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En tu alma girasoles sembré, tan dulce, tan paciente, tan llena de fe cada día en el jardín de tus ojos los vi crecer como estrellas de papel, como luces en tu piel, tan furtivas las flores que en nuestra primavera te regalé
A veces, pequeños y frágiles, en ocasiones, grandes y sublimes, pero el otoño tarde o temprano ha de aparecer y aún así, nunca me perdonaré por arrancar de tu piel las raíces de los girasoles que yo misma sembré
Amargo sabor a hiel cuando vi de tus ojos nada más que al frío florecer, intrínseca decepción la que surgió de tu ser, entonces mi alma se nubló y mis ojos rompieron a llover, jamás girasoles como los tuyos nuevamente encontré.
Equinoccio de primavera; divino y santo primor que de ti floreció.
La imagen pertenece a Marko Blažević en Unsplash