Crónicas desde la sala de espera: la mirada del médico

@marijo-rm · 2025-09-12 11:00 · Holos&Lotus

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Cuando escuchamos “sala de espera”, casi siempre pensamos en el paciente. Esa mamá ansiosa con su bebé en brazos, el niño inquieto que ya se cansó de jugar con el mismo juguete, o el papá que mira el reloj como si pudiera acelerar el tiempo. Pero pocas veces pensamos en lo que significa una sala de espera para el médico.

Yo he pasado buena parte de mi vida en hospitales, consultorios y pasillos, y créanme: la sala de espera también es un escenario fascinante desde este lado. Allí, antes de que un paciente entre al consultorio, ya empieza la historia.

Desde mi perspectiva, la sala de espera es como una ventana al mundo de cada familia. Es el lugar donde se revelan personalidades: el niño tímido que se esconde detrás de su mamá, el otro que convierte las sillas en una pista de obstáculos, la abuela que llega con mil consejos bajo la manga. Para mí, observar esas escenas es casi un adelanto de lo que pasará adentro.

Pero también es un lugar cargado de silencios y emociones. Muchas veces, detrás de una mirada seria o una sonrisa nerviosa, hay preocupación, cansancio, esperanza. Yo lo sé porque antes de que el paciente se siente frente a mí, ya puedo sentir esa energía. Y eso me recuerda que atenderlos no es solo revisar síntomas, sino también escuchar todo lo que no se dice en palabras.

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No les voy a mentir: a veces la sala de espera es también un pequeño desafío. El retraso de una consulta puede convertir esos minutos en horas eternas para quien aguarda, y yo lo sé. Desde adentro me esfuerzo, pero también aprendo a tener empatía con esa espera, porque sé que nadie quiere estar sentado sin saber cuánto falta.

Claro que no todo es tensión. La sala de espera también es escenario de momentos preciosos. Los niños que se hacen amigos en cuestión de minutos, los padres que comparten experiencias, incluso esas carcajadas inesperadas que alivian el ambiente. He visto cómo una sala que parecía cargada de ansiedad se transforma en un espacio de compañía gracias a una palabra amable o una broma espontánea.

Para los médicos, la sala de espera es un recordatorio de algo importante: cada número, cada nombre en la lista, es una persona con una historia, con un tiempo y con una emoción única. A veces, entre tanto cansancio y rutina, podemos olvidar ese detalle. Pero basta con asomarse un momento y ver esas caras para volver a conectar con lo esencial: estamos aquí para cuidar personas, no casos clínicos.

En el fondo, la sala de espera es como un umbral. Afuera, la incertidumbre; adentro, la posibilidad de respuestas, de alivio, de acompañamiento. Y yo, como médico, intento que ese paso no sea solo de un espacio a otro, sino también de la preocupación a la calma.

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Quizás por eso, aunque muchos la vean como un lugar aburrido, yo la veo como un espacio lleno de vida. Porque allí, entre relojes que parecen no avanzar y niños que no paran de moverse, late el verdadero corazón de la medicina: la esperanza.

NOTA IMPORTANTE: Todas las imágenes son de mi propiedad. Tomadas desde mi dispositivo móvil modelo I Phone 12

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