El equipaje ya estaba listo, pesado con más recuerdos que ropa. Pero sabía que cada paso que daba me alejaba de la vida que conocía, de las voces familiares y de la seguridad de lo que era mío. El adiós no fue una palabra, fue un nudo en el estómago, un latido que resonaba en el pecho de cada uno de nosotros.
El último abrazo un ancla que me impidió volar. Abrazos aferrados, y una mezcla de orgullo y dolor, me decía más que mil palabras. A mis pies, mis dos pequeños, ajenos al peso de esa despedida, me miraban con la inocente curiosidad que solo los niños tienen.

- Comenzó el viaje
El viaje fue una neblina de tres largos días.
Tres días suspendidos en el tiempo, entre el pasado que dejaba atrás y el futuro incierto que nos esperaba. Mi mundo se redujo a la mochila, a las risas y compañía de mis hijos y al zumbido monótono de los autobuses. Cada estación, cada parada, horas sin dormir era un recordatorio de que avanzábamos...


- La frontera no fue una línea, fue un portal. Un lugar caótico donde el idioma, la moneda, era lo único que importaba. Las palabras eran escasas, pero las miradas muchas, el aire olía a incertidumbre; una lenta caminata un poco extensa para cruzar la frontera.Una vez que cruzamos, el aire de Brasil nos golpeó: pesado, húmedo, lleno de nuevos sonidos y olores. La esperanza era una llama diminuta, que me causaba ansiedad...



- Los primeros días fueron un contraste sorprendente la emoción de llegar se desvaneció rápidamente ante la realidad cruda de un hospedaje económico, donde cada puerta que se abría era un riesgo y el silencio de la noche se sentía más amenazante que el ruido de la calle.
La comida era escasa, una mezcla de lo poco que podíamos comprar y lo que el camino nos había dejado.



El verdadero viaje comenzó en las calles de la ciudad. Días interminables de buscar un hogar, de tocar puertas y recibir negativas. Las palabras "alquiler" y "documentos" ya era repetitivo, intentaba explicar mi situación a desconocidos que a menudo me miraban con desconfianza. era un laberinto sin fin,
El destino no era solo un lugar, sino una promesa de seguridad. Dejé de contar los días de puerta en puerta, cada una con un "no" distinto, con miradas de desconfianza que pesaban más que las maletas. Con mis hijos, aprendí a leer los códigos silenciosos de las calles, buscando un alquiler que fuera más que un techo, un refugio para sus sueños.
Las comidas se convirtieron en nuestras pequeñas victorias. Un plato caliente no era solo alimento, era la prueba diaria de que seguíamos luchando, un acto de amor y un momento de normalidad en el caos. Cada bocado, cada sonrisa que conseguía de ellos, me recordaba por qué el cansancio no era una opción...
12 días más tardé...
Mi viaje había cambiado; ya no se trataba de conseguir un lugar para vivir, sino de construir un hogar, un paso a la vez, en medio de la incertidumbre. (INMIGRANTES). Sin documentación..... Un papel que nos convierte en fantasmas, sin derecho a existir por completo en este nuevo mundo, un lugar para estar sin posibilidades a un trabajo o estudios para mis hijos, PERO con la posibilidad de apoyo a solo una firma de distancia, una que, por el momento, se encuentra en trámites.
( documento legales temporal)
Los videos y fotos que tomé no eran simples registros, eran promesas: promesas de que un día les mostraría a mis hijos el camino que recorrimos, para que supieran el valor de lo que estábamos construyendo.
- El Viaje Continúa
Y aunque creíamos que habíamos llegado, el corazón me dice que este fue solo un hermoso capítulo. Brasil nos recibió con los brazos abiertos, y en esta tierra de promesas, aprendimos a ser más fuertes. Pero ahora, los días pasan convertidos en meses , con el alma renovada nos preparamos para el siguiente paso. Dejamos este pequeño lugar para ir en busca de un nuevo hogar, un lugar bonito donde nuestra historia pueda seguir escribiéndose.

  
12 days later...
English
The luggage was already packed, heavy with more memories than clothes. But I knew that every step I took was further away from the life I knew, from familiar voices, and from the security of what was mine. The goodbye wasn't a word; it was a knot in my stomach, a heartbeat that resonated in each of our chests. The last hug was like an anchor that kept me from flying. Tight hugs, and a mixture of pride and pain, spoke volumes. At my feet, my two little ones, oblivious to the weight of that goodbye, looked at me with the innocent curiosity that only children possess.
- The journey began The journey was a blur of three long days. Three days suspended in time, between the past I was leaving behind and the uncertain future that awaited us. My world shrank to my backpack, the laughter and company of my children, and the monotonous hum of the buses. Every station, every stop, every sleepless hour was a reminder that we were moving forward...


The border wasn't a line, it was a portal. A chaotic place where language, currency, was the only thing that mattered. Words were few, but glances were many, the air smelled of uncertainty; a slow, somewhat long walk to cross the border. Once we crossed, the Brazilian air hit us: heavy, humid, full of new sounds and smells. Hope was a tiny flame, causing me anxiety...
  
- The first few days were a striking contrast; the excitement of arriving quickly faded in the face of the harsh reality of budget lodging, where every door opened was a risk and the silence of the night felt more threatening than the noise outside.
Food was scarce, a mixture of what little we could buy and what the road had left us.



The real journey began on the city streets. Endless days of searching for a home, knocking on doors and receiving rejections. The words "rent" and "documents" were already repetitive, as I tried to explain my situation to strangers who often looked at me with distrust. It was an endless maze. The destination wasn't just a place, but a promise of safety. I stopped counting the days from door to door, each one with a distinct "no," with distrustful glances that weighed more than suitcases. With my children, I learned to read the silent codes of the streets, searching for a rental that would be more than a roof, a refuge for their dreams. Meals became our small victories. A hot plate wasn't just nourishment; it was daily proof that we were still fighting, an act of love, and a moment of normalcy in the chaos. Every bite, every smile I got from them, reminded me why tiredness wasn't an option...
12 days later...
My journey had changed; it was no longer about finding a place to live, but about building a home, one step at a time, amidst uncertainty.
(IMMIGRANTS).
Without documentation... A piece of paper that turns us into ghosts, with no right to exist completely in this new world, a place to be with no chance of a job or studies for my children, BUT with the possibility of support just a signature away, one that, for the moment, is being processed. (temporary legal document)
The videos and photos I took weren't just records, they were promises: promises that one day I would show my children the path we had taken, so they would know the value of what we were building.
- The Journey Continues And although we thought we had arrived, my heart tells me this was just a beautiful chapter. Brazil welcomed us with open arms, and in this land of promise, we learned to be stronger. But now, the days pass into months, and with renewed souls, we prepare for the next step. We leave this small place to go in search of a new home, a beautiful place where our story can continue to be written.