No sé si les pasa, pero juro que a veces pienso que el universo tiene un sentido del humor muy peculiar. Llevo meses preparándome para el Congreso Nacional de Pediatría, estudiando sin parar, repasando el caso que voy a presentar, y pensando en cómo voy a responder a cada pregunta posible. Pero si te soy sincera, el estrés más grande no ha sido lo académico, sino todo lo que implica ser mujer en un evento de este tipo.
De verdad, a veces siento que para nosotras, ir a un congreso, o un evento importante en general; es como prepararse para una boda. No sé si estoy siendo demasiado superficial al pensar esto, pero es que la lista de cosas pendientes parece interminable. No solo tengo que dominar mi tema, sino también asegurarme de que mis uñas estén perfectas, que mi cabello se vea profesional (pero no demasiado rígido), que mis pies estén arreglados para los tacones que voy a usar y, por supuesto, idear un outfit épico para las fiestas temáticas.
Y ni hablemos de la maleta. No es solo un par de jeans y una camiseta. Son los conjuntos para cada día, el vestido para la cena de gala, el disfraz para la fiesta de máscaras (¡porque sí, también hay eso!), y los zapatos que combinan con todo. A veces me pregunto si los hombres tienen que lidiar con todo esto. Me los imagino con una mochila y listos para ir, mientras yo parezco estar huyendo de mi casa con la mitad del armario a cuestas.
Es agotador y, a veces, un poco ridículo. ¿Por qué se espera tanto de nosotras? Por un lado, tenemos que demostrar que somos tan capaces y brillantes como cualquiera en nuestra profesión, pero por otro, hay una presión social gigante para cumplir con un estándar de belleza casi inalcanzable. Es como si no bastara con ser una excelente pediatra; también tienes que verte impecable mientras lo haces.
No me malinterpreten. Me encanta arreglarme y verme bien. Es parte de mi ritual para sentirme segura. Pero me entristece un poco que esto se haya convertido en un requisito tácito en la sociedad. Siento que tenemos que hacer un doble esfuerzo: ser sobresalientes en nuestro trabajo y, además, invertir tiempo y energía en nuestra apariencia.
Al final, este viaje al congreso es una mezcla de emoción y caos. Estoy emocionada por aprender, por reencontrarme con colegas y por, quién sabe, hacer un buen networking. Pero también estoy aterrorizada de que mis uñas se rompan o de que el disfraz de la fiesta no aguante la noche.
Lo que sí tengo claro es que, a pesar de todo, lo más importante es mi pasión por la pediatría. Mi conocimiento y mi dedicación son las herramientas más valiosas que llevo conmigo, mucho más importantes que cualquier máscara o vestido. Así que, aunque me estrese con el cabello y la ropa, mi objetivo principal sigue siendo el mismo: ser la mejor residente que pueda ser y disfrutar de cada momento de este increíble camino.
¿Te ha pasado algo así antes de un evento importante? Cuéntame en los comentarios. ¡Nos leemos!
NOTA IMPORTANTE: todas las imágenes son de mi propiedad tomadas desde mi dispositivo móvil modelo I Phone 12