La historia tiene lugar entre las noches 851 y 857 de los relatos en los que Sherezade se convertía en una heroína no por la fuerza, ni a sangre y fuego, ni siendo sobrada, sino manipulando la energía sutil, a través de su inteligencia, como una diplomática altamente capacitada. Salvando su vida y la de las mujeres vírgenes de un reino gobernado por un hombre con su masculinidad herida.
Se trata de la historia de Alí Babá y los 40 Ladrones.
Yo no tengo ni dos noches para echar este cuento. No tengo ese tiempo y mi vida no está en juego si no lo hago, pero lo resumo pues me interesa comentar sobre lo primero que busqué comprar al llegar a Irán: el aceite de sésamo.
“Recuerdo, ¡oh rey afortunado!, que en tiempos muy lejanos, en los días del pasado, ya ido, y en una ciudad entre las ciudades de Persia, vivían dos hermanos; uno se llamaba Kasín y el otro Alí Babá. ¡Exaltado sea aquel ante quien se borran todos los nombres, sobrenombres y renombres; el que ve las almas al desnudo y las conciencias en toda su profundidad, el Altísimo, el dueño de todos los destinos!"
Hasta ahí cito, porque insisto, no tengo mucho tiempo. A partir de ahora parafraseo:
Cuando el padre de Kasín y de Alí Babá murió, ambos se repartieron y comieron la herencia, y al ratico se quedaron sin pan ni queso. Lo que suele pasar a los descuidados en edad temprana cuando no escuchamos consejo. Bueno, los hermanos eran diferentes entre sí, mucho. El mayor, Kasín, usó su astucia no para aprender un oficio, sino para casarse con una muchacha de familia acaudalada. Así parecía que era su destino, marcado en su frente desde su nacimiento, y así se cumplió.
El segundo hijo, Alí Babá, era modesto y se hizo leñador, vivía con poco, pero gracias a que, sí escuchaba los consejos de su dura y sabia experiencia, ahorraba, y con ello compró tres burritos. Entonces, vamos a ubicarnos, Kasín se hizo rico rápido, pero Alí Babá inspiraba confianza y esto es mejor, mucho mejor a largo plazo.
¿Recuerdan que hablamos de los dos destinos? (El inamovible y el que corregimos con nuestras acciones y decisiones) Bueno, un día en que Alí Babá estaba en el bosque ocupado talando un árbol, el destino decidió modificar el sino del leñador. Alí escuchó un estruendo lejano, pero como a él no le gustaban las complicaciones ni las aventuras, lo ignoró. Prudente se trepó a la copa de un árbol y estando a salvo se enteró que el ruido lo hacían una tropa de caballeros, armados que galopaban hacia donde él se encontraba. Al ver sus semblantes sombríos y sus barbas negras, no dudó que eran aves de presa, bandoleros, salteadores de caminos. Y no eran pocos, eran 40, exactamente.
En este momento de su narración, Sherezade vio aparecer la mañana, y se calló discretamente. Pero yo voy a continuar.
Alí veía a los hombres situarse ante una gran roca y uno de ellos gritó frente a ella “Ábrete sésamo”. La roca se abrió en dos y los cuarenta hombres entraron hasta el último y el mismo hombre dijo “Sésamo, ciérrate”.
Alí Babá quedó maravillado, y sólo en esta oportunidad, su curiosidad pesó más que su prudencia. Y fue la mejor vez ¡qué buena vez! ¡alabada sea su imprudencia! porque estaba escrito que había de ir irremediablemente al encuentro de aquella aventura.
La roca parecía impenetrable, pero él sabía lo que había visto y olvidando sus antiguos temores, esos que siempre nos dejan en el mismo lugar, y empujado por la fuerza del destino, Alí Babá, el leñador, se dirigió a la roca, y dijo: “¡Ábrete sésamo!” Y aun diciéndolo con miedo y con inseguridad, la roca se separó y se abrió como un par de piernas.
Alí Babá quería huir aterrorizado pero la fuerza de su destino que unas veces empujas, otras detiene y, en este caso, le inmovilizó ante la abertura y le empujó a mirar a un interior repleto de pilas de ricas mercaderías, una bóveda llena de fardos de seda y brocado, grandes cofres llenos de monedas, lingotes de plata y dinares de oro.
El suelo estaba hasta tal punto cubierto de vasijas llenas de joyas, que los pies de Alí Babá no sabían dónde posarse. Sin duda, esa era una gruta refugio de generaciones y generaciones de padres bandidos, hijos bandidos, abuelos bandidos.
Alí Babá volvió a su casa, le contó a su mujer lo sucedido y ella no pudo contenerse de contarlo a su concuñada, quien se suponía era de confianza por ser la esposa del hermano de Alí Babá, Kasín.
Y como uno es con quien está (y ya sabemos cómo era Kasín), su esposa, no se pudo contener de contarle a él, con ese flagelo que todos niegan o casi nadie reconoce o la maquillan, pero casi todos sentimos en algún momento de la vida y lleva por nombre envidia, en su caso, sobre el misterio cargado de riqueza que ahora protagonizaba la vida del hermano de su esposo.
Le contó a Kasín y éste lejos de alegrarse de que su hermano parecía estar lejos de toda necesidad, corrió a casa de Alí Babá a reclamar como suyo algo que no le pertenecía en esta ni en mil vidas más.
Amenazó a Alí Babá: si no le contaba cómo entrar en la cueva, lo denunciaría ante la justicia. Pero Alí Babá no tuvo problema en revelarle el santo y seña, aun sin amenazas.
Kasín sin siquiera darle las gracias marchó a hacerse con todo lo que había en la cueva, dijo “Ábrete Sésamo” ante la roca y esta volvió a abrirse como una flor en espera. Llenó sacos y sacos de riquezas y los cargó todo lo que pudo de aquello. Al pretender salir de la cueva, pronunció soberbio: “Ábrete Cebada”. Y la roca, por supuesto permaneció sellada. Kasín se desesperó ¡ábrete Haba!”, “¡Ábrete, Avena!”; y el miedo se lo consumía a tal punto que empezó a despotricar los nombres de todos los cereales y granos que el gran sembrador lanzó sobre la superficie de los campos cuando empezó el mundo.
…Centeno…Alforfón… Mijo… Trigo… Arroz, pero Kasín era tan indigno que ni su memoria le ayudó y olvidó el misterioso sésamo, el único dotado de poderes mágicos.
Y todo pasa por una razón (aunque suene cliché) porque nosotros no lo vemos, pero en su fuero interno, cada quien vive su infierno y así es como más pronto o más tarde el destino nubla por orden del Todopoderoso la memoria de los truhanes que viven de la usura o del engaño y la estafa, ciega su vista, les retira el don de la lucidez y los deja tanteando en las tinieblas, tan ciegos, sordos y mudos, que no pueden ni volver sobre sus pasos.
Kasín se quedó encerrado. Los 40 ladrones volvieron y lo encontraron y lo descuartizaron.
Y Alí Babá perdió un hermano, pero vivió con tranquilidad, usando con moderación y prudencia las riquezas que les había otorgado el Generoso y gracias a atender los llamados divinos, y sin buscarlo o aspirarlo, llegó a ser el hombre más rico y respetado de su pueblo.
Esta historia sobre la avaricia, la solidaridad y los giros del destino continúa, pero yo llego hasta acá para poder hablar sobre el sésamo y sus poderes mágicos que le concedieron a Alí Babá, solo con nombrarlo, la tranquilidad y el sosiego de su familia generación tras generación.
La piel es el órgano más grande del cuerpo humano y todo lo que se posa sobre ella, lo absorbe (Emociones, intenciones, olores, texturas, sabores, colores…)
En la medicina ayurveda, que no es iraní, sino india, se dice que en la piel no se debe colocar nada que no estés dispuesto a comer.
En 2021 mi tratamiento como paciente de medicina ayurveda incluía largas jornadas matutinas de masaje con aceite de sésamo orgánico prensado al frío.
El aceite debía cumplir en mí varias funciones que no me fueron reveladas sino hasta que sentí los efectos: en lo físico, drenar mi sistema linfático, mejorar mi circulación después de años de sedentarismo ante un computador, depurar y calmar mi sistema nervioso, hasta entonces saturado de café producto de las largas jornadas como periodista en un canal de televisión.
Su función psicológica y emocional partía de habituarme a dedicar un tiempo a mí, únicamente a mí, no a ser productiva, a mí. Masajeando durante tres minutos cada parte de mi cuerpo largo y eterno, dibujando formas para nada azarosas con los dedos y comprobando los beneficios de masajear de abajo hacia arriba mis pies y piernas antes de dormir porque garantiza disfrutar de un sueño profundo y completo.
Al principio eso de que tuviera que ser ese aceite, me parecía estupidez (yo era la más escéptica del planeta) luego mi terapeuta me fue enseñando métodos y fui comprobando los beneficios del automasaje sutil, no brusco, con este que por algo no es de arroz, ni de mijo, ni de centeno ni de avena, sino de sésamo porque abre rocas y puertas a la que los humanos no pueden acceder si no es de esta manera.
Lo que me parecía una excentricidad luego pasó a ser experiencia y certeza y decidí aprender más técnicas.
Finalmente, me tocó ser evaluada en Madrid en 2024 en 14 masajes con aceite de sésamo, a veces medicado con plantas, que representan un abanico de posibilidades ante todo tipo de padecimientos crónicos, comunes y en la cotidianidad: bruxismo, esquizofrenia, torticulis, flacidez, aumento o disminución de masa muscular, resequedad y falta de brillo en la piel de cuerpo, rostro y cabello, descamación por insolación, insomnio, ansiedad, dolor de cabeza (incluido migrañas), alergias, dolor de oídos, también ayuda a cicatrizar las heridas y quemaduras, y se suman una larga lista de etcéteras si se aplica de forma habitual y en el momento y con el aceite y la técnica correcta.
Sobre la riqueza en ácidos esenciales y la capacidad de este aceite de penetrar todas las capas de la piel hasta nuestro sistema nervioso lo podrían investigar y si no se los puedo hacer sentir y demostrar 😉.
El aceite de sésamo es la herramienta principal para nutrir esa conciencia que hace parte de la verdadera belleza del rostro, de la piel, del alma y de la mirada. Esa que no se puede maquillar. Suena poético, pero es verdad.
Para mi masaje diario de cuerpo completo (abhyanga), no por necesidad, sino como hábito de salud preventiva (que es la más inteligente y subestimada por la humanidad) requiero menos de un cuarto de aceite, y aunque él es noble y rinde enormemente, son 365 días cada año, todos los años, y un litro de aceite de sésamo en Caracas, Venezuela - si lo consigues - tiene un costo de 35 dólares, aproximadamente. Lo que supone una barrera socioeconómica para recomendarlo, regalarlo, o que mis amigos o asesorados puedan y quieran atreverse a comprar e incluso a usar algo de lo que nadie les ha hablado porque no es “científicamente comprobado”.
Por ello el aceite de sésamo fue lo primero que quise comprar al llegar a un país donde este como otros aceites orgánicos son parte de la cotidianidad.
Compré mi primer litro en Teherán en aproximadamente 6 dólares y ahora le doy amor a mi cuerpo con el sin escatimar. Es mi aliado ante el estrés de mi autoexigencia en las evaluaciones de farsi.
Así es como se me cruza la literatura con la medicina y se fusiona en momentos y sucesos que parecen ficción, pero son parte de una realidad que tiene al Sésamo como protagonista y que hacen parte de las razones elementales por las cuales vine a Irán, la cuna de Alí Babá.