Una semana para recordar: mi experiencia en el Congreso Nacional de Pediatría

@marijo-rm · 2025-10-16 15:06 · Lifestyle

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Todavía tengo la maleta a medio deshacer, pero el corazón lleno. Hace unas semanas asistí al Congreso Nacional de Pediatría y, sinceramente, fue una de las experiencias más bonitas que he tenido en mucho tiempo. Más allá de las conferencias y los temas académicos, sentí que fue un respiro, un cambio de aires que necesitaba sin saberlo.

Quienes trabajamos en el mundo de la medicina sabemos lo absorbente que puede ser la rutina. Las guardias, las consultas, los casos difíciles, el cansancio acumulado… uno a veces olvida mirar hacia los lados y simplemente disfrutar del camino. Pero esta semana fue diferente. Estar rodeada de tantos pediatras, residentes, estudiantes y especialistas apasionados por lo que hacen me recordó por qué elegí esta profesión en primer lugar.

Cada charla fue una oportunidad para aprender algo nuevo, no solo sobre enfermedades o tratamientos, sino sobre cómo pensamos y sentimos los que trabajamos con niños. Escuchar a profesionales de distintas partes del país compartir sus experiencias me llenó de energía y de ganas de seguir formándome. También me sorprendió descubrir cuánto ha avanzado la pediatría en áreas como la puericultura, la salud mental infantil y la medicina preventiva. Es impresionante ver cómo, poco a poco, la ciencia y el amor por los niños se siguen entrelazando.

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Pero no todo fue teoría. Hubo momentos de risas, reencuentros y café entre ponencia y ponencia. Conversaciones improvisadas en los pasillos que terminaban siendo igual de enriquecedoras que una clase magistral. Y esa sensación de comunidad… esa complicidad que solo se entiende cuando compartes vocación con los demás.

Además, fue un recordatorio de que la medicina no solo se vive en el hospital o en la consulta. Hay una parte del mundo médico que también vibra fuera de las paredes clínicas: el intercambio de ideas, los proyectos de investigación, los sueños compartidos de cambiar realidades. Es la otra cara de la moneda, la que a veces olvidamos cuando estamos inmersos en la rutina.

Este congreso me hizo darme cuenta de que me gusta todo esto además de lo clínico. Me gusta aprender, debatir, enseñar, inspirarme en otros. Me gusta ver cómo cada pediatra tiene su propio sello, su manera de conectar con las familias y los pacientes. Y sobre todo, me gusta saber que hay tanto por hacer, tanto por mejorar, y que todos —desde los que estamos empezando hasta los más experimentados— tenemos algo que aportar.

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Regresé con la cabeza llena de ideas y el corazón lleno de motivación. Fue una semana maravillosa, no solo por el aprendizaje, sino por el recordatorio de que este camino, aunque exigente, también puede ser profundamente humano y gratificante.

Y mientras escribo estas líneas, no puedo evitar sonreír. Porque sí, fue agotador, fueron días intensos… pero también fueron días que valieron la pena. Días que me reconectaron con mi propósito y me recordaron que ser pediatra no solo se trata de curar, sino también de crecer, compartir y seguir aprendiendo siempre.

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Por ahora me despido, nos vemos en la siguiente publicación con más historias nosocomiales.

NOTA IMPORTANTE: Todas las imágenes son de mi propiedad tomadas desde mi dispositivo móvil modelo I Phone 12

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