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Saludos a todos, espero que la estén pasando muy bien. Les cuento que un domingo de paseo a Peribeca con la familia siempre es una experiencia especial, y esta vez, decidimos invitar a mi querido tío Gustavo para que se uniera a la aventura. Desde temprano, el sol brillaba en el cielo, y la emoción se sentía en el aire.
Partimos en familia con mi hermano Martin que vino a visitarnos desde Caracas, riendo y compartiendo anécdotas durante el camino. Al llegar al pueblo, nos recibió el ambiente pintoresco de este pueblito turístico de Peribeca, con sus calles empedradas y casas coloridas que parecían contarnos historias del pasado. La brisa fresca y el aroma a campo nos envolvieron, creando el escenario perfecto para un día inolvidable.
Después de explorar un poco y disfrutar de la calidez del lugar, decidimos hacer una parada obligatoria en el negocio Granitos Pop, que es de la novia de mi hijo. Allí, nos deleitamos con unos churros recién hechos por mi hijo, crujientes por fuera y suaves por dentro. Pero lo mejor estaba por venir: los bañamos en chocolate derretido, arequipe y maní, creando una combinación de sabores que nos hizo sonreír a todos. Cada bocado era una explosión de dulzura que nos hacía sentir como niños nuevamente.
Mi tío Gustavo, siempre con su buen humor, no paraba de contar historias mientras disfrutaba de los churros. Nos reímos juntos, recordando momentos pasados y creando nuevos recuerdos. La alegría del momento era contagiosa, y ver a la familia unida en torno a esos deliciosos postres hizo que todo valiera la pena.
Al caer la tarde, decidimos dar un paseo por el parque central y mi hija Kerit compro unas pulseras muy hermosas hechas de piedras. Con el cielo pintado de tonos anaranjados y morados, y un clima de montaña, cerramos el día con una sensación de gratitud por esos momentos compartidos. Así fue nuestro domingo en Peribeca, un día lleno de risas, buenos sabores y la calidez de la familia. No hay nada mejor que compartir momentos especiales con los seres queridos.