La banda sonora de mi vía

@marijo-rm · 2025-09-11 11:01 · Catarsis

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Si mi vida fuera una película, la playlist sería una locura. Nada de esas listas perfectas que parecen hechas por un productor de Netflix. La mía es un revoltijo delicioso que va desde canciones de Disney hasta baladas de señora despechada, pasando por Taylor Swift, Katy Perry y, claro, los clásicos infantiles que aprendí a querer a la fuerza: “La vaca Lola” y “Abejita chiquitita”.

Para empezar, confieso que soy fan declarada de las canciones de Disney. No importa cuántos años pasen, siempre me animan el día. “Hombres fuertes de acción” de Mulán me hace reír como si fuera la primera vez que la escucho; “Un mundo ideal” me transporta directo a mi infancia y me recuerda que los sueños no tienen límites; y “Cuán lejos voy”, de Moana, me da ese empujón que necesito cuando siento que no puedo más. Ah, y no puedo olvidar “Cuando empezaré a vivir” de Enredados, que siento como un himno de todos esos días en que quiero hacer mil cosas pero el tiempo no me da.

Por otro lado, tengo mi fase popera: Taylor Swift y Katy Perry son mis compañeras infaltables. Taylor me acompaña en todas las montañas rusas emocionales: si estoy feliz, triste, motivada o con ganas de dramatizar, siempre hay una canción suya que calza perfecto. Katy, en cambio, es pura energía: escuchar “Firework” en plena mañana es como tomarme un café doble.

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Pero como toda persona que se respete, también guardo en mi playlist esas baladas de señora despechada que llegan al alma. Sí, esas canciones que hablan de amores imposibles, corazones rotos y dramas monumentales. No importa si estoy despechada o no, a veces necesito cantar a todo pulmón con la intensidad de quien llora por un amor perdido, aunque en realidad lo único que perdí fue el control remoto.

Ahora, lo que nunca pensé que formaría parte de mi banda sonora eran las canciones infantiles que se meten en tu cerebro y no salen más. Sí, hablo de “La vaca Lola” y “Abejita chiquitita”. Al principio las resistí, pero ahora forman parte de mi día a día. Ya no me imagino mi vida sin tararearlas (aunque sea inconscientemente). Son como esos vecinos ruidosos que al principio te molestan, pero al final les agarras cariño.

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Lo gracioso de todo esto es que mi banda sonora no tiene sentido en papel, pero sí lo tiene en mi vida. Cada canción me conecta con una parte de mí: la niña que sueña, la joven que se motiva, la mujer que se permite sentir, y la pediatra en formación que convive con canciones infantiles porque la vida la puso ahí.

Y creo que esa es la magia de la música: no importa si es un himno épico de Disney, un éxito pop, una balada desgarradora o una canción de granja, todas tienen el poder de recordarte quién eres y dónde estás. Al final, mi banda sonora no será la más elegante, pero sí es la más honesta: una mezcla imperfecta, divertida y llena de momentos reales.

Porque en la vida, como en la música, lo que importa no es la perfección de la lista, sino cómo cada canción logra acompañarte en el camino.

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NOTA IMPORTANTE: Todas las fotografías son de mi propiedad tomadas desde mi dispositivo móvil modelo I Phone 12

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