

Rei y la Corona de Rocío
En el corazón del Bosque Susurrante, donde el musgo resplandece con luz propia y el río canta melodías de cristal, en este maravilloso lugar vivía Rei, un sapo de tamaño modesto y color esmeralda intenso, pero él no era un sapo cualquiera; mientras sus iguales se alegraban solo con cazar insectos y competencias de salto, él soñaba con algo mucho más grande: ser un Príncipe.
Su hogar era un viejo tronco hueco cerca de la orilla del río, pero en la mente de Rei imaginaba que era la cámara real de su futuro castillo. Pensaba que su trono era aquella piedra cubierta de terciopelo verde (que no era más que un musgo muy grueso), y su corona... ah, su corona era la más preciosa de todas: era una gota de rocío matutino, capturada con sumo cuidado en una hoja, que brillaba con los siete colores del arcoíris.
¡Croac!, exclamaba a su reflejo en el agua, y se decía a sí mismo, que un día, esa gota sería un diamante de la corona de la Casa de Ranidae. ¡Y yo seré el Príncipe Rei!
El problema era que, a diferencia de los cuentos de hadas, ninguna princesa pasaba, no pasaría por aquella charca, ya que el Bosque Susurrante, aunque pacífico, el palacio más cercano estaba a incontables leguas de distancia, tras los temidos páramos de la niebla eterna.
Un atardecer, mientras el cielo se teñía de oro y amatista, Rei decidió que su paciencia real tenía un límite, así que recogió su corona de rocío en una pequeña hojita que envolvió con seda de araña (que él llamaba su "manto de viaje") y se despidió de su charca.

”Adiós, súbditos acuáticos”, dijo a los renacuajos, regresaré transformado, con un carruaje alado,tirado por luciérnagas, ya lo verán.
El viaje fue una odisea de barro y peligros diminutos, primero tuvo que negociar el paso con una araña tejedora de mal genio, a la que le hizo la promesa de ser su sastre real, luego casi fue tragado por el gran pez del arroyo Vador.
Atravesó los Páramos de la niebla eterna, un lugar donde el aire olía a tierra mojada y los sonidos se distorsionan. Allí, conoció a Silas, un pequeño tejón albino, ciego de nacimiento, que vagaba por allí perdido.
¿Quién croa?, preguntó Silas, levantando su nariz temblorosa, “soy Rei, futuro Príncipe del Reino de Ranidae, me encuentro viajando hacia la civilización, ¿Podrías indicarme el camino al palacio más cercano, buen súbdito?”

Silas, que no entendía de títulos, simplemente le preguntó qué buscaba, Rei le explicó su sueño del beso, del hechizo, y de la vida de príncipe a la que según él estaba destinado.
Silas sonrió suavemente y respondió: nunca he visto un palacio, pero sé que en la Gran Ciénaga, al sur, dicen que mora una hechicera que a veces atiende ruegos, claro por un precio.
Silas el tejón sin pensarlo dos veces, se ofreció a ser el guía de Rei hasta la ciénaga . Juntos emprendieron el viaje, el tejón que se guiaba por los olores y el sapo que solo pensaba en el brillo de una corona, y así continuaron el camino.
Al llegar a la Gran Ciénaga, un lugar de aguas estancadas y bastante vegetación , encontraron la morada de la hechicera. No era una torre, sino una seta gigante de color púrpura. Magu, la hechicera, era una anciana con ojos de luciérnaga y un vestido hecho de hojas de otoño.
“Vienes por el beso, ¿verdad, pequeña verruga verde?”, dijo Magu con una voz que sonaba como el crujir de ramas secas, Rei sintiéndose ofendido por lo de "verruga", se hinchó de dignidad, vengo por mi derecho de príncipe, hechicera. ¡El hechizo!
Magu le miró de arriba abajo, y luego a Silas, que se hallaba olfateando una raíz cercana. “ El hechizo tiene un precio más alto que tu diminuta corona de rocío, verruga verde, para activar una transformación tan poderosa, debes conseguir la Voz Verdadera”.
“¿La Voz Verdadera?” respondió asombrado Rei, sí la magia del cambio solo responde al corazón que se ha ganado su propia historia, para esto debes ir al Pozo de los Ecos Silenciosos, en la entrada de la Montaña del Olvido, y allí tienes que cantar tu canción de vida; la que verdaderamente llevas dentro, y si es digna, el pozo te devolverá la voz verdadera, que será el catalizador, solo entonces después de eso podrás buscar el beso que anhela tu corazón.
Rei se desanimó, parecía mucho trabajo solo para conseguir un simple beso, pero su deseo era más fuerte, así que se despidió de Silas, no sin antes prometerle que volvería a por él para vivir en el palacio.

Al llegar al Pozo de los Ecos Silenciosos, se encontró con un abismo oscuro en la base de la montaña, tembló al mirar hacia abajo, y aunque asustado comenzó a recordar las muchas canciones que se sabía; canciones de alegría, canciones de cuna, canciones de amor, entre otras las cuales comenzó a cantar.
Empezó con las de cuna, pero sólo oyó un eco débil, casi imperceptible, luego intentó con las de amor, y el eco fue hueco, vacío.
Desesperado y solo, Rei se sentó al borde del pozo, ya casi sin esperanzas, pero de pronto recordó el viaje, toda la travesía, el miedo en los páramos, el cansancio, la araña, el gran pez, y a Silas, el tejón ciego que confiaba en él y sin pensarlo, sin planearlo siquiera, empezó a croar una tonada diferente, era sobre un sapo muy pequeño que, a pesar de sus miedos y de su aspecto humilde, había caminado más que ningún otro lejos de su charca, sólo con la fuerza de su corazón.
Cantó sobre la amistad inesperada con Silas, sobre el valor de seguir adelante y no rendirse y sobre aquel sueño que no le cabía en el pecho, cantó sobre cómo, incluso siendo un simple sapo, había ayudado a un amigo perdido.
Al terminar, el Pozo no devolvió un eco, pero de él surgió una pequeña luciérnaga que voló hasta posarse justo en la cabeza de Rei, justo donde solía poner su corona de rocío, la luz de la luciérnaga no era brillante, sino cálida y segura.
Esta es tu Voz Verdadera, susurró una voz desde el pozo, esta es la canción de tu corazón, ahora, ve por tu beso, persigue tu sueño.
Rei corrió de vuelta, con la magia de la luciérnaga pulsando suavemente sobre su cabeza, Pero ya no se sentía un simple sapo; dentro de su ser, se sentía como un héroe, más adelante encontró a Magu y le contó lo sucedido.
¡Excelente! dijo la hechicera, tu historia ya es digna, pequeño sapo con corazón de héroe, Magu chasqueó los dedos y, a la luz de la luna, apareció una chica, no con un vestido brillante y corona de oro, era una chica de cabellos trenzados, con un delantal manchado de hollín y una sonrisa cansada, era Lulú, la sirvienta del viejo molinero.
¿Una sirvienta? dijo Rei, decepcionado.
Soy la única chica con alma pura en leguas a la redonda, replicó la joven chica, Rei, sintiendo que su sueño de realeza se desmoronaba, se armó de valor, pero si esta era su única oportunidad, la tomaría aunque muy decepcionado.
”Princesa... quiero decir, señorita. Por favor, ¿me permitiría darle un beso?”.
La chica sonrió de verdad y sin pensarlo siquiera, se arrodilló, se acercó a Rei, y le dio un pequeño y suave beso en la cabeza, justo donde la luciérnaga titilaba, está se detuvo y una hermosa luz, esta vez dorada y cegadora, envolvió a Rei, pronto el aire se llenó de un olor a lavanda mezclado con lluvia, tan fuerte era la luz que la sirvienta tuvo que cubrirse los ojos, maravillada por aquel momento mágico y sin igual.

Al fin cuando la luz se disipó completamente, en lugar del sapo, había un joven apuesto y alto, con una túnica sencilla de lana verde y unos ojos de un intenso y profundo color esmeralda, como el mismo el sapo, y sin más, la luciérnaga se apagó.
El ahora príncipe Rei miró sus nuevas manos humanas, eran manos fuertes, con dedos largos, se sintió extraño, maravillado por la magia del momento, de pronto miró a la chica y exclamó:
Funcionó, ¡Soy un Príncipe! ¡Ahora tengo que ir al palacio!, dijo todo emocionado, pero al instante, su rostro se ensombreció, y se detuvo en seco pensando: “Pero si yo no tengo palacio, y no sé qué hacer con mis manos, si, ni siquiera tengo reino”.
La chica riendo le dijo, después de tanto pareces tan perdido como cuando eras un sapo hasta que de pronto, Rei recordó algo, o más bien, a alguien:
¡Silas! ¡El tejón!, El recién transformado príncipe no dudó, se puso en marcha de nuevo hacia los páramos, ahora a zancadas humanas, la chica, intrigada por lo que haría Rei, le siguió hasta encontrarse con Silas, quien estaba acurrucado bajo una raíz, al acercarse le llamó con su nueva voz humana:
¡Silas! Se escuchó decir, con su nueva profunda y poderosa voz; soy yo tu amigo Rei, el tejón se sobresaltó diciendo: ¡Esa no es la voz de mi amigo sapo!
Rei se agachó cerca de él diciendo: “Soy yo, Silas, el hechizo funcionó", Silas de inmediato lo olfateó afirmando: “Hueles a bosque, a lluvia y a... A príncipe. ¿Ya tienes tu castillo?”

Rei miró la gran Ciénaga y el Bosque Susurrante, la luciérnaga, la voz verdadera, le había dado la llave, pero él mismo había forjado la cerradura, el verdadero valor no estaba en un título, sino en el viaje y en la amistad.
“No, Silas, dijo Rei, sonriendo por primera vez como un hombre, no tengo castillo, pero acabo de darme cuenta de que el Bosque Susurrante es mi reino, que en lugar de súbditos tengo amigos, y que soy mucho más de lo que soñaba, Soy un Príncipe del Bosque.
Le tendió la mano al tejón, ven, amigo mío, vamos a construir mi castillo, uno donde todos los que son diferentes y valientes sean bienvenidos.
La sirvienta del molino sonrió, se acercó y se ofreció a ayudar a construir el castillo, asegurándose de que al menos tuviera una buena cocina, así, el Príncipe Rei, sin un reino de mármol o un trono de oro, fundó su propia nobleza: la Orden de la Luciérnaga, un principado de musgo y amistad en el Bosque Susurrante, había soñado con un destino de fantasía y, al final, la forjó él mismo, no con un beso, sino con su propia historia.

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