"imagen generada por IA y modificada por mi persona"
Es un miércoles cualquiera.
Un estruendo te levanta de golpe. Miras el reloj:
son las 3 de la mañana.
Con impresión y confusión comienzas a salir del estado somnoliento, y tus sentidos se agudizan ante la posibilidad latente de peligro.
Sales de la cama y te dispones a salir de la habitación… oyes murmullos… como si hablaran en la sala.
Abres lentamente la puerta y ves la luz de la sala encendida.
“Es raro…”, piensas. “¿Qué hacen despiertos a esta hora?”
Vas por el pasillo y ahí están. Te saludan como si acabaras de llegar, con alegría y energía.
“¿¡Qué hacen!?” preguntas exaltado. Todos te miran sonriendo, pero sus cejas marcan visiblemente un gesto extrañado.
“Siéntate, anda”, dicen, ignorando tu pregunta.
“¡Son las 3 de la mañana!”, reclamas molesto… nada.
Siguen igual, riendo y conversando.
Poco a poco notas que, por más que intentas, no logras entender lo que hablan. Solo percibes murmullos, como ruido sin sentido.
Están tus padres, tus hermanos… todos… alegres, sonriendo, charlando… y aun entre ellos, no entiendes nada.
“¿Será el sueño?”, te dices a ti mismo.
Entonces tu madre se dirige a ti, y logras entender que te invita a unirte.
Pero notas algo más:
su expresión es incómodamente alegre, los ojos demasiado abiertos.
Eso te sacude de golpe lo poco que quedaba de sueño. Tus sentidos se ponen en alerta. Empiezas a retroceder,
y tu madre no deja de observarte en todo el trayecto hasta que vuelves a la habitación.
Cierras la puerta y los murmullos siguen afuera. Trancas la puerta y te acuestas, aterrorizado.
Después de unos largos minutos dándole vueltas a tus pensamientos, un suave toque en la puerta rompe la
calma como un relámpago en la noche.
No dices nada.
Otro toque. y seguido...
“Luis… ¿no quieres salir?
No estás durmiendo…”
Hace una pausa.
“¿Por qué no sales?... mmm?...”
Luis, en su cama, sentía el corazón a punto de salírsele del pecho. Cada palabra le cortaba como una navaja.
No apartaba la vista de la puerta.
No parpadeaba.
La tensión era insoportable, como agua esperando una mínima vibración para agitarse.
Los minutos se hicieron eternos.
No escuchó pasos alejándose.
Sentía que su madre… o eso que parecía su madre… aún estaba ahí.
Sonriente.
Con los ojos abiertos de par en par, mirando el picaporte, esperando que él abriera.
Dejó de oír los murmullos en la sala.
El pánico fue total.
Recordó su celular, lo buscó y miró la hora.
Su corazón dio un vuelco.
3:00 AM.
No importaba cuánto tiempo hubiera pasado desde que despertó…
¡no había transcurrido ni un solo minuto!
“¡No puede ser!”, exclamó por dentro.
Sintió náuseas, mareo… iba a desmayarse.
Entonces, de nuevo:
Toc, toc, toc. “Sé que no estás dormido, amor… Ven… Sal…”
El picaporte comenzó a moverse.
Luis gritó desesperado:
“¡¡¡Ayuda!!! ¡¡¡Ayúdenme!!!”
De pronto, dejaron de forcejear la puerta.
Se escuchó abrirse otra puerta y pasos acercándose a su dormitorio.
“¡¡¡Luis!!! ¡Hijo! ¿Qué pasa?” Era la voz de su padre. “¡Abre! ¿Qué pasa? ¡Abre ya!”
Luis seguía gritando, desesperado: “¡¡¡Ayuda!!! ¡¡¡Nooo!!!”
Un fuerte golpe sacudió la puerta. Otro más. ¡PAM! La puerta cedió y su padre entró, presa del pánico.
Luis pataleaba en la cama, gritando. Su padre lo tomó con fuerza y lo sacudió. “¡¡¡Cálmate yaaaa!!!”
Poco a poco, Luis comenzó a respirar más despacio. Su madre llegó con sus hermanos. Todos lo miraban desde la puerta.
Su padre, asombrado, esperaba que reaccionara al fin. Luis respiró hondo y les contó lo sucedido.
Su madre se rió nerviosamente: “Fue una pesadilla, hijo…”
Pero su padre no sonrió. Se pasó la mano por el rostro, molesto. Miró unas revistas de terror que Luis leía y, tomándolas, se las mostró: “Mañana hablaremos de estas tonterías. ¡Ahora duerme!”
Luis asintió avergonzado. Su padre, al salir, miró el picaporte de la puerta rota: “Mañana lo arreglo”, dijo a su esposa antes de irse a dormir.
Su madre entró, le dio un beso en la frente: “Hasta mañana, hijo”. Ajustó la puerta como pudo y salió.
Luis se quedó mirando al techo. “¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué ocurrió?” pensaba. Se giró de lado, intentando dormir.
De pronto, un pitido. Era un mensaje en su celular.
Lo tomó y leyó: “Ahora sí puedes salir?” Era de su madre.
Luis, extrañado, respondió: “¿Salir? ¿De qué hablas?”
Revisó la hora del mensaje. 3:00 AM.
Sus ojos se abrieron como platos. En el chat aparecía: “Escribiendo…”
“Hola…”
Luis sintió que el corazón se le detuvo. Levantó lentamente la mirada hacia la puerta…
Su madre lo miraba, semi asomada, desde la entrada. Los ojos dolorosamente abiertos. La sonrisa deformada en una mueca.
“Ven…”
fin...