¿Qué pasaría si hoy no llegas a casa?
¿Cuántas veces te has sentado a pensar qué pasaría si mañana no despiertas? ¿O si hoy no llegas a tu hogar? ¿Qué sucedería si tu vida llegara a su fin hoy…?
Sinceramente, yo solía evitar pensar en eso. Crecí en una familia católica, y no soy precisamente el mejor católico, si me entienden… Sentía mucho temor de a dónde iría a parar…
Entonces, a mi mente llegaban una serie de pensamientos —a los que me gusta llamar “ideas consuelo”—. Entre ellas aparecían:
“Si me confieso y voy a misa, quizás esté bien al morir…”
“He aprendido que Dios nos ama a todos por igual; así que el día del juicio verá todo lo bueno y lo malo, y justificará mis acciones desde una base de compasión y perdón…”
“Me iré al infierno porque no he sido una santa paloma…”
“Iré al cielo porque voy a misa…”
Y así sucesivamente…
Más o menos eso invadía mi mente: una serie de pensamientos infundados, fruto del miedo a un resultado improbable…
Pero… como digo mucho por aquí… ¿y si salimos de la burbujita divina y pisamos lo que es real y palpable?… Pongamos los pies sobre la tierra ahora: piensa, ¿qué pasaría si fallecieras hoy?
No soy escéptico ni ateo… yo creo en Dios. Pero no lo encierro en una única religión.
Para mí, todas las religiones apuntan al mismo núcleo: el mismo Dios, visto desde distintas perspectivas. El problema es que todas ellas compiten por demostrar que su versión es la única válida, mientras las demás son falsas, “dioses falsos” o simplemente no tienen Dios porque “no es la mía y punto”.
Creo que esto resume el principal problema con las religiones.
Ahora bien… no digo que las religiones no sirvan; de hecho, son útiles. Son un medio para conectar con Dios. Creo en lo palpable, por eso siempre propongo hablar desde la perspectiva humana y tangible: al menos del ser humano conocemos algo, aunque nosotros mismos seamos un misterio.
Creo en lo biológico, en lo natural, y sí… también creo en lo espiritual.
Creo firmemente que el ser humano tiene un lado espiritual. Por eso:
Creo en Dios. Creo que Dios está en todos nosotros (no solo en iglesias ni religiones). Dios es espiritual, y nosotros, al desarrollar espiritualidad, somos capaces de conectar, dar y recibir de esa espiritualidad. Creo que el amor es parte de esa espiritualidad: esa energía que emana de Dios, que crea, cuida y protege.
También pienso que el mal es la ausencia de Dios, es decir, la ausencia de energía de amor en los seres humanos… ya sea alimentada por situaciones, personas o simplemente un mal mental.
Dicho todo esto… entenderán que ahora, cuando me pregunto qué ocurriría si yo falleciera hoy, esas primeras ideas que invadían mi mente ya no tienen cabida.
Ahora pienso distinto: no creo que el resultado final de esta carrera sea un cielo, un infierno o un purgatorio. Más bien, creo que así como volvemos a la tierra —y nos unimos a ella para que nuestro cuerpo nutra la vida: insectos, plantas, etc.— de igual modo siento que nuestra fuerza espiritual puede transformarse.
Les pongo un ejemplo: Dicen que cuando alguien fallece en circunstancias extremas —dolor, angustia, pesar— el lugar donde ocurrió puede quedar “embrujado”… Uno entra, siente el aire pesado, los nervios, y aparece el clásico comentario: “es que aquí murió alguien…”
Entonces, si somos capaces —en teoría— de percibir energías así… ¿por qué no sería posible convertirnos en energía que nutre, ama y alimenta?
Actualmente tengo dos pensamientos:
-
Creo que somos capaces de vivir a lo largo del tiempo a través de nuestra descendencia. No solo por el linaje genético, sino porque en esa descendencia hay biología, células, ADN… información genética que podría permitirte volver a vivir, siendo consciente. No revivir con tus recuerdos y vida exactos… ¡No! Sino que algo de ti —esa información que es tu conciencia— se activa nuevamente. Experimentas otra vez: para bien o para mal, según cómo seas o cómo resulten las circunstancias. Es una oportunidad de vivir nuevamente. Si se crea descendencia, volverás a tener esa oportunidad.
-
Si no logras reproducirte, te conviertes en energía espiritual. Viviste de amor y te conviertes en amor. Vives en los corazones que abriste y se abrieron a ti. Viviste de odio y te conviertes en una energía agresiva. Esa es mi manera de pensar.
Algunos dirán: “¿Entonces no crees en Dios, ni en el paraíso o infierno, y piensas que te vas al infierno?” Bueno… de salida hay muchas versiones de infierno y hay gente que cree fielmente en ellas. Me tocaría elegir cuál es la más adecuada para mí.
Pero no… considero que ese mensaje está mal enfocado. Si vivimos con miedo a un infierno por fallarle a un Dios que espera que cumplamos normas más que amemos, perdonemos y nos unamos… entonces seguimos siendo parte de una doctrina que premia solo a buenos seguidores, no busca que las personas se amen, tal como Jesús pidió en el catolicismo:
“Amense unos a otros, cuídense, protéjanse…”
¿Qué hacen muchas religiones hoy? Si no te bautizas aquí, no puedes venir. Si no estás bautizado en nuestra iglesia no interactúes, no hagas esto, no hagas aquello, da dinero a la iglesia para que Dios te bendiga…
Yo antes creía que las ofrendas servían para ayudar a los desamparados. Un día crecí y me di cuenta de que eran para construir templos… ¿En serio?
Desde entonces, jamás he dado ofrendas.
Y aunque Dios, en muchas religiones, habla de amar y perdonar… vienen hombres con toga y te dicen que hagas todo menos eso.
No vengo a criticar las religiones. Mi abuelo fue diácono y, a diferencia de muchos sacerdotes, él siempre habló de Dios desde el amor, siempre. Nunca lo pintó fuera del amor:
Dios ama.
Perdona.
Jesús te invita a ser feliz.
No busca imponerte: busca que no te destruyas.
No te castiga por pecar, te invita a no seguir por ese camino porque te hace daño.
No por complacer a la iglesia, sino porque eso no trae paz a tu vida.
Él invitaba con amor y no obligaba con temor. ¿Ves la diferencia?
Y sí… he empezado a ver diferente esta senda de la espiritualidad. Trato de ser como él, mi abuelo: invitar a pensar y a dejar de vivir en el miedo. Invito a que, aunque en tu religión se castigue salirse de la doctrina, escuches tu corazón… y te atrevas a oírlo.
Por ejemplo, en un matrimonio religioso se te castiga si este se termina, por que “lo que Dios unió que nadie lo separe”… y te señalan, caes en humillacion.
Muchas personas amargan su vida por cuidar una doctrina… en lugar de escuchar su corazón. Esto trae familias disfuncionales escondidas bajo la doctrina del matrimonio sagrado en nombre de Dios... una pesadilla tapada con religion.
Cuando uno gasta todos sus recursos, no puede permitirse ser infeliz porque una doctrina dice que debes seguir intentando. Cuando pones el corazon con amor, y tu pareja no entiende o ve el mensaje... no tienes por que atarte a una vida de sufrimiento.
Y lo peor, alimentado por el temor a defraudar a un Dios que te castiga segun! la religion que practiques...
No puedes creer que confesarte con un extraño te exonera de toda culpa.
Vale más un perdón sincero hacia alguien, vale mas que si no tienes la oportunidad de disculparte, Te nazca reconocerte a ti mismo, admitir tu error, aprender y perdonarte.
Eso vale mas que simplemente ir a misa y dices: “ya me confesé”, que tras eso es con un extraño.
Asi de sencillo dicen, listo limpio para el cielo!, eso suena mas a justificacion del pecado, a que entender que actuaste mal y buscar mejorar...
Sé que son doctrinas, pero a veces dejamos lo humano de lado por temor a lo que las religiones nos transmiten de Dios…
Cuando en realidad, Dios está dentro de nosotros, esperando a que lo busquemos, que abramos el corazón y dejemos salir lo hermoso que es amar, cuidar, proteger, tener compasión, y por qué no… también defender cuando es necesario.
Somos humanos, y debemos cuidar no solo el espíritu, sino también la nuestra vida y la de los nuestros.
Defenderse no es un pecado: Es un derecho!, al igual que proteger.
Lo importante es hacerlo siempre con amor, no buscando destruir, sino proteger.
No actuar desde el odio para que no nos consuma.
Y ojo: sentir odio no es pecado tampoco… porque no somos dioses. Tenemos derecho a sentir y expresarnos.
Lo que está mal es tener miedo de actuar.
Miedo a que si te defiendes, serás castigado por Dios.
Miedo a actuar ante algo que te perjudica.
Miedo a alzar tu voz y opinar diferente.
¿Y saben algo curioso? Dios no ha castigado a nadie jamás… Ha sido siempre el hombre castigando al hombre.
Pensemos en eso. Dejemos de vivir con temor. Dejemos de vivir angustiados. Movamos las fichas para crear amor, proteger, cuidar, defender la vida… Hagamos vida con responsabilidad.
Vivamos en el amor y créeme con total seguridad: si tú vives con amor —un amor sano, real, compasivo, defensor— Créete que si hoy no llegas a casa o mañana no despiertas… te irás con un corazón lleno de amor. Y eso solo puede llevarte a un buen lugar.
Y eso es importante que lo entiendas: ni una confesión, ni dejar de comer pescado, ni dejar de escuchar cierta música, ni solo interactuar con quienes comparten tu doctrina, ni dejar de celebrar tu cumpleaños, ni usar “pulseras”, ni dar ofrendas… Nada te llevará a un mejor lugar que amar de verdad. Eso te lo aseguro.