Son incesantes los apagones en Cuba. A veces parece que el tiempo se detiene, pero a los escritores el tiempo nunca nos alcanza. Me gustaría tener la posibilidad de doblar el tiempo en dos, multiplicarlo, estirarlo como un chicle hasta que pierda su elasticidad. Pero es imposible.
En esas horas de oscuridad, el calor se vuelve un personaje más en la habitación, me pongo a reflexionar: ¿qué rige nuestras vidas? ¿El destino, ese hilo invisible que los griegos llamaban Moira? ¿O solo somos fichas en un tablero movidas por el azar?
Hay días en los que todo parece encajar. Te levantas con un plan claro, escribes la primera línea del texto que pospusiste por meses, recibes un mensaje inesperado de alguien que creías olvidado. Y entonces piensas: esto no puede ser casualidad.
Schopenhauer decía que el azar es solo un nombre que le ponemos a las causas que no entendemos. Pero, ¿qué pasa cuando las coincidencias se acumulan y llevan a un mismo lugar?
Una vez, en medio de un apagón, tropecé con un libro viejo de Jorge Luis Borges. Abrí una página al azar (¿o fue el azar?) y leí: "No soy quien para saber si el destino es azar o el azar, un destino disfrazado". Me reí.
¿Acaso no es así? Nos aferramos a la idea de que nuestras decisiones son soberanas, pero ¿cuántas veces un giro inesperado —un tren perdido, un encuentro fortuito— cambió todo?
Los estoicos creían en un universo ordenado, donde cada cosa tenía su lugar. Marco Aurelio escribió: "Lo que te corresponde ya viene hacia ti". Pero luego está Nietzsche, con su abrazo al caos: "Debes tener caos dentro de ti para dar a luz a una estrella danzante". ¿Cómo conciliar ambas visiones?
Tal vez la respuesta esté en el crecimiento personal que nace de esa tensión. Imagina que pierdes un trabajo. Al principio, parece una catástrofe. Pero meses después, gracias a ese hueco forzado en tu rutina, escribes el poema que siempre pospusiste o encuentras un oficio que jamás habrías explorado.
¿Fue el destino? ¿O simplemente la vida, con su indiferencia, te empujó a un lugar mejor sin que lo supieras?
Camus decía que el verdadero problema filosófico es el suicidio, es decir, decidir si la vida vale la pena ser vivida en un mundo sin sentido aparente. Pero su respuesta no fue la resignación, sino la rebelión: encontrar propósito a pesar de la ausencia de un plan divino.
En Cuba, durante los apagones, la gente sale a las calles. Alguien saca una guitarra, otro comparte un café. No hay electricidad, pero a veces hay risas. Quizás el destino no es un camino prefijado, sino la manera en que elegimos caminar lo impredecible.
No sé si existe el destino. Pero he aprendido que obsesionarse con la pregunta puede ser una trampa. Como escribió Rilke: "Viva las preguntas. Tal vez, sin darse cuenta, llegue un día a vivir las respuestas".
No creo que mis palabras están destinadas a cambiar algo, creo en el acto de crearlas, encuentro un propósito. Y eso, al menos para mí, es suficiente.
Al final, quizás la casualidad y el destino sean lo mismo: dos caras de una moneda que solo existe mientras la lanzamos al aire.
✳️ Texto e Imagen de mi Autoría
✳️ Crecemos juntos en #hive Vota, Comenta o Rebloguea