"imagen generada por IA y modificada por mi persona"
Actualmente, mi vida ha dado un giro importante en cuanto a cambios. Algunos han sido positivos, pero no dejan de tener un trasfondo difícil de asimilar. Siempre sentí que crecía en un ambiente seguro y con valores. Hoy me doy cuenta de que esa seguridad era una ilusión, y que los valores que nos inculcaron no tenían una base real; eran solo palabras sin peso que intentaban forzarnos hacia lo que nuestros padres consideraban un “buen camino” moral.
Y aunque hoy, sanando poco a poco una familia rota, y logrando entender mucho de mi pasado.
Hoy… reconozco que he crecido con muchas fallas emocionales, que a su vez han afectado mis decisiones. Aun así, lucho por seguir adelante. También debo admitir que, aunque lo que tengo actualmente no me permite crecer económicamente con facilidad, tengo una fuerte capacidad de superación. Tengo una fortaleza que me impide rendirme y siempre me impulsa a buscar una salida, sin importar la situación que enfrente en el momento.
Tengo un gran sentido del optimismo, pero…
¿hasta dónde podré mantener ese impulso optimista?
Día a día lo intento, y día a día la vida se esfuerza en complicar más las posibilidades.
Me encuentro a un empujón de entrar en un estado de depresión. Ya he estado allí antes... y me permito perder entusiasmo. A veces es necesario hundirse en ese fango depresivo, con el fin de dejar salir esas emociones.
Pero aún así es inevitable preguntarme:
¿Realmente podré lograr lo que deseo?
No me malinterpreten. Tengo opciones para seguir intentando, pero empiezo a sentir que personas cercanas, presentes en mi vida, posiblemente me ven como un fracaso. He desaprovechado muchas oportunidades en el pasado, a raíz de un entorno roto que me llevó a alejarme y distraerme, acompañado de una falsa sensación de seguridad laboral que la pandemia se encargó de destruir…
Cambiaron las reglas del juego.
Me vi obligado a empezar de cero, pero cargando todos mis errores anteriores.
Económicamente, siento un peso enorme que no me deja respirar.
Siento que defraudo a quienes confían en mí, que empiezan a perder la fe y a verme como alguien que no lo intenta. Pero se equivocan. Intento… y de verdad pongo empeño en cambiar mi entorno. He sacrificado todo lo que me gusta con tal de apoyar y cubrir a quienes confían en mí.
Hoy me encuentro en un estado difícil de asimilar. Por un lado, tengo proyectos a punto de arrancar. Estoy ante una oportunidad que tal vez podría darle un giro positivo, al fin, a mi entorno. Y por otro lado, siento que mi alrededor empieza a desmoronarse. Siento que el mundo que he intentado cuidar y mantener se deshace poco a poco.
Justo ahora, con la puerta de las oportunidades brillando frente a mí… Siento que quizás todo se derrumbe antes siquiera de poder cruzarla.
Tengo miedo de que, incluso al iniciar, no pueda mantener en pie los cimientos de aquello que deseo proteger. Siento como si tuviera un reloj de arena frente a mí, viendo caer los segundos, y con cada grano, siento que la oportunidad se me escapa entre las manos. Siento que la vida se me sigue yendo y que yo… solo sigo viviendo a fuerza de optimismo.
Una vez estuve gravemente enfermo, y casi terminé con diálisis. Pude haber muerto, o quedado con una condición de por vida. Pero nunca me permití caer del todo. A pesar de que aquello también significó un giro de 360 grados... Fui optimista. Seguí las indicaciones y me esforcé.
Durante un año mantuve una dieta drástica. No permití que eso me limitara. Pero había algo distinto:
Nadie dependía de mí.
Nadie esperaba que me esforzara.
Era algo de mí, para mí.
Yo aceptaba lo que fuera que viniera. Y si mi destino era vivir enfermo, lo haría de la mejor manera que me fuera posible.
Pero ¿qué pasa cuando hay personas que confían en ti?
Las reglas cambian drásticamente. Cada día que tú intentas mejorar, hay alguien que confia en ti,y que no tiene la fortaleza mental, ni la voluntad optimista que tú sí. No es lo mismo sacrificarse por una meta propia, que sacrificarte tú y arrastrar a otros contigo por esa misma meta.
Porque el dolor, la tristeza, el sufrimiento de esas otras personas… te cae directamente a ti.
Te sobrecargas. Si ya es difícil cargar uno solo su cruz, imagina sentir que tu cruz también le pesa el doble a alguien que no debería siquiera cargarla. Esa sensación desgasta mi optimismo. Me consume y me hace sentir terrible.
Siento un peso descomunal en mis hombros. Siento que las miradas están llenas de resentimiento. Siento que no soy juzgado… sino maldito con la mirada. Y no puedo culpar esos sentimientos. Porque si hoy estoy tan limitado, es porque yo mismo, cuando tuve la oportunidad, elegí la comodidad.
Y no es que no me esfuerce en lo que hago —de hecho, soy excelente en lo que hago— pero por haber elegido lo fácil… ahora vivimos tiempos difíciles.
Los países están en crisis. Los trabajos escasean. Y los que buscan, se arrastran. Los empresarios no buscan al mejor, sino al que acepte el salario que ofrecen.
¿Y si eres bueno? ¿Y si quieres un salario justo?
Entonces debes demostrar tu valor… y el de tres personas más.
¿Y cómo culpar a las empresas, si los gobiernos cada vez hacen las cosas más difíciles?
El costo de la vida no para de subir. Pero nosotros seguimos aquí. Yo sigo aquí.
Y aunque no quiero fallarle a nadie… quizás el tiempo no esté de mi lado. Tal vez les falle, o quizás ya lo hice. Pero aun así, estén o no presentes en mi vida, seguiré con este optimismo.
Porque ser optimista no es esperar que las cosas pasen. Ser optimista es pensar en lo que puedes hacer, en cómo hacerlo, y creer que eso que harás te acercará, poco a poco, a lo que deseas lograr.
La gente confunde optimismo con ser soñador. Un soñador solo piensa que ganará la lotería y todo se resolverá. Un optimista piensa: si hago esto, si muevo aquello, si busco aquí, si intento allá… aunque sea poco a poco, podré suavizar un daño y reforzar algo positivo.
Y espero que la vida me permita la salud para alcanzar ese punto… y poder decir: lo logré.
Deseo con todas mis fuerzas que quienes confían y dependen de mí estén junto a mí, y puedan decir: lo lograste.
Y si llego a defraudarlos y deben alejarse por su bienestar, jamás sentiré que hicieron mal.
Porque repito:
Nadie quiere ver sufrir a quienes desea proteger. A quienes ama. A quienes desea ver bien.
Hay quienes son lo suficientemente fuertes para resistir cualquier cosa, y hay quienes no.
Y eso no es culpa de ninguno.
Espero que nunca muera el optimismo que tengo. Y que, cuando me permita caer en depresión, siempre pueda ver lo malo… y transformarlo.
Y no simplemente sentir que nada tiene sentido.
Eso nunca me ha caracterizado. Aunque últimamente… ha estado más presente.