A principios de año estaba en esa etapa en la que todos los residentes de último año entramos en pánico: “¿Y ahora de qué voy a hacer mi tesis?”. Buscaba y buscaba un tema que realmente me apasionara, pero nada me convencía. Tenía claro que no quería elegir algo solo por cumplir, quería un proyecto que hablara de mí, de lo que amo y de lo que me gustaría seguir construyendo como pediatra puericultor.
Y como pasa muchas veces en la vida, la idea llegó gracias a una conversación con un doctor que supo escucharme. Me dijo algo que me abrió los ojos y me hizo clic al instante: ¿por qué no unir mis dos pasiones, la nutrición y la puericultura? Y así nació mi tesis: la evaluación del desarrollo psicomotor en pacientes con malnutrición.
Desde el principio supe que había encontrado el tema perfecto. Tenía todo lo que me gustaba: la parte clínica, la parte nutricional, la parte de desarrollo y, sobre todo, la oportunidad de trabajar directamente con los niños. Lo mejor es que la recolección de la muestra fue toda una experiencia mágica. Porque, aunque suene raro, hacer la tesis fue jugar.
Evaluar el motor grueso, el motor fino, lo cognitivo, el lenguaje… cada esfera que contempla el test de Chilina León en su MOIDI se convertía en un juego compartido con los niños. Saltar, correr, dibujar, señalar, responder… cada pequeño gesto era información valiosa y, al mismo tiempo, un momento de conexión real. No sentí que estaba trabajando, sentí que estaba jugando y aprendiendo junto a ellos.
La parte más bonita fue darme cuenta de cómo los niños, incluso en situaciones de vulnerabilidad nutricional, tienen esa chispa única que los hace brillar. Algunos podían tardar un poquito más en una actividad, otros eran más tímidos, otros tenían un lenguaje más desarrollado, pero todos me dejaron enseñanzas. Cada evaluación era como entrar en el mundo particular de un niño, un mundo lleno de detalles que, si los observas con cariño y paciencia, te cuentan más de lo que imaginas.
Ahora mismo me encuentro en la parte menos divertida de la historia: las estadísticas. Entre tablas, números, fórmulas y análisis, confieso que extraño la etapa del juego y la risa con los pacienticos. Esta parte es más fría, más técnica, y por momentos puede ser tediosa. Pero también sé que es el paso necesario para darle solidez científica a todo lo que disfruté hacer en campo.
Hoy, mirando en retrospectiva, siento que tomé la mejor decisión. Mi tesis no solo me permitió unir mis dos pasiones, sino que también me dio la oportunidad de crecer, de aprender y de confirmar que la pediatría que quiero ejercer es esa que combina la ciencia con la humanidad, la evidencia con el juego, la estadística con la ternura.
Quizás hacer la tesis no siempre sea divertido, pero cuando encuentras un tema que realmente amas, el proceso se convierte en un viaje que vale la pena. Y yo, sin duda, me gocé el mío. Por ahora me despido, tengo que seguir nadando entre tablas y números para luego poder escribir un post sobre que termine y presente la tesis y fue aprobada, para que todo esto tenga sentido. Nos vemos en la siguiente publicación.
NOTA IMPORTANTE: todas las imágenes son de mi propiedad tomadas desde mi dispositivo móvil modelo I phone 12, todas las imágenes fueron autorizadas por los padres.