aún no conseguían ponerse de acuerdo sobre la procedencia de los visitantes. Entró con la satisfacción reflejada en su rostro al saberse la fuente de información más fidedigna del pueblo. Todos hicieron silencio, confiados en que la recién llegada traía la explicación que resolvería el misterio.
-Vengo de la casona, le llevé unas frutas frescas a los nuevos inquilinos - anticipó Clotilde para situar en contexto a sus atentos oyentes.
-Entonces, ¿los viste? -preguntó Santa mordida por la curiosidad.
-¡Claro!, son los Marcianos, Giovanni y Bianca, un matrimonio bien llevado, aunque presiento que algo esconden.
-Yo digo que son extraterrestres - sugirió el bodeguero.
-Pues se equivoca usted don Pepe. Son italianos, de Nápoles. Vinieron buscando una cura para su padecimiento en las aguas termales de nuestro Mayajigua.
-¿Y qué enfermedad es esa que los trajo desde tan lejos? - pidió Santa una explicación.
-Una muy rara... Tienen la piel verdosa -contó Clotilde mientras mostraba su repulsión con una mueca que le torcía la boca.
-Cuando yo lo digo: ¿verde con puntas?... ¡Guanábana! - sentenció el bodeguero, cada vez más convencido de tener la razón.

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Los Marcianos resultaron ser poco sociables. Permanecían todo el día encerrados en la casona. Se comentaba, que por su enfermedad, no podían tomar el sol del Caribe. Toribio se encargaba de comprarles los abastecimientos y llevárselos hasta el portal.
Solo Clotilde se las ingeniaba para encontrar siempre un pretexto y colarse en la casona. Luego se encargaba de informar a los demás sobre los extraños Marcianos. Le impresionaba que no supieran nada de cosas, que para los del pueblo, resultaban tan simples.
-No saben ni que el guarapo es jugo de caña- contaba asombrada.
Dónde si aún no había logrado meter sus narices la curiosa mujer, era en el garaje. Los Marcianos lo mantenían cerrado con candado. Clotilde sospechaba que allí guardaban el carro en que llegaron al pueblo sin ser vistos. Imaginaba que era un modelo exclusivo, de esos, que solo se fabrican en Italia.
Hacía un mes que los Marcianos estaban en el pueblo. A Clotilde le inquietaba, que a pesar de los baños en las aguas termales, los visitantes no mejoraban de su enfermedad. El persistente color verdoso de su piel era la prueba de que nada había cambiado.
-Ni va a cambiar- aseguró don Pepe- Es normal que los marcianos tengan la piel verde.
El ulular de las sirenas y la intermitencia de luces rojas y azules sacó de sus camas a los habitantes del pueblo. Ninguno quedó sin asomarse a su puerta, tratando de averiguar el motivo de tanta algarabía en medio de la madrugada. Varios autos policiales rodeaban la casona. Agentes de extraños uniformes se movían con prisa por el perímetro delimitado.
Tras la señal, los agentes irrumpieron en el interior de la casona. Tenían orden de arrestar a los Marcianos, apellido que habían utilizado, esta vez, la pareja de connotados estafadores. Después de meses de infructuosa búsqueda, las pistas habían llevado a los uniformados hasta aquel recóndito pueblecito de una isla en el Caribe.
El minucioso registro de la casona arrojó un resultado inesperado: estaba completamente vacía. Sin embargo, al forzar el grueso candado que cerraba la puerta del garaje, lo que encontraron en el interior dejó atónitos los agentes. Un círculo, que parecía dibujado con fuego, estaba marcado en el suelo. El techo tenía un agujero de igual tamaño.

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