There are always places in our own city that, for one reason or another, elude us. For me, one of them was the **Minor Basilica of Saint Francis of Assisi**.
Many times I had walked through its plaza admiring its imposing Baroque façade and its tower that rises several meters into the Havana sky, but I always found its doors closed due to necessary restoration.
For months, it was covered by scaffolding and fabric, like a treasure being slowly polished. Finally, it was ready for a concert in this emblematic place.
I had an irresistible invitation: singer-songwriter Gerardo Alfonso would perform on this unique stage. I deeply love his music, that blend of captivating melody and lyrics that speak directly to the soul, whether it's about love or the everyday life that surrounds us. I knew this would be the perfect moment. Not only to hear it, but to finally see the interior of this basilica that had so often intrigued me from the outside.
I planned everything with the excitement of someone visiting a first visit. I arrived well in advance to enjoy and capture the details of its interior with my camera.
Guarding it is the **Knight of Paris**, eternal guardian of the Basilica. It's impossible not to feel something when seeing his serene figure, with his long beard, a legendary figure of Havana who now, in bronze, seems to continue walking our streets.
But before entering, I couldn't resist contemplating San Francisco Square, which is in itself a gift for the senses. That day, it was at its most magnificent.
I stopped, as I always do, in front of my favorite sculpture: **The Conversation**. There's something about those silent, modern figures that transmits complicity to me. Today I wanted to capture them in a single image with the stone giant that rises behind it: the Basilica itself. I loved the photo: modernity in dialogue with history, two authentic beauties of this square that never ceases to amaze me.
Then I turned my gaze toward the Fountain of the Lions, that marble jewel that beautifies the square. There I witnessed a small spectacle of pure happiness. The pigeons, taking advantage of the fact that the fountain had been repaired and was emanating water as it had in its heyday, were bathing and drinking at the top of the structure. They looked so happy, cooling off from the intense heat that has been with us. I am an animal lover, and seeing these birds enjoying such a simple and vital moment filled me with immense joy. Even I wanted to join them and cool off!
But it was time to enter. I crossed the threshold of the Basilica and was transported back to 1591, when it was built by the Franciscan friars. The passage of centuries and the onslaught of hurricanes transformed it from a religious temple to one of Havana's finest concert halls.
While I waited, my curiosity led me to explore the perimeter of the nave. And I discovered that this place is not only admirable for its architecture, but also for the treasures it houses. A precious collection of works of art is displayed in various chapels and on the sides. I admired period paintings, impressive pieces of silver jewelry that gleamed in the dim lighting, antique furniture made of precious woods, and elaborate carvings. Among them, a beautiful clock cabinet caught my attention, a piece of great elegance.
When Gerardo Alfonso began to play, first the piano and then his guitar, his voice and music resonated throughout the nave. I fully understood why this space is so special for music. Every note, every word, rose, amplified, and enveloped us in a magnificent way. The acoustics are simply perfect. It was as if the Basilica itself were singing with him. At the end of the concert, the entire audience stood up to join him in one of his most popular songs: "Sábanas Blancas."
The concert was wonderful, but the experience was much more than that. It was the fulfillment of a long-held curiosity, the rediscovery of a space that is more alive than ever. I'm sure I'll be back.
If you're passing through Old Havana, don't settle for just seeing it from the outside. Check out the program and plan to attend one of their concerts. I assure you, you won't just hear music; you'll feel the essence of a Havana that reinvents itself and continues to give us unique experiences.
**See you soon!**
Historical data was found on [this site](https://en.wikipedia.org/wiki/Basilica_of_San_Francisco_de_As%C3%ADs,_Havana).
VERSIÓN EN ESPAÑOL
**Basílica Menor de San Francisco de Asís: Maravillosa sala de concierto de estilo barroco**
Siempre hay lugares en nuestra propia ciudad que, por una razón u otra, se nos resisten. Para mí, uno de ellos era la **Basílica Menor de San Francisco de Asís**.
Muchas veces había caminado por su plaza admirando su imponente fachada barroca y su torre que se eleva varios metros hacia el cielo habanero, pero siempre me encontraba con sus puertas cerradas, debido a una necesaria restauración.
Durante meses, estuvo cubierta por andamios y telas, como un tesoro que se estaba puliendo poco a poco. Finalmente, ya quedó lista para presenciar un concierto en este emblemático lugar.
Tuve una invitación irresistible: el cantautor Gerardo Alfonso se presentaría en ese escenario único. Me gusta profundamente su música, esa mezcla de melodía cautivadora y letras que hablan directo al alma, ya sea de amor o de la cotidianidad que nos rodea. Supe que ese sería el momento perfecto. No solo para escucharlo, sino para conocer, por fin, el interior de esta basílica que tantas veces me había intrigado desde afuera.
Planifiqué todo con la emoción de quien va a un primer encuentro. Llegué con mucho tiempo de antelación, para disfrutar y capturar con mi cámara los detalles de su interior.
Custodiándola se encuentra el **Caballero de París**, guardián eterno de la Basílica. Es imposible no sentir algo al ver su figura serena, con su larga barba, un personaje legendario de La Habana que ahora, en bronce, parece seguir recorriendo nuestras calles.
Pero antes de entrar no pude resistirme a contemplar la Plaza de San Francisco, que es ya de por sí un regalo para los sentidos. Ese día estaba en su máximo esplendor.
Me detuve, como siempre hago, frente a mi escultura favorita: **‘La Conversación’**. Hay algo en esas figuras silenciosas y modernas que me transmite complicidad. Hoy quise capturarlas en una sola imagen con la gigante de piedra que se alza detrás: la propia Basílica. La foto me encantó: la modernidad en diálogo con la historia, dos bellezas auténticas de esta plaza que nunca me deja de sorprender.
Luego dirigí la mirada hacia la Fuente de los Leones, esa joya de mármol que embellece la plaza. Ahí presencié un pequeño espectáculo de pura felicidad. Las palomas, aprovechando que la fuente había sido reparada y emanaba agua como en sus mejores tiempos, se bañaban y bebían en lo más alto de la estructura. Se veían tan felices, refrescándose del intenso calor que nos ha estado acompañando. Soy una amante de los animales, y ver a esas aves disfrutar de un momento tan sencillo y vital me llenó de una alegría inmensa. ¡Hasta a mí me dieron ganas de unirme a ellas y refrescarme!
Pero era hora de entrar. Crucé el umbral de la Basílica y me transporté al año 1591 cuando fue construida por los frailes franciscanos. El paso de los siglos y el embate de huracanes la fue transformando, de templo religioso pasó a ser una de las mejores salas de conciertos de La Habana.
Mientras esperaba, mi curiosidad me llevó a explorar el perímetro de la nave. Y descubrí que este lugar no solo es admirable por su arquitectura, sino también por los tesoros que alberga. En distintas capillas y laterales, se exhibe una preciosa colección de obras de arte. Pude admirar pinturas de época, impresionantes piezas de orfebrería en plata que brillaban con luz tenue, muebles antiguos de maderas preciosas y tallas elaboradas. Entre todos ellos, llamó especialmente mi atención un hermoso mueble reloj, una pieza de gran elegancia.
Cuando Gerardo Alfonso comenzó a tocar, primero el piano y luego su guitarra, su voz y música resonaron en la nave, entendí por completo por qué este espacio es tan especial para la música. Cada nota, cada palabra, se elevaba, se amplificaba y nos envolvía de una manera grandiosa. La acústica es, sencillamente, perfecta. Era como si la propia Basílica cantara con él. Finalizando el concierto, todo el público se puso de pie para acompañarlo en una de sus canciones más gustadas: Sábanas Blancas.
El concierto fue maravilloso, pero la experiencia fue mucho más que eso. Fue la materialización de una curiosidad de años, el redescubrimiento de un espacio que está más vivo que nunca. Estoy segura que volveré.
Si pasas por La Habana Vieja, no te conformes con verla desde fuera. Consulta su programación, planifica asistir a uno de sus conciertos. Te aseguro que no solo escucharás música; sentirás la esencia de una Habana que se reinventa y nos sigue regalando experiencias únicas.
**¡Hasta pronto!**
