Otra Vez... / Historia - Terror Psicologico

@mole5852 · 2025-08-06 16:32 · Literatos

"Imagen generada por IA y modificada por mi persona"

Como si sintiera un golpe con el puño cerrado en el pecho, abre los ojos de golpe, exaltado…

—Otra vez… —se dice a sí mismo.

Mirando de lleno la oscuridad, poco a poco vuelve a su mente el peso de la angustia. Tiene la sensación de que su cerebro empieza a arrugarse dentro del cráneo, y así afloran sensaciones que le provocan dolor en el pecho, en el abdomen, le encrispan la piel... Sentimientos de dolor, culpa, rabia, impotencia.

Un torbellino depresivo lo invade.

Se lleva los puños al rostro… los presiona con fuerza… con rabia. Las marcas de sus nudillos dejan líneas rojas en su frente. Se muerde los puños y grita, emitiendo un sonido ahogado. Cuando el cuerpo siente ese bajón por el esfuerzo, se permite recostarse nuevamente.

Mira el techo por un breve instante y se presiona con las manos los ojos, con fuerza. Como si tratara de arrancarse los sentimientos de alguna manera. Parece que solo durante el sueño logra tener paz en su vida. Pero el sueño lo abandona constantemente. Se rehúsa a permanecer con él.

Su mente no detiene esas emociones. Ahora, despierto y con los sentimientos a flor de piel, su mente comienza a proyectar esa película que quiere olvidar. Ese recuerdo que se desata como una alergia que brota en la piel; así mismo, invade su mente con sensaciones dolorosas, insoportables. Es como si sintiera físicamente la presión de esas emociones en su cerebro.

Entonces, se sienta de golpe al borde de la cama.

—Otra vez… —vuelve a repetirse.

Ve el reloj en la mesa de noche: son las 3 a. m. Su cuerpo, sin permiso, parece haber decidido que esta es su rutina: dormirse pasada la medianoche y despertar en la madrugada.

La película avanza en su mente. Intenta detenerla una vez más, presionándose las manos contra el rostro… Nada. Ahí está aún… sigue… avanza.

Piensa una y mil maneras de otro desenlace. Se imagina todas las posibilidades si hubiera tomado otras decisiones. Se imagina cómo sería hoy… tranquilo… en paz.

Paz. Esa palabra suena tan irreal… tan imposible como volar.

Estira la mano para encender la luz de noche… Pero su cuerpo no obedece. Se queda allí, inerte en la oscuridad. Solo él y la hora que muestra el reloj.

Entonces, la película llega a su desenlace principal. Un desenlace donde los protagonistas, además de él mismo, fueron:

el alcohol,

la velocidad y,

por qué no… la mala suerte.

Como si el destino se burlara de él, ese maldito día terminó con broche de oro: el banco no aceptó el arreglo de pago, su novia se hartó de sus excusas económicas, y esa misma semana, el ascenso que tanto había trabajado se lo dieron al nuevo… posiblemente por amistad, o por ser familia.

Ya no importaba.

Y como si fuera poco, sin préstamo y sin su pareja, ya no podía pagar el alquiler.

Así que tomó la primera decisión ante tal desenlace:

Decidió usar el dinero para embriagar las penas y las dudas.

Inhibirlas por completo. Tal vez así… tomaría esa decisión que comenzaba a rondar su mente.

Respira profundo. Detiene la película. Toma el celular. Mira la hora. Suelta una risa seca, irónica. Es la misma hora. Esa maldita hora donde ocurrió.

Ahora su mente continúa lo que empezó. Este ritual de todas las noches: Revive lo que pudo ser. Lo que no ocurrió. Y al final, como castigo eterno… lo que fue.

Entonces, con el alcohol ya en el cuerpo, entra en escena la velocidad. A ese punto, ya había decidido con claridad lo que debía hacer. Los sentidos, las emociones, manipulados por el alcohol, alimentaron la valentía que necesitaba. Ya era demasiado. Era hora de terminar con todos los problemas… de raíz.

Así que lo decidió. Un solo golpe terminaría con todo.

Ya en el camino, tomó esa decisión.

Esperó… esperó… veía los autos pasar a toda velocidad. Era perfecto.

Respiró hondo. Gritó… Y dio ese paso hacia el fin definitivo.

La película hace una pausa. Nuevamente intenta cambiar el pasado.

"Si tan solo hubiera pensado mejor…"

"Si tan solo hubiera esperado..."

Enciende la luz. Se queda mirando el suelo de su habitación, con la mirada perdida. Porque lo que ve no es el suelo. Lo que ve… es el resultado de su acción. De sus decisiones.

El auto hecho añicos. El poste que recibió aquel impacto que destruyó el vehículo.

Y es que él quedó ileso.

Ni siquiera esa era una pregunta que alguien pudo hacerse.

Porque nadie se enteró.

Esa era una pregunta que él, y solo él, tendría el privilegio de hacerse por el resto de su vida.

**—Mala suerte —** vuelve a decir en voz alta, como intentando consolarse a sí mismo.

Pero sin resultado.

Un accidente. Eso fue lo que salió en las noticias y en el periódico:

“Una familia entera fallece al estrellarse contra un poste eléctrico…

Una madre, un padre y un bebé.”

Lo que nadie sabe es que el accidente fue causado por una persona imprudente. Alguien que, habiendo decidido acabar con su miserable existencia, salió ileso… y provocó la muerte de inocentes.

Y he de estar ahora aquí…

Con el préstamo aprobado.

Con el ascenso confirmado para la semana siguiente.

Con la capacidad económica para pagar la renta.

Y ahora…

eso ya no importa.

Lo único que importa es…

cuándo y cómo

intentarlo…

otra vez…

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