Sanar en soledad no es rendirse, es elegirte.
Es abrazarte cuando nadie más lo hace, escucharte en silencio y darte el espacio que antes dabas a los demás.
A veces, el amor más puro no viene de fuera, viene cuando te miras con compasión y decides quedarte contigo.
No necesitas testigos para reconstruirte.

Basta con tu presencia, con tu respiración tranquila y esa decisión valiente de no escapar de tí
Porque sanar en soledad también es amor: es prometerte que no volverás a dejarte atrás por nadie, ni siquiera por quien alguna vez lo fue todo.
En la soledad descubrimos que no estamos vacíos, solo necesitábamos silencio para escucharnos.
Y en medio de lo que dolía, floreció algo nuevo: respeto por tu historia, amor por tus heridas, y una certeza serena de que volverás a amarte más fuerte que nunca.
Sanar en soledad, también es amor.