Un frasco se aproxima, él viene de otra villa, parece, traer magia en su vida por el movimiento, que se observa sin medida.
A las 12 del día,
se abre, sin que nadie se lo pida,
la tapa, gira y gira,
tanto así,
que se estrella en la esquina.
Como un volcán se desparrama, el contenido café, que guardaba, entre todo eso, se distingue la mirada, de un ser, que adentro esperaba.
Es un cacahuate, que se va caminando elegante, viajó, quien sabe de qué parte y se marcha, sin despedirse de nadie.
Y queda aquel contenido, regado por el piso, se organiza, se pone lindo y abandona el frasco que lo guardo por tiempo indefinido.
Créditos Margarita Palomino