Tal como lo afirmamos con anterioridad, la verdadera madurez personal es la madurez en el amor, o, mejor dicho, es la madurez en la experiencia vital del amor.
Desde los primeros capítulos hemos estado afirmando y argüido la hipótesis de que el amor contenido en la esencia personal no se expresa en forma independiente, sino que lo hace a través de la originalidad, ya que los "átomos" de amor forman parte constituyente de las "macromoléculas" del código esencial original, de acuerdo a nuestro modelo hipotético.
El desarrollo de nuestra originalidad personal se origina junto con la niñez, y va asociada a todos los atributos nobles que son característicos de los niños, como espontaneidad, pureza, inocencia, confianza, entusiasmo incondicional, creatividad, concentración en el momento presente y otras.
Sin embargo, y a pesar de todos los atributos anteriores, a pesar de que la originalidad es la expresión genuina del amor tal como lo hemos sostenido, el niño aún no está suficientemente preparado para amar, vale decir para entregar amor, es egocéntrico aún, incapaz de salir de sí mismo, porque le falta tener una experiencia vital del amor, vale decir, le falta madurar.
Para que se verifique nuestra hipótesis, para que el amor se exprese a través de la originalidad de un individuo, deben cumplirse dos condiciones a saber:
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El niño original al crecer debe tener una experiencia vital del amor y,
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El niño ya adulto debe haber conservado su originalidad esencial.
Tal como se representa en la figura, la auténtica madurez, que es la madurez en el amor o “Madurez Dulce” tiene lugar cuando la persona tiene toda una experiencia de vida, que incluye dolor, sin perder ninguno de los atributos de su originalidad de niño, y esto a pesar de haber vivido las experiencias más dolorosas.
Pero cuando un individuo tiene una experiencia de vida y de sufrimiento que no ha logrado afrontar sin perder su originalidad de niño, entonces lo que la persona desarrolla es una “Madurez Amarga”, que no es madurez propiamente tal, ya que no ha logrado madurado en el amor.
Solamente con originalidad de niño es posible que un individuo afronte una experiencia de vida y de dolor para lograr un auténtico crecimiento y una auténtica madurez en el amor, una “madurez dulce”.
En cambio, cuando una experiencia de vida con sufrimiento no se afronta con originalidad, la persona se amarga por causa del sufrimiento en lugar de crecer en el amor a causa del dolor.
GRACIAS DE ANTEMANO POR VENIR A PARTICIPAR
DESDE CHILE
MARIO TRIVELLI