Cada vez que bajo al subte, mis ojos buscan rastros de historias ocultas. No los anuncios ni los mapas de la ciudad, sino los pequeños susurros que la gente deja atrás: grafitis, stickers olvidados, frases sueltas que alguien escribió en un momento de inspiración o aburrimiento.
Hoy me encontré con esta columna llena de garabatos, una especie de diario colectivo de desconocidos. Hay caras deformadas con sonrisas extrañas, un par de palabras en inglés y español mezcladas sin orden, y hasta una declaración de alguien que tocó la mano de Rojuu. ¿Fue un momento especial o simplemente una broma? Nunca lo sabremos.
También está la palabra Nobody, escrita dos veces, como si quien la puso quisiera enfatizar su propia ausencia. Y ese gato de mirada afilada que parece burlarse de todo. Me imagino a la persona que lo dibujó, probablemente con los auriculares puestos, esperando un tren que nunca llega a tiempo.
Siempre me ha gustado pensar que estos grafitis son como jeroglíficos modernos. No hay contexto, no hay una historia clara, pero cada uno deja una pista de algo. Algunos lo verán como vandalismo, pero yo lo veo como un mapa de pensamientos dispersos, un testimonio de que alguien estuvo aquí, aunque solo fuera por un momento.
Tal vez la próxima vez que pase por esta estación, alguien haya agregado algo nuevo. O tal vez seré yo quien deje un pequeño dibujo, esperando que otra persona lo encuentre y se haga las mismas preguntas que yo.