[Esp]
Hola mis queridos amigos de @holos-lotus. Hoy quiero comentarles sobre algo muy importante para mí: la forma en que, con pequeños elementos, he ido reconectando con mi energía femenina. Muchas veces pensamos que ese proceso es complicado, que requiere de cosas inalcanzables o de grandes transformaciones, pero la verdad es que está mucho más cerca de lo que imaginamos. De hecho, gran parte de esa energía puede despertarse y cultivarse desde nuestra propia casa, desde gestos sencillos que parecen pequeños pero que tienen un gran impacto en nuestro interior.
Hubo un tiempo en el que no me sentía bonita. Atravesaba una relación que ya no me nutría, que no me hacía sentir valorada ni reconocida en mi esencia como mujer. Fueron momentos difíciles porque empecé a dudar de mí misma, de mi atractivo, de mi luz. Sin embargo, tomé la decisión más importante: elegí terminar esa relación y darme la oportunidad de empezar de nuevo. Poco después, la vida me llevó a una nueva conexión, una relación diferente que me hizo recordar que sí, yo era hermosa, femenina y que toda esa energía estaba viva dentro de mí. Esa persona me ayudó a mirarme de otra manera, a entender que podía resaltar y disfrutar de mi esencia femenina, que no debía esconderla ni minimizarla.
A partir de ahí decidí reflexionar profundamente. Empecé a meditar, a darme espacios de silencio y escucha interior, y poco a poco fui reconectando con mi energía femenina de formas prácticas y dulces. Por ejemplo, me animé a pintarme las uñas de colores que me hacían sentir alegre y delicada, cambié un poco mi estilo de vestir para que reflejara mejor lo que sentía por dentro. No se trataba de moda superficial, sino de expresar mi autenticidad a través de mi imagen.
También descubrí que esa energía femenina florecía en mí cuando conectaba con la dulzura, la ternura y la capacidad de cuidar. Empecé a convivir más con los niños de mi entorno y eso despertó en mí sentimientos de maternidad, una sensibilidad especial que me hizo reconocer que la feminidad no es solo apariencia, sino también amor, paciencia y entrega.
Además, busqué acercarme más a mis amigas y a mis primas. Organizamos reuniones donde compartimos experiencias, risas y hasta lágrimas. Esos encuentros femeninos me llenaban el alma, porque entendí que la energía femenina también se alimenta de la hermandad, del apoyo mutuo y de la complicidad entre mujeres. No es competencia, no es comparación: es unión y sostén.
Una de las experiencias más significativas fue sentarme a hablar con mi madre sobre mis planes futuros. Conversar con ella, contarle mis sueños, mis proyectos y hasta mis miedos me abrió un espacio profundo de conexión. Me hizo ver que la energía femenina también se transmite de generación en generación, que se nutre en esas charlas íntimas donde compartimos no solo palabras, sino también la esperanza de un futuro lleno de amor y familia.
Reconectar con mi energía femenina no fue un cambio radical de un día para otro, sino un camino de pequeños pasos. Desde pintarme las uñas hasta abrir mi corazón en una conversación sincera, desde cambiar mi forma de vestir hasta fortalecer los lazos con las mujeres de mi vida. Hoy entiendo que esta energía vive dentro de todas nosotras, esperando a que la reconozcamos y la dejemos florecer. Y lo más hermoso es que no necesitamos nada externo para lograrlo: basta con mirarnos con amor, con paciencia y con la certeza de que somos portadoras de una fuerza única y luminosa.
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[Eng]
Hello, my dear friends from @holos-lotus. Today I want to share something very important to me: the way that, with small elements, I have been reconnecting with my feminine energy. Many times, we think that this process is complicated, that it requires unreachable things or major transformations, but the truth is that it’s much closer than we imagine. In fact, much of that energy can be awakened and cultivated right at home, through simple gestures that may seem small but have a great impact within us.
There was a time when I didn’t feel beautiful. I was in a relationship that no longer nurtured me, that didn’t make me feel valued or recognized in my essence as a woman. Those were difficult times because I began to doubt myself—my attractiveness, my light. However, I made the most important decision: I chose to end that relationship and give myself the chance to start over. Soon after, life brought me a new connection, a different relationship that reminded me that yes, I was beautiful, feminine, and that all that energy was alive within me. That person helped me see myself differently, to understand that I could highlight and enjoy my feminine essence—that I didn’t need to hide it or minimize it.
From there, I decided to reflect deeply. I began to meditate, to give myself moments of silence and inner listening, and little by little I started reconnecting with my feminine energy in practical and sweet ways. For example, I encouraged myself to paint my nails in colors that made me feel joyful and delicate, and I changed my style of dress a little so that it better reflected what I was feeling inside. It wasn’t about superficial fashion, but about expressing my authenticity through my image.
I also discovered that this feminine energy blossomed in me when I connected with sweetness, tenderness, and the ability to nurture. I began spending more time with the children around me, and that awakened in me feelings of motherhood, a special sensitivity that made me recognize that femininity is not just appearance, but also love, patience, and devotion.
In addition, I sought to be closer to my friends and cousins. We organized gatherings where we shared experiences, laughter, and even tears. Those feminine encounters filled my soul, because I understood that feminine energy is also nourished by sisterhood, by mutual support, and by the complicity between women. It’s not about competition or comparison—it’s about unity and support.
One of the most meaningful experiences was sitting down to talk with my mother about my future plans. Talking with her, sharing my dreams, projects, and even fears opened up a deep space of connection. It showed me that feminine energy is also passed down from generation to generation, that it is nourished in those intimate conversations where we share not only words, but also the hope of a future full of love and family.
Reconnecting with my feminine energy was not a radical change overnight, but rather a path of small steps. From painting my nails to opening my heart in a sincere conversation, from changing the way I dressed to strengthening the bonds with the women in my life. Today I understand that this energy lives within all of us, waiting for us to recognize it and let it bloom. And the most beautiful part is that we don’t need anything external to achieve it: it is enough to look at ourselves with love, with patience, and with the certainty that we carry within us a unique and radiant force.