¡Qué bueno corazón: no te molesto
y te soy como una brisa bajo el ala!
Odiaría ser tormenta que te enoja,
casi tanto como calma apacentada.
Usaré esas sabias dotes que legaron
mi capitán Espronceda y sus piratas:
forzaré a la luna a rielar y confortarte,
a la mar nunca brame a tus espaldas.
Cómo barca, eres bella de montarte:
no te agrego ni clavilla ni una jarcia.
Sólo debo de parchear los costurones
que te han perforado en las batallas.
Así pues, marcha derecho o tironea.
Si te vas a la bolina o a zarandadas
avísame si me lanzo por las bordas,
o al timón quieres firme la palanca.
Donde quiera que vayas, vida mía,
iré bien cabalgando en tus espaldas.
Marinero aquí presente no se olvida:
quien llega no es grumete sino barca.