Saludos... Hoy incursiono en un relato, basado en un hecho real, en una aproximación a un cuento. Espero que les guste...
De pronto, Maricarmen sintió la llegada de alguien. ¿Se trataría de él? Al abrirse la puerta, divisó a Juan José sonriendo, con los brazos abiertos, una flor en la mano…
-¿Otra vez arrancándole las flores a la vecina?, mencionó ella mientras se acercaba a recibirlo. -Es que todas las flores son buenas para ti, querida Mari.
Era así como Maricarmen lo recibía con un beso, impetuosamente hacia preguntas sobre la jornada, el regreso, a la par que le aseguraba su amor.
-Mi Juan, te amo, no sabes cuánto…
Todavía de pie en la sala, Juan José quiso entrar en la habitación, quizás a descansar, tal vez a cambiarse de ropa, pero Maricarmen se plantó para impedirlo. Con rabia. Con llanto. Con súplica. Aquella esposa pedía que no entrara, que se quedara con ella, allí mismo, en la sala, que siguieran conversando, mientras seguía diciendo que lo amaba, que siempre lo amaría. Juan José accedió serenamente. Pero, tal vez como una de sus bromas, disparó a correr hacia el cuarto.
-¡No, no…! Gritaba ella, mientras intentaba alcanzarlo, pero no pudo… Solo la puerta de la habitación frenó su marcha, desesperada y en crisis, sintió como sus brazos eran sostenidos por Elena y Felia, su hermana.
Pasaron aquellos angustiosos momentos. Maricarmen nuevamente reposa en el sillón. Se escuchan ruidos. Siente que alguien se aproxima a la casa. ¿Se trata de él? Su sonrisa es inconfundible. Allí está Juan José y ella a su encuentro. Él quería hablarle mil cosas, se notaba sosegado, pero ella insistía que descansara un poco de aquella jornada, que pasaran a la habitación. Prácticamente, tomándolo del brazo, lo condujo hasta allá. Ya en el cuarto, el rostro de Juan José fue cambiando, sudoroso, reflejaba la intensa presión que sentía en su pecho, es como si su corazón quisiera explotar. El brazo de Maricarmen se sintió pesado, hasta que vio a su amado esposo desplomado en el suelo.