Resignificar para sanar

En cuanto al proceso, soy una de esas personas con mucho que compartir. Muchas experiencias me han enseñado muchísimo. Incluso las negativas, a veces, han resurgido en mi necesidad de mejorar y lograr resultados positivos.  Pasé gran parte de mi infancia y adolescencia en casa de mis abuelos. Ellos también se convirtieron en una especie de padres para mí. Mi abuelo, en particular, fue mi figura paterna. Desafortunadamente, falleció. Fue una de las experiencias que más moldearon mi vida, desde mi forma de pensar hasta dónde vivía, ya que me quedé con mi madre. Antes, pasaba tiempo con mis abuelos y mi madre. La partida física de nuestros familiares es un proceso difícil de aceptar. Era adolescente en aquel entonces y no sabía cómo afrontar mis sentimientos. Mis pensamientos cambiaron; pensaba que nada tenía sentido. Mi proceso fue largo; me afectó profundamente, pero después de superar esa etapa, pude reiniciar mi vida con nuevas expectativas. Solía pasar tiempo con mi familia, pero no le daba mucha importancia. Comprendí la importancia de estar con las personas que nos rodean, como dice el dicho: "hoy estamos aquí, mañana no sabemos". Porque la muerte de mi querido abuelo fue tan repentina que no tuve tiempo de procesar lo que estaba sucediendo.  También me enamoré del lugar donde se alojaba mi madre, donde vivo actualmente. Un lugar que me brinda mucha estabilidad emocional en comparación con la ciudad. Es un pueblo muy tranquilo, ideal para que mis hijos crezcan y reciban su educación. Eso me hace sentir bien. Conocí gente nueva que me mostró su cariño. Eso fue un estímulo muy importante para superar mi proceso, ya que estar rodeada de personas que me motivan me da la valentía para seguir adelante. Desde que comencé a comprender los procesos de mi vida, me he dado cuenta de que cada uno tiene un propósito. La verdad es que no me gusta, ni quisiera, pasar por situaciones negativas o pérdidas, especialmente cuando se trata de perder a un ser querido. Sin embargo, me han enseñado grandes lecciones, y a veces el cambio es para bien. Porque si me hubiera quedado en la ciudad donde vivía mi abuelo, todo sería muy diferente. Hoy vivo en una ciudad tranquila, en un lugar que amo y que siento perfecto para mí. También es ideal para la infancia de mis hijos. Tengo buenos amigos que son como hermanos. La verdad es que el cambio de residencia me abrió las puertas a la estabilidad, empezando por lo emocional, porque sentirse a gusto en un lugar no tiene precio y es una de las cosas que he ganado tras la mudanza.  En otras palabras, la verdad es que no me hubiera gustado pasar por la experiencia de perder a mi abuelo, pero al mismo tiempo, me obligó a quedarme en mi residencia actual, donde hoy disfruto de un lugar agradable y de gente a la que quiero con todo mi corazón. Hoy siento que lo que ocurrió en aquel entonces cambió el sentido de cómo veo la unidad familiar y que no hay nada como aprovechar al máximo el tiempo que pasamos con nuestros seres queridos. --- |English version .