La Noche del Intruso

@mole5852 · 2025-08-04 17:09 · Literatos

Hola que tal, soy nuevo en esta plataforma y es de mi agrado poder compartir Historias inspiradas en experiencias y vivencias, espero sean de su agrado y esta sea la primera de muchas mas, sin mas que añadir los dejo con,

"Imagen generada por IA y modificada por mi persona"

La Noche del Intruso

Un cuarto vacío espera la llegada de aquel que suele irrumpir el silencio con la simple rutina del día a día. Así, sin más, poco a poco se sienten los pasos acercarse con más fuerza, y luego… esa leve pausa.

Entonces, luego de un breve silencio, llega el sonido de las llaves golpeando la puerta. Y llegas a ese espacio oscuro que, en un segundo, es iluminado en su plenitud con un simple movimiento de mano.

Entras a la habitación y, luego de dejar caer una bolsa y los zapatos a un costado, también permites que tu cuerpo caiga sobre el sillón de la sala.

Allí contemplas el techo. El abanico gira, y la brisa que comienza a impulsarse con su giro acaricia tu rostro. Cierras los ojos y respiras profundo. Sientes que, a medida que entra el oxígeno, también cada fibra de tu piel se eriza. Es una caricia al alma después de un día agotador.

Exhalas, y tu cuerpo siente ese bajón. Te sientes el doble de pesado, y a la vez relajado. Es tu momento sagrado, un pacto entre tú y tú:

Mente y cuerpo abandonan todo para conectar… y desconectar al mismo tiempo.

Los zapatos, la cocina, el cuarto… todo puede esperar.

Esperar hasta que tu cuerpo sienta que ha sido suficiente.

Ahora observas el pasillo que da a los dormitorios. Ves hasta donde alcanza la luz de la sala y estudias más allá, donde esta ya no llega. Analizas los límites donde conecta con la oscuridad.

Una vez más, llama tu atención esa línea negra que se forma con la puerta entreabierta. La odias. Te angustia…

Un suspiro enérgico es suficiente para darte impulso y obligarte a levantar el cuerpo, rompiendo esa armonía.

Esa angustia basta para sacrificar tu sagrado ritual, con tal de cortar de raíz la causa de una silenciosa ansiedad.

Vas al pasillo y enciendes la luz. Ahora esta cubre más allá de su límite, revelando lo que antes era un espacio negro:

La esquina de la cama, un par de medias, un cable eléctrico.

Así también los otros cuartos muestran lo que les pertenece. Sin embargo, para ti, eso no basta… esa semi-oscuridad también crea ansiedad. Por eso decides encender todas las luces. El gasto de electricidad se justifica:

Tu paz vale más que un par de dólares extra.

Vuelves victorioso a la sala. Ahora sí:

A disfrutar de la armonía que había hecho una pausa. Respiras hondo y exhalas…

Pero algo distinto ocurre.

Ha hecho presencia alguien.

Es bien conocido por ti.

Inmediatamente, y lentamente, devuelve la ansiedad.

La paz poco a poco se desplaza, se disipa, se apaga…

El corazón, que trabajaba con calma, ahora sientes que, en una fracción de segundo, hace una leve pausa… y se siente en tu pecho como si dentro se hubiera roto una bolsa y se hubiera regado un líquido que recorre todo tu tórax… un líquido que se siente ¡frío!… y baja a tu estómago.

Una sensación conocida. La relacionas con la pérdida de tu paz…

Es la sensación de que lo sagrado ha sido corrompido.

Lo que antes era un momento paz y armonía, ahora llegaban —como golpes— ideas que alimentan como leña seca, ese fuego que consume toda la calma que habitaba hace pocos segundos.

Sacudes la cabeza intentando sacarlas… pero no es suficiente. Una vez entra la primera, como bola de nieve empieza a crecer y crecer… no hay vuelta atrás.

Nunca hay vuelta atrás.

—¿Por qué? —te preguntas—. ¿Por qué tiene que ser siempre así? —te dices.

Ahora la posición de calma y relajación cambia notoriamente. Estás sentado, encorvado hacia adelante, con las manos en el rostro… luchas por no seguir ese hilo de pensamientos.

Quieres disfrutar de la armonía. Pero ya no es posible…

Entonces, ya con suficientes ideas acumuladas, ahora ellas son las que deciden por ti… y así, siendo dueñas de tu pensar, deciden abrir el baúl de memorias… y empiezan a escarbar.

De entre tantos recuerdos agradables, deciden sacar aquellos que están relacionados con estas ideas que traen ansiedad…

Como aquellos días en los que eras pequeño. Recuerdas lo feliz que te sentías jugando, viendo tele hasta tarde… Recuerdas la sala de tus padres, una sala grande, repleta de cuadros. Había un cuadro en particular, uno que evitabas mirar. Porque una vez lo hacías, era imposible evitar sentir que te observaba. Un bello cuadro de Jesús, con la mano levantada y en su pecho el corazón con espinas.

Y lo inquietante, realmente, eran sus ojos… Sin importar desde dónde estuvieras, los ojos siempre te seguían… Una vez permitías que tu mirada se posara en ese cuadro, toda la armonía, paz y diversión eran lentamente excluidas de tu mente…

Poco a poco todo giraba alrededor de esos ojos. Esa sensación de que estabas siendo observado… y así, sentías inquietud al darle la espalda a esa dirección. Dentro de ti sentías rabia… porque sabías que hasta allí había llegado la diversión.

Intentabas ignorarlo… pero ya era tarde. Como es habitual… cuando llega de manera inoportuna aquel que trae esa bolsa con ideas que se pegan y se multiplican… no hay vuelta atrás.

Resignado, apagabas todo y, con el corazón acelerado, veías ese cuadro mirándote… con la mano en el interruptor, hacías una leve pausa… respirabas. Sabías lo que seguía. Ya eras un experto en esto. Y, aun así, se siente como si fuera la primera vez…

Al apagar las luces, tu cuerpo se tensaba e inmediatamente emprendías carrera hacia la seguridad de tu cuarto…

Allí dormía tu hermano, y así volvía la paz a tu cuerpo…

Pero ahora vives solo… no hay nadie esperándote en ninguna habitación… solo la soledad. Y con ella, un pensamiento adicional:

—¿Y si hoy es una de esas noches también?...

Te levantas y vas a la cocina. Te sirves un vaso de agua, intentando distraer tu mente en algo más…

Pero es inevitable. Cuando él ya se hace presente en tus pensamientos, es como una bola de nieve: solo crece y crece…

Y así, de simple y sin advertirlo, de manera involuntaria, coloca en tus pensamientos otra idea, y de la mano, otro recuerdo inquietante.

Porque no era solo la soledad, o la mirada inquietante del cuadro… había algo más que alimentaba esta ansiedad, y por lejos superaba todo lo demás:

La oscuridad.

Y asi de simple, ahora te impone otros recuerdos. Estabas sentado otra noche, jugando o viendo televisión, disfrutando de un viernes por la noche… Día perfecto para quedarse despierto hasta el amanecer. Había que aprovechar todo el tiempo posible antes de que llegara el pesado lunes. La semana era demasiado larga y llena de responsabilidades, así que había que exprimir los viernes y sábados…

El domingo… siempre los has sentido tristes. Cortos y desalentadores.

Son como una transición antes de volver a la pesada rutina…

Pero al destino eso no le interesa. Y mucho menos a él. A ese que se encarga de recordarte siempre aquello que quieres ignorar…

Y tu que te encontrabas realizando tus actividades nocturnas, ignorando incluso aquel cuadro… ahora entra en escena una duda que de solo mencionarla era suficiente para impedirte disfrutar en lo absoluto:

¿Se irá la luz hoy?

Y es que sí… en casa de tus padres solía irse mucho la luz de noche. Y si empezaba a llover, era seguro que se iría…

Tú, teniendo ya planificada toda una agenda nocturna, solo pensabas… si podrías o no estar allí, en esa sala a solas. Porque no era tanto que se fuera la luz…

Era que se fuera mientras estabas allí… solo… en la sala… acompañado por la oscuridad y vigilado por aquellos ojos que no dejaban de mirarte.

Ahora, lo que eran horas de goce, se perdían en pensamientos entre si valía la pena o no arriesgarse a quedarse solo, afuera y a oscuras…

Las pocas veces que decidías arriesgarte, parpadeaban las luces… e iban y venían.

Y sí… varias veces quedaste en penumbras… tu corazón se congelaba, intentabas moverte… pero te sentías observado, presionado… como si, al mínimo movimiento, te arrancarían la carne de los huesos…

Eso tenía una palabra:

Terror.

Estabas bajo el manto del terror…

Ahora estás aquí, con ese recuerdo fresco nuevamente. Y a diferencia de entonces… no importa a dónde corras a buscar refugio. No está tu hermano, no están tus padres… no hay nadie.

Y al igual que en tu infancia, ahora… lo que era un viernes por la noche… se convierte en tiempo desperdiciado, pensando en todo lo que podría o no ocurrir…

Vuelves al sillón. Te sientas y ríes.

—Soy un adulto —te dices—. Eso ya no puede seguir dominando mi vida…

Te fuerzas a distraer la mente. Enciendes la televisión. Buscas algo que te entretenga, y así permaneces un buen rato…

Y entonces, un sonido familiar comienza a sonar.

Gotas.

Gotas que levemente comienzan a caer sobre el techo.

Lluvia.

Donde vives ahora, muy rara vez ocurre… pero en alguna que otra ocasión ha pasado:

se ha ido la luz al llover.

Pero tu sensación de peligro no viene de donde estás hoy… Ella se ha forjado a lo largo de los años, en esa casa de tus padres.

Entonces, una idea loca aparece. Una que intenta darle paz a tu mente:

—¿Y si mejor me duermo ya, mientras hay luz? Así, si se va… estaré dormido…

Es lo mejor,

Lo que sería una noche de entretenimiento ha sido cancelada…

Por él.

Por aquel que, en medio de tu paz, se encargó de que tomaras una decisión abrupta… pero necesaria. Era la única manera de combatirlo.

Te levantas. Dejas las luces de la sala encendidas y solo apagas la TV. Entras a tu habitación, te cambias y te metes a la cama. Apagas la luz principal y enciendes la televisión. Dejas que la programación lentamente te vaya dominando… y llevando al descanso.

Pero entonces, nuevamente… él vuelve.

No, nunca se rinde.

Nunca descansa.

Y lentamente… empieza a sacar del baúl lo que sea que pueda relacionarse con tu situación…

Trae a flote historias, anécdotas… todo lo que alguna vez hizo que tu piel se erizara de miedo…

Recuerdas una vivencia que alguien contó:

Dormir con la tele encendida puede causar pensamientos autodestructivos…

Recuerdas que mencionaban que si te despiertas a las 3 a. m., a veces es porque alguien te observa…

Entonces prendes la luz principal y apagas la tele.

Pero ahora la luz no te permite conciliar el sueño, y tu mente se convierte en una fábrica de pensamientos. Todo lo que alimenta el miedo sale como si fuera una fuga de agua… como si una tubería hubiera reventado…

No hay nada que pueda detenerlo ya.

Tu corazón late desbocado… por el estrés, la ansiedad, el enojo, la rabia y sí… también el miedo.

Todo por él.

Por aquel demonio que siempre ha existido… Que siempre ha sabido alimentarse de ti… De tu cansancio. De tu paz. De tu felicidad.

Y has sido tal manjar, que no te desea soltar.

Estás a su merced.

No importa qué hagas. Él decide cuándo irrumpir. Y una vez lo hace…

No hay vuelta atrás.

Sabes que, cuando llega, no se va.

Y así de simple, una tarde tranquila se convierte en la antesala de una pesadilla sofocante…

Y lo peor es que sabes que mañana… posiblemente se repita.

Y tú, como personaje principal en esta obra macabra,

No tienes eleccion,

Otra noche mas...

Con tristeza y resignacion aceptas ese destino cruel...

has bautizado a esas noches como…

Las Noches del Intruso.

"Imagenes creadas con IA personalizadas pro mi persona"

#hive-179291 #literatos #miedo #terror #historias #tertulias #ansiedad #soledad #holoslotus #reflexion
Payout: 0.000 HBD
Votes: 16
More interactions (upvote, reblog, reply) coming soon.